Megadeth y Mustaine; palabras mayores

 Megadeth visitó Sevilla el pasado jueves y la conquistó. La dejó boquiabierta y la transformó en el ágora del trash. Mustaine y sus secuaces no defraudaron. El frotman aguantó, además, el chaparrón de calor de la Plaza de España de la capital andaluza, con unos justicieros y tórridos treinta grados a las once de la noche, y dejando, a la postre, su talento, que no se derritió, en el escenario del Icónica (aunque sudó la gota gorda). 

Después de unos últimos años turbulentos marcados por el cáncer que asoló al genio de Arizona, y la sombra de una despedida definitiva, el carismático líder, el tótem de las seis cuerdas, que elevó la guitarra eléctrica a otro nivel, no ha tirado la toalla y ha vuelto a las andadas. Sigue en pie de guerra con la gira del último disco, The Sick, the Dying... and the Dead!, de hace tres años. Un disco que mantiene la garra intacta y que transinta por el speed y el trash.

Mustaine y los suyos rescataron y repasaron el repertorio más laureado. Pasaron por sus primeros discos, por los elepés con más solera de los ochenta y noventa (a excepción del YouthanasiaRisk). Yo eché en falta un punto de inflexión, un "Breadline" (una letra con piel, una composición fascinante y un solo de guitarra majestuoso, fabuloso), o un guiño al Youthanasia con "A tout le monde", "Train of consequences", "Reckonig day" (la gran balada y dos temas que evolucionan espectacularmente). Pero más allá de mi setlist personal, todos los grandes clásicos fueron colocados en la bandeja de plata de la noche sevillana con dos paradas pertinentes sobre los últimos singles de los álbumes más recientes (con "Dystopia", del disco homónimo, y "We'll be back"). Así, con el frenesí frenético de los tracks históricos, aclararon las dudas sobre quién es el jefe en esto del trash metal. 

Es cierto que la voz de Mustaine, cascada y algo ahogada, fue por momentos el único pero, amén de algunas fallas por imprecisiones con la guitarra. La línea vocal nunca fue su fuerte en los directos. Pero la actitud, el desborde técnico de la banda, ese estado de felicidad permanente que mostró Mustaine, con una insistencia con los agradecimientos inusitado, hicieron que la hora y media de show volara. Las más de diez mil personas pasaron por alto los achaques en la voz de un hombre que va camino de los sesenta y cuatro años. Porque en el rock, la actitud, vale el doble. Al César lo que es del César y a Mustaine el trash que le corresponde. El cofundador de Metallica lleva el guitarreo y el machaque en las venas y aún tiene una puesta en escena notable, velocidad, brutalidad, cuerda y ganas.

No soy objetivo con Megadeth. Es una banda que de una particular manera me iluminó, y por ello, viví el concierto como un regalo de la vida. Guardaba mis reparos por el calor infernal y por la situación vital de Mustaine, pero sin duda, el ideólogo de joyas atemporales como el Rust in peace, Countdown to extinction, Peace sells... dio el callo y el corazón. Iba sin coraza, en paz consigo mismo y con el mundo. Contó con su bestial banda; James LoMenzo al bajo, Dirk Verbeuren a las baquetas y Teemu Mäntysaari a la guitarra, que le facilitaron enormemente la tesitura escénica. Un cuarteto que dibujó, con las melodías endiabladas, un espectáculo para la posteridad. Para mí, en cierto sentido, el concierto traía aires de despedida, de última oportunidad. 

Megadeth ha construido canciones con una arquitectura de factura extraordinaria. Creador y capitán, epítome paradigmático, de este género, que abandera como nadie las guitarras distorsionadas, que reivindica los riffs infernales, con doble de adrenalina, junto a las atmósferas radiantes de oscuridad. La noche del jueves, por tanto, fue una parada obligatoria para los amantes del alter ego musical de Vic Rattlehead. Porque cuando alguien te ha dado tantas horas de música, tantas genialidades, tanto placer ojiplático con sus temas, uno solo puