Vistazos (VIII)


           
Vistazos (VIII)


En Extremadura llueve sobre mojado

La política está lleno de extraterrestres, de tipos que viven alejados, a años luz, de la realidad. El parlamento está lleno de sinvergüenzas. Hablan en unos términos y viven en otros. La eterna hipocresía. Se creen que nos chupamos el dedo. Y asistimos atónitos a cómo se las dan de compresivos, cómo se dan golpes en el pecho relatando los golpes de la crisis, de los empleos precarios. Ponen la cara justa de plegaria, para la pose, sin que se note que en el rescoldo de la tarde se suben el sueldo, como mandan los cánones. En medio de toda esta artritis verbal e ideológica los siempre perjudicados; los ciudadanos. Y de entre todos los perjudicados, los tierra de nadie.

A Extremadura no la quiere nadie. Ya no nos creemos los cuentos que nos cuentan. Quizás sea porque Extremadura es una de las zonas más pobre del país, la periferia de la periferia. Y con los pobres, desde ese pedestal que es la política, se tiene esa doble vara tan bipolar de medir; por un lado nos lanzan la limosna para que sobrevivamos y se compadecen del desamparo en que deambulamos absorbidos, casi sin remedio. Y por otro, se señala y subraya la mala gestión de unos y de otros y de nadie. La milonga de nunca acabar.

Quizás, esta situación, también se da porque los extremeños nos resignamos a que llueva sobre mojado. No alzamos la voz lo suficiente. No luchamos. Y en la junta hay muchas cuentas que saldar con los extremeños desde hace cuarenta años. Vara brama contra las injusticias, pone su palabra de nuestra parte, y cuando se producen las reuniones y los círculos cerrados en Madrid, cuando hay que dar el golpe en la mesa de las reivindicaciones, a Vara le quitan el bocadillo, y vuelve a las tierras extremeñas con la cara de tonto, con las promesas de siempre, con las manos vacías. El cantar de nunca acabar. Sin embargo, allá donde hay nacionalismo, independentismo, una cuerda con la que tirar y asustar al Estado, siempre siempre siempre les salen las cuentas. Ante el chantaje se tiene la piel muy fina. Ante las calamidades de nuestra red ferroviaria, no. La junta agita los brazos (se indigna, protesta, y clama atención con un tuit, con un titular), cada vez que un tren se incendia en el más perdido de los descampados, sin ningún resutado visible. Nos toman el pelo, somos un cero a la izquierda. Los incidentes con los trenes, día sí y día también, nos demuestra y evidencia que el abandono es mayúsculo. Ni lo camuflan. Y desde el gobierno lo de siempre, se dice que se van poner soluciones, pero las mentiras tienen las patas muy cortas.

Uno echa un vistazo a los datos del año pasado, al que acabamos de dar carpetazo, al 2018, y, lamentablemente, descubre que no se ha hecho prácticamente nada remediar la situación del ferrocarril extremeño, para poner las vías del siglo XXI. Porque Extremadura, señoras y señores, tiene vías de madera. Las que puso en su momento Cánovas del Castillo, en el siglo XIX. No hay nada más que decir. Según la Constitución, el estado español debe preservar y velar por la igualdad de derechos y oportunidades de todos los españoles, y en caso de desigualdades, se pondrá en marcha la solidaridad entre territorios para contrarrestrarlas. Esto es muy sencillo de explicar; no es lo mismo articular una autovía, una red ferroviaria, en zonas agrestes, montañosas, o en zonas despobladas, o en territorios con la población dispersa, por su causística. Se necesita invertir, por encima de la rentabilidad, para conectar ciudades como Badajoz, Soria, Almería o Terual. No es rentable, pero es de derecho que en todas las partes de un mismo país se aseguren unas mínimos condiciones de movimientos para su poblacion. No es plausible que el estado priorice las urbes, continuamente, y que la recaudación de los tramos de trenes, de AVE, o autovías, valide unos proyectos y no otros, y que se quede, continuamente, en la cuneta el bienestar y la igualdad de los pueblos. Este país, cada segundo que pasa, es más desigual, y por la Extrema y dura y abandonada, corre la tinta y las bondadosas palabras, pero siempre vemos abandono. 


