Un documental sobre una cicatriz

Marisol, llámame Pepa (2024) es un documental fascinante por muchos motivos. Lo más destacado quizás sea la estratagema de la dictadura franquista por crear un personaje entrañable y utópico, Marisol, para paliar los largos amargos tragos de la dictadura. Y también, es increíble cómo en el momento en que Flores deja atrás a la niña cincelada, modelada, inocente y maniatada, y se convierte en una mujer que se posiciona políticamente, apoyando al PCE, los medios mercadearon con ella. Publicaron sin miramientos fotos sin su consentimiento. Desnudos que coparon las portadas de prácticamente todos los medios. Fue especialmente flagrante en el caso de Interviú y de las revistas del corazón porque era, y es, una prensa acostumbrada a destripar la dignidad de las personas y a poner al sujeto de turno en el centro de la diana para alimentar la algazara viperina del populacho. Fue entonces cuando la hipocresía hizo acto de aparición, y los mismos que compraban las revistas, salían después en tromba para insultarla y criticarla. Se destapaba así lo peor de una sociedad machista y reaccionaria. Un pueblo cateto y atrasado, el de los años setenta y ochenta, que no dudó en hacer de ella carne de ostracismo y linchamiento. Josefa Flores sufrió un acoso y derribo tal que cerró su vida pública en 1985. Y desde entonces sigue cerrada.

BS

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