Patria



Patria fue el libro revelación y revelador del 2016. El libro de Fernando Aramburu 
recibió el Premio de la Crítica en el 2017. No ha sido casualidad.  

Todo sobre Patria está dicho y escrito. Aramburu ha dado con la tecla exacta en el momento certero. La obra, ya icónica, tiene su lugar reservado como una de las novelas con más impacto y repercusión de los últimos años. Es la obra literaria con más peso y que más interés ha suscitado en la sociedad española en estas (casi) dos décadas del siglo XXI.

Se trata de un libro que esconde escenas tan vivas y reales que acabas dudando sobre su ficcionalidad. Aramburu nos narra con cercanía, con tacto, la amalgama de instantáneas de un pueblo vasco en los años de machaque del terrorismo. También vemos, a cuchillo, directamente, sin filtros, los pormenores de una sociedad contaminada. Somos espectadores del estado de hipocresía, angustia, de miedos, de rechazos, de opresión y, sobre todo, de odios.

Ha visto la luz, Patria, en un momento clave. La distancia nos ha ayudado a crear sólidas panorámicas del pasado de Euskadi, de España, de su caos y de sus certezas.

La historia nos deja ante dos familias, en Rentería, en el País Vasco de los años oscuros. Pero Aramburu, más que poner la luz sobre el conflicto sangriento, ofrece una visión de la sociedad, de sus calles, de las vidas y de cómo estas se parten. Las dos protagonistas principales de la obra son dos madres. Dos mujeres apolíticas que tenían una profunda amistad que queda resquebraja por la violencia y la cerrazón. 
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Patria deja al descubierto, a la intemperie, la frialdad, lo miserable que puede ser el ser humano, como individuo y como colectivo, en situaciones excepcionales

Las dos principales voces de esta historia, que es una ficción, pero que está cargada de verdad, son Bittori y Miren. A ambas las unía una amistad pura, que trascendía. Eran hermanas. Pero todo se tuerce por la euforia política, por la intolerancia visceral. Quedan convertidas en acérrimas enemigas. Una amistad que se pierde por el camino por culpa del conflicto.

Bittori quedará viuda, será víctima de ETA. No solo pierde a su marido, pierde las ganas de vivir y recibe la espalda y la insolidaridad de sus vecinos. Su carácter se agria. Su marido Txato será asesinado por un disparo en la cabeza. Las escenas de Bittori comentándole la soledad de sus días, los infortunios y las penurias de su vida, a la lápida de su marido, te dejan sin palabras. Pero el vacío de ese asesinato no solo permanece en Bittori, no solo le traga a ella. Será palpable en los hijos, en Nerea y en Xabier, que se ven absorbidos por ese negro trauma.

Miren, es madre de Arantxa, una chica que sufrió un ictus y que le dejó graves secuelas físicas; de Gorka, un chico escuálido aficionado a la lectura y a la escritura; y de Joxe Mari, corpulento, violento e impulsivo que acaba en la kale borroka y que es quien asesina a Txato, a la mujer de Bittori. Su marido, Joxian, era un acérrimo amigo y compañero de ciclismo y de mus de Txato, en el pasado, y asiste atónito a los cambios viscerales de su hijo, a su vinculación con la lucha armada, al asesinato, y también, al cambio radical de Miren, que se radicaliza completamente, que pasa a tener un carácter intolerante y extremista, a politizarse, como modo de defender a su hijo, más que un modo de defender la postura política de su hijo. De hecho, Miren nunca en su vida había tenido intereses políticos. La factura de tener entre sus raíces a un hijo asesino dejará también graves secuelas. 

Patria te hace reflexionar sobre lo acaecido, sobre la histeria, sobre la inercia de la maldad. Aramburu ha intentado afianzar un argumento imparcial, plasmando las situaciones, las emociones, los desprecios y la clandestina solidaridad (que también existe). Es inevitable que aparezca esa neurosis y esa sed de venganza ciega e inhumana de quienes con las pistolas querían construir su país, dejando al descubierto las miserias del ser humano. Pero este es un motivo secundario, ocultado. Patria es un libro que intenta reflejar aquella anormalidad extraordinaria que pasaba por cotidianeidad. Lo que suponía vivir en el País Vasco de los años oscuros, de los años de plomo, bajo las mil y una apariencias del terror, con un sinfín de personas que eran señaladas y estigmatizadas. Una sociedad que estaba enferma, sin alma, que callaba y marginaba a las víctimas, a sus familiares, que en muchas ocasiones pasaban a ser seres marginados. Txato y Bittori son las víctimas en la que se refleja y retrata todo eso. Y Patria deja al descubierto, a la intemperie, la frialdad, lo miserable que puede ser el ser humano, como individuo y como colectivo en situaciones excepcionales. Algo que ya dejó por escrito Vikto Frankl, testigo del holocausto, en su libro hegemónico El hombre en busca de sentido.