El enemigo de tu enemigo es su amigo

Algún día habrá que estudiar hasta qué punto hacerle mala publicidad a algo o alguien le resulta beneficioso al sujeto en cuestión. A los de los Vox les están dando vida sus detractores. Echar más leña al fuego les está sentando de maravilla a esa estirpe plagada de reconquistadores y panderetas. Está claro que en política, que es un mundo extremadamente polarizado, pugilístico, de un continuo "conmigo o contra mí", ser el enemigo de tu enemigo lo convierte en el amigo de otros. 
Estamos viviendo una crisis (que ya no es solo económica, sino también de valores) que no se acaba nunca, que nos condena. Y en los momentos de crisis, el miedo y los extremos, sobresalen, alientan. Cobra pleno sentido que, con las aguas revueltas, con los sueldos y los trabajos de mierda y con la sensación de estar naufragando en un país perdido y exiliado, aparezcan estos "salvadores", estos salva patrias, que vienen a ilusionar a los desilusionados, vendiéndoles el apocalipsis del que solo ellos les podrá rescatar, para que les voten. 
De un tiempo a esta parte no hay tertulia política, noticiario, en que no aparezca la última burrada o incongruencia de Vox, con dirigentes del partido en la primera plana, que salen y toman la palabra en los medios para maquillar y recular sus palabras anacrónicas. No se trata de que no se pueda hablar de Vox por lo que conlleva. Pero había que replantearse si 12 diputados en el parlamento de Andalucía merece tanto espacio, tanto interés, tantos minutos. Que ha sido un fenómeno, es inevitable. Seguramente, saque diputados, concejales, en las próximas elecciones. La situación es desproporcionada, y Vox es un problema que hay que observar cómo crece, cómo se desarrolla y cómo muere. Por su parafernalia y extremismo, está condenado a quedarse en la cuneta como proyecto político. Existe porque en el PP se han quedado a la deriva, en un mar de dudas y corrupción, en un cambio de ciclo y de personal (se ha cambiado el equipo del PP drásticamente, tras la victoria de Casado en las primarias y la desaparición de Rajoy y parte de los suyos). 
Por suerte, el partido de la extrema derecha será un residuo marginal, lo que los ciudadanos quieran darle. Es una moda que pasará más pronto que tarde. Y por muchos que quieran ladrar y hablar de reconquista, toros, y demás, estoy convencido de que el tiempo los colocará en su sitio, en el olvido, y serán como el recuerdo de un mal sueño.

El problema del Madrid no es solo Isco

Dicen las lenguas deportivas que Isco y Solari tuvieron un encontronazo, que al parecer, Solari le ofreció la mano en el vestuario, caballerosamente, y que Isco, maleducadamente, se la denegó. Desde entonces Solari no es que no saque a Isco; lo humilla. El técnico argentino utiliza al mediocentro para que se coma lo que siempre hemos conocido como los minutos de la basura. Pero es que ya no se come ni eso. En el último partido en Sevilla, en Heliópolis, el Madrid tenía medio plantel lesionado, y ni por esas se le vio a Isco en el césped. Calentó para nada, en la banda, que es una de las innumerables maneras que un entrenador tiene para hacer vudú sin indirectas. 
Desde hace tiempo se ha focalizado que el jugador tiene problemas de sobrepeso, y, que caliente el banquillo no es solo una cuestión de educación. Nunca sabremos la verdad. Tampoco conocemos a Solari, pero parece, por lo que habla y cómo habla, que es un tipo que sabe comportarse, honesto, y que Isco sí cuadra en el papel de orgulloso vacilón. Pero eso son suposiciones. Lo único que queda claro es que los egos desbaratados hacen mucho daño. 
Entre unas cosas y otras, el Madrid salvó los muebles en el Benito Villamarín con la cantera en el último suspiro. Un gol del hijo pródigo bético, de Ceballos, que clavó una falta en la red como si de una maldición se tratara. Solventó la papeleta. Pero el Madrid está perdido, confuso, anonadado. Se avecinan terremotos y la búsqueda del nueve eterno no aparecerá hasta el año que viene. Yo no descartaría pañuelos contra el palco blanco, contra la florentineza, en los próximo pinchazos. Cada partido de los merengue es una incertidumbre, un azucarillo que se disuelve cuando menos lo esperas con un gol extraño que lo sacude todo. 
Para el Madrid La Liga está perdida. Y el problema del Madrid no recae en Isco. Ni tan siquiera en Solari. Siendo honestos, los merengues deberían preocuparse por quedar en posiciones de Champions. El Sevilla y el Atlético transmiten diez veces más solidez que los de Solari. El tiempo le está dando la razón a Lopetegui. El problema es endémico; el Madrid es un proyecto desfasado, fallido, desetructurado. Tras media liga, tras la primera vuelta, los blancos están a diez puntos del Barça. Un Barça que se estanca, en ocasiones en el juego, pero que no pierde fuelle, que no siembra dudas, que tiene al extratosférico Messi en los 400/399 goles y que solventa los partidos con eficacia, con regularidad, sin despeinarse, guardando la ropa, el abrigo, para cuando llegue de verdad el invierno a Barcelona, si es que llega.

B S

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