Los matones van a la oficina

 El PSOE de Pedro Sánchez es un partido con las alas rotas que no sabe levantar el vuelo y que vagará sobre un futuro incierto. Yo no recuerdo tanta crítica abierta en el partido sobre su secretario general por parte de sus propios integrantes. Algunos afiliados no reconocen su partido, y algunos pesos pesados del presente y pasado, como Page, Vara y Felipe González, se alzan a menudo sobre los micrófonos, encarnando y canalizando el paradigma del enfado socialista. Sin embargo, Sánchez no está para tertulias. El líder socialista no está para apagar fuegos internos porque se está partiendo en duelo, a la desbandada, contra todos para sobrevivir en el día a día. Ha doblegado su opinión con respecto a la amnistía, en la que era prácticamente unánime el rechazo de los socialistas, por una sencilla razón; sin amnistía, no hay gobierno. Considera, por tanto, que es más importante el gobierno que su partido; considera que es más importante el gobierno que la palabra y la ideología. Todo lo que haga falta para llegar a ser presidente. Cueste lo que cueste, dure lo que dure.

El fin justificó los medios. El poder debe irradiar un aroma tan embriagador que hace que no te acuerdes de tu madre. Y mientras tanto, el presidente ha hipotecado su investidura. Ha firmado tantos papeles para contentar a sus adversarios políticos que está y estará atado de pies y manos. Esto significa que no podrá llevar una gestión política socialista, equitativa, entre todas las comunidades, y también, que los nacionalistas e independentistas ganan.

La prueba de esta desigualdad idiosincrática la tenemos en la presente legislatura. No podrá sacar del horno muchas de las leyes, decretos, y políticas sin los apoyos de ERC, Junts, PNV y Bildu. ¿Cómo conseguirá unir las piezas del este puzle político? Con dinero, con favores; financiación especial para Cataluña (y desigual para el resto) y más gestión, dinero y autogobierno para el País Vasco. Todos los nacionalistas saben que el PSOE es un sujeto político débil, endeble. Un espantapájaros que asiste impertérrito al destrozo del huerto por los cuervos. Un pelele con los bolsillos rotos del que podrán sacar hasta el último céntimo. Y lo van a aprovechar.

Un nuevo modelo de financiación, de primeras, no tiene, ni tendría, que ser negativo para el funcionamiento del Estado. Pero probablemente lo sea y lo será, porque hay una cuestión esencial, sustancial; a los partidos independentistas catalanes, y en menor medidas a los nacionalistas vascos (que están, de entrada, en otra liga), el concierto económico entre los territorios y los cupos de solidaridad les da igual; ellos quieren tener firmada y asegurada su financiación, que sea lo más generosa posible, y que después las demás comunidades se las apañen con los restos. Y esto, ya de entrada, desequilibra la balanza a favor de Cataluña y País Vasco. Son y serán los primeros en pedir y recoger los frutos. Y todo apunta a que serán también, en proporción, los que más dinero, mimos y deferencias reciban. Y así lo hemos visto con la amnistía. 

La amnistía, es evidente, tiene un sentido puramente político porque la amnistía es un perdón político. Es verdad que ha servido para apaciguar las aguas turbulentas de la política catalana, para entrar en un nuevo tiempo de estabilidad. Pero no podemos olvidar cómo se cocinó la ley de amnistía, el juego de trileros verbales que armó el PSOE con una ley sin encuadre en la Constitución; pasamos de que los socialistas renegaran insistentemente de ella (afirmaban que era ilegal, anticonstitucional y que quebraba los tres poderes del Estado) a que (tras el visto bueno del señor del maletero a facilitar un gobierno del PSOE) nos hicieran creer que, de un día para otro, fuera legal, conveniente y constitucional. 

Y no podemos olvidar que detrás de la amnistía hay delitos, millones de euros que han sido malversados y que los que han promovido y alentado esta corrupción económica e institucional están ya en las calles. El Estado se ha arrodillado y sujetos que han saqueado millones de euros, con un tráfico de influencia inaudito, para hacer política partidaria, interesadas e incendiaria, disfrutan de un vino y de un aperitivo en sus casas como si nada hubiera pasado. Y ahora, los mismos que desafiaron al Estado y que ya visualizan en el futuro cercano un nuevo referéndum de autodeterminación, como reclama el propio Junqueras, se van a llevar una recompensa en el nuevo reparto de la financiación estatal. Y dentro de esta marabunta política de lo absurdo, hay un tipo que sigue recorriendo Europa en un maletero y que, como Nerón, puede tambalear el país y dejar caer al presidente con su pulgar cuando le venga en gana.

En definitiva, las siglas de las que salieron los culpables del proceso catalán son determinantes en la estabilidad de la política española y van a sacar un beneficio político y económico por quebrar el Estado de derecho, la convivencia y carbonizar el diálogo y las calles. Y esto significa también que los matones que robaron el banco tendrán las llaves para que puedan volver a robarlo. El chantaje está asegurado. Los matones van a la oficina y le dicen al jefe cómo hay que despachar el trabajo si quiere seguir en el cargo. Con Pedro Sánchez, la apología del disparate está asegurada. 

BS

Vídeos de A3 Noticias (Editoriales de Vicente Vallés sobre la amnistía (23/11/2023 y 30/05/2024)).



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