El retrovisor (XI)

 

El pulso

Si existe un lugar en que se vende la rumorología y que además se alardea de ella, sin contrastar debidamente los datos, ese es, sin duda, la prensa deportiva. Y este año, el culebrón de noticias con base en las medias verdades se está centrando en el culebrón de Messi, que al final, a diferencia de Neymar, se queda.

Hace dos semanas el rosarino le enviaba un burofax envenenado a la directiva del Barcelona y le explicitaba que quería abandonar el club. Messi se quería largar porque anhela los aires de un equipo ganador y, seguramente, añora disfrutar y deleitarse con el fútbol. Hace dos semanas todos al unísono pedían la dimisión de Bartomeu, la cabeza diplomática del club, y una semana después, pareciera que este ha ganado adeptos, y ha dejado a Messi como el responsable único, como el que patalea innecesariamente. El presidente ha ido ganando, poco a poco, terreno, en este pulso, en este desencuentro.

Bartomeu tenía claro que no iba a dejarse embaucar y que no iba a pasar a la historia por ser el presidente que dejó marchar gratis al mejor jugador de la historia. Se podría decir, sin faltar a la verdad, que para que Messi saliera de la entidad blaugrana, este tendría que hacerlo pasando por encima de su cadáver.

Es probable que el City quisiera ficharlo, porque, de hecho, encajaría perfectamente en el organigrama de Pep Guardiola. Además, Messi encontraría en el escuadrón blue sky a su eterno amigo Kun Agüero, como infatigable compañero de batallas, dentro de las filas citizens, para hacer paredes, triángulos, desmarques y goles. Una música que le fascinaba. Pero lo que no estaba tan claro eran los cómos; cómo saldría Messi del Barça, y también, cómo podría pagar el City el fichaje, sin olvidar que el equipo de Manchester pasa sus días bajo la lupa de la FIFA en sus cuentas, y ya ha tenido algún susto importante. También habría que sumar con la calculadora el contrato de gran calado del argentino (sumado a los gastos del fichaje o el traspaso). Nada de virutas. Para el City existían muchas incógnitas económicas. Pero si existen dos equipos que pueden dinamitar la banca, uno de ellos sería el City (el otro sería el PSG). 

Messi habría pecado de inocente y habría sido un baluarte de las críticas, por no decir que habría propiciado una jugada de insensato total, al querer marcharse del club su vida gratis, por la puerta de atrás, por las bravas, dejando a los barcelonistas desamparados en sus horas más bajas. La zurda de oro ya habría descifrado, entre líneas, y en insistentes directas, en reuniones con los suyos y con el club, que desde hace años el proyecto blaugrana no sigue la senda marcada y prometida. La directiva, a falta de proyecto, ha ido parcheando las fugas del equipo y del juego. Messi tiene la sensación de que la directiva no ha cumplido con lo prometido en el apartado deportivo. Pero saliendo de los dimes y diretes, y de los acuerdos verbales y promesas del club, el intento de fuga del argentino tiene que ver, sobre todo, con el colapso deportivo, con los desencuentros con la directiva, con la desastrosa gestión. Una directiva sin respuesta. Pero su salida no dependía exclusivamente del propio jugador. Pasara lo que pasara era el Barcelona el que tenía al jugador atado, con un contrato vigente, y era el club el que debía poner las condiciones ―si así lo deseara― en una hipotética negociación. 

Hasta que se perdió en el laberinto judicial, Messi quiso forzar la situación, y el hecho de que fuera solo a esta guerra, sin contar con el club, demuestra y evidencia que hay un roto importante entre directiva y jugador. Si bien, los Messi ―el padre de Messi es su representante― avivaron el fuego con un punto que no es baladí, y es el siguiente; el argentino tendría la potestad de decidir marcharse del club al final de temporada, con una fecha marcada a fuego, la del 10 de junio ―sin tener en cuenta los desajustes de la pandemia― y eso también estaba pactado y firmado en el contrato.

Al final, dado que la directiva no cedía ni un milímetro, Messi se ha resignado a seguir un año más y no saldrá del Barça por las malas. Bartomeu ha usado sus cartas, le ha enfangado el terreno, legítimamente, e incluso ha conseguido que el debate sobre la dimisión de Bartomeu girara al de si ha habido/hubo un conato de traición del diez. 

Bartomeu tiene que velar por los intereses del club. Y su hipotética venta, en caso de que se hubiera producido, habría ido de la mano de la valía del jugador, y en estos momentos nadie está por la labor de desplumarse. Es imposible que un equipo pague 700 millones sin caer en la bancarrota.