Aramburu no introduce a simples personajes-marionetas, a arquetipos. No hay, por así decirlo, una dicotomía tajante entre buenos y malos. Al contrario, es un libro con personajes complejos, apolíticos, que evolucionan según las circunstancias y vicisitudes. Personajes que comparten las mismas calles, las mismas plazas, los mismos mercados. Pero sobre todo, por encima de todas las lecturas, Patria es un libro con dos familias destrozadas por el terrorismo. Un terrorismo indirecto y colateral, que salpica a dos familias que son víctimas de una guerra en la que no pintaban nada, en la que no querían pintar nada. Una guerra sucia inundada de trincheras y disparos por la espalda.

La novela juega con los grises. Hay frases que caen de pie, que rompen. Existen sutiles diferencias que marcan y Aramburu es consciente de esa dicotomía. Algunas familias tuvieron que enterrar a un familiar asesinado, algunas personas tuvieron que enterrar a un ser querido, y sentir el desprecio de sus vecinos. Otras tuvieron que visitar a un familiar asesino en la cárcel. El terrorismo lo contamina todo, pero las posiciones no son comparables. Aramburu no alecciona, no quiere dar lecciones políticas o morales sobre el conflicto. Sí deja frases que son banderas, frases que caen como bombas: “no dejemos que el odio amargue nuestras vidas”; “que todo esto no nos haga malas personas” (pág. 35). Y una última que es la frase de una niña que mira el mundo con los ojos de la inocencia: “La gente buena no mata”. Es lo que le dice Ainhoa a su abuela, a Miren (pág. 93) que en ocasiones sale en defensa de la lucha armada. 

Es inevitable que Aramburu desmitifique a ETA para aquellos que creían que la lucha armada podía ser un vehículo político, porque el terrorismo no ha sido el salvador de nada. Para algunos el fin justifica los medios, y con esta premisa, todo es justificable. Aramburu apenas habla de ETA, de la lucha armada, pero deja claro que el terrorismo que empuñaron era arbitrario y sangriento (maniobrado por jóvenes fácilmente manipulables); a veces mataba al que pensaba diferente, y otras tantas, por envidia, por venganza, por no pagar el impuesto revolucionario, porque sí, por error, por estar en el lugar equivocado a la hora equivocada, llevándose por delante vidas inocentes, destrozándolas de raíz. Un grupo terrorista que no le da aprecio a las vidas que habitan su pueblo no puede tomar la voz y la palabra del pueblo

El libro, a pesar de las tragedias, esconde una lección de humildad, de esperanza, de valentía. Aramburu nos pone delante de buenas personas que acaban contaminándose por el conflicto pero que no pierden su esencia, que no se rinden. Viven aferrados a unos valores y no venden ni compran el odio que promueven otros en mil y una revueltas. Es un libro que sirve para recordar a las minorías silenciadas, a las víctimas. Conmueve. Pero no se alimenta del rencor. No busca la venganza, la revancha. No señala, no deletrea a los culpables por los tiros, las injusticias y las humillaciones, sino que deja que la historia corra, que se muevan los personajes con sus acciones, con sus vidas, problemas, anhelos e idiosincrasias. Que hablen por lo que hacen. 

Un libro con piel. Un libro que nos recuerda que el terrorismo no solo mataba; destrozaba a la sociedad, y aun así, no pudo con ella. Patria es una novela que habla del perdón, de la reconstrucción. En Patria el corazón vence porque tiene más fuerza y argumentos que el odio.

Siempre resulta conveniente reflexionar sobre el pasado, con sus luces, sus grises y sus sombras. Observar los pasos que se han dado. Y recordarlos. Para no perder el camino.

B S

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