El Barcelona ha sido un equipo marciano con las botas de Messi en el campo, y el Barcelona será otro equipo sin el astro. Messi, probablemente, dejará el club el año que viene. Pero en un año se pueden desordenar terriblemente las cosas. Y quién sabe. El Barcelona es un club mucho más grande gracias a él. Su salida, cuando se produzca, sí va a marcar el fin de una era, el fin de un ciclo, y es muy probable que el Barça tarde años en asentar un proyecto fiable y ambicioso, codificar un nuevo y vistoso equipo, que juegue a la exquisitez del toque, que sea vistoso y ganador. El club ha sido poco previsor en este apartado y se ha gastado una cantidad ingente de millones en jugadores que no han rendido como se esperaba (Dembèlè, Griezmann, De Jong, Coutinho). 

Este año, con Koeman en el banquillo, será un año de incertidumbres, con unas elecciones en marzo, y con un equipo que querrá levantar el vuelo. Aunque no sabemos si podrá. 

 

El Elche es de primera

El Fútbol no lo conoce ni su padre ni su madre. A preguntas sencillas, respuestas sobre la teoría de la relatividad. Los últimos partidos nos han dejado, de nuevo, con la falible sensación de que no hay futurólogos ni predicciones que valgan. No existen programas informáticos ni lectores de estrellas o resultados que te expliquen con datos o con intuiciones qué va a ocurrir en el siguiente partido. Y si no, que se lo pregunten al Elche.

El nombre propio de la gran sorpresa de esta temporada ha sido el Elche. El quinto menor presupuesto de LaLiga Smartbank es equipo de primera división. Y esto tiene una importancia tremenda. El equipo valenciano se clasificó para los play-offs de ascenso tras el batacazo del Fuenlabrada en el último minuto en La Coruña. El equipo madrileño perdió en el último segundo con un penal que fue un chiste de mal gusto. No hay peor manera de morir en un partido; una mano involuntaria e intrascendente, de las que históricamente nunca se han pitado, y de las que no se pitarán en el futuro, se castigó por esta vez como penalti. Una injusticia clamorosa a todas luces. Ese penalti que acabó en la red, dejó el 2-1 final. Victoria para un Deportivo que no se jugaba nada salvo el orgullo y que dejaba al Fuenlabrada lejos, a años luz, del sueño de primera. Una verdadera pena, sobre todo teniendo presente el calvario del coronavirus, con casi treinta infectados y los palabros malintencionados del resto del mundo. 

El Elche, que se vio con un inesperado regalo del destino, entró sin esperarlo en la pelea de los playoffs. Lidió, primero, con un potente Zaragoza al que un final de temporada desastroso le dejó fuera del ascenso directo, y volvió a personificar, una vez más, una temporada para olvidar. En los últimos minutos del segundo partido el Elche enchufaba un gol, del veterano Nino, un gol como un puñal que dejaba al equipo aragonés en una Segunda División que se le atraganta, de la que empieza a estar más atrapado que a gusto. Después, en el partido final, el Elche hizo algo aún más cruel con el Girona, en el partido de vuelta en Montilivi. El Girona, con una estructura aún de primera, se quedaba fuera de primera en el minuto 96. Un cabezazo de Pere Milla dejaba al Girona partido en dos/mil pedazos (y el año que viene tendrá que rearmarse y empezar de cero, porque los grandes nombres de su equipo quizás vayan a buscar una salida al por mayor). 

El responsable de las tragedias, no lo podemos pasar por alto, a su vez, pasa a la historia, ya que ha escrito con sudor y épica una nueva historia. El Elche vuelve a primera, vuelve sin esperarlo, pero vuelve con merecimiento. Vuelve a lo grande. Y los que equipos que saben defender (cero goles encajados en los play-offs), que saben pelear con uñas y dientes, saben dar guerra. 

 

Un digno PSG, un gigantesco Neuer/Bayern

En la Champions, en una atractiva final entre el PSG y el Bayern, pasó lo que ocurre tantas veces; que un mejor equipo le gana el pulso a un equipo de estrellas galácticas. Comprar grandes jugadores es una cosa, y hacer un equipo campeón, otra. Solo Neymar y Mbappé cuestan 400 millones de euros. Una cifra mareante. (Si bien, Madrid y Barcelona han hecho también, de su ventaja multimillonaria, un abuso del mercado parecido o similar). El jeque, Al-Khelaïfi, desde que recaló en la capital francesa se ha gastado más de mil millones para construir un equipo campeón de Europa. Es lo que le motiva. Algo parecido le ha ocurrido al City. Ni el equipo inglés, ni el francés, han levantado, por suerte, la Champions. 

El Bayern despliega, fuera y dentro del campo, una estructura consolidada y una exigencia histórica para y con sus jugadores. No regala nada. Seriedad, sobriedad, profesionalidad. Un equipo grande que no despilfarra los euros. Además, tiene una filosofía de juego-control bastante definido, que se mantiene presente en las últimas décadas. Ha jugado once finales de Champions y, con la de este 2020, ha ganado seis. En la final, contra un todopoderoso, glamuroso y destelleante PSG, ha jugado mejor, ha sido más compacto y ha expuesto sobre el césped un fútbol más racional, más ordenado, más estructurado. Sus piezas claves son Lewandosky, un delantero todoterreno, y Neuer, un portero que te gana partidos y finales. Además, el equipo bávaro ha sabido torpedear y tapar el fútbol vertical que propone el PSG, sobre todos con las incursiones de su tridente ofensivo; Neymar, Di María y Mbappé. Y, aunque el PSG ha sido justo finalista, y ha gozado de claras ocasiones (no habría sido, para nada, un escándalo la victoria del PSG), no es menos cierto que ha sido justo subcampeón. Para el PSG, a pesar de la derrota, el tiempo y los billetes parece que están consolidando un proyecto, al que habría que matizar con una portería más potente, una defensa más robusta y un medio campo más expeditivo y determinante. Pero el equipo perfecto no existe, y el mejor equipo no tiene por qué ganar la Champions. El inconveniente de este PSG es, básicamente, que su tridente ofensivo aporta poco en la presión defensiva, y eso, en cierta medida, te invalida contra equipos que juegan con una presión alta y de equipo, que sabe dominar con balón, que te desgasta, como la que propone actualmente el Bayern. Pero el PSG tiene a un joven Mbappé, que puede crecer aún más, y si Neymar se centra en el fútbol, y el equipo acompaña, el año que viene pueden ser de nuevo, como así creo que será, un firme candidato para reinar Europa. Amén de los delirios de grandeza de Neymar, el brasileño tiene fútbol en sus botas, pero está más cerca de no pasar a la historia que de hacerlo, como muchos vaticinaban. ¿Otro crack perjudicado por su errónea vida, malas decisiones y falta de profesionalidad? El diez, que atendiendo a sus últimos partidos parece ya más un asistente y visionario del juego o falso delantero, parece que se aleja de ese top tres en el que parecía estar predestinado. En definitiva, el tiempo nos dirá qué les deparará al PSG, al veloz Mbappé y al driblador Neymar.

 

La UEFA es sevillana

Y tenemos que cerrar el capítulo de hoy con el Sevilla. Un Sevilla que no sabe lo que es perder una final de la UEFA. Volvió a llevarse un nuevo tronco plateado tras imponerse en un partido disputado por 3-2 a un Inter de Milán que vuelve a las andadas, a pisar fuerte en Italia y en Europa.

El Inter, un equipo histórico, que como le ocurre al Milán, lleva años desaparecido, en la inoperancia, en una agónica y casi eterna reconstrucción. Conte le ha vuelto a inyectar vida y competitividad al equipo. Pero el Sevilla no se queda nunca atrás, y sobre todo, el Sevilla de las últimas dos décadas es un rival correoso, un equipo ganador. 

Ha sido también la redención de un gran entrenador; Lopetegui ha demostrado su valía como técnico, líder y como motivador. Y los datos son esclarecedores; Lopetegui con su Sevilla ha pasado por encima y ha derrotado a equipos superiores, con más nombre y con más presupuesto. El vasco ha forjado con su pasión y su desenfreno positivo un equipo campeón. Ha hecho con menos cimiento, y menos cemento, un equipo brillante, que levanta títulos, y eso tiene un mérito indiscutible. Y volvemos a reiterar la palabra equipo, porque es la clave, porque son los equipos unidos, solidarios, sacrificados, los que hacen los imposibles. Es una cuestión de esfuerzo y actitud, y no solo talento. Y el Sevilla es un equipo que hace y roza lo imposible cada pocos años. Se ha abonado a la gloria. 

Un Sevilla que tiene a un presidente, Pepe Castro, que sabe también dosificar los estados de ánimos, y a un técnico deportivo como Monchi, que a sevillismo y a aciertos deportivos no le gana nadie. Lo único que le queda es dar el triple salto mortal de la Champions, saber pelear de tú a tú contra los gigantes. Palabras mayores. 

BS

 


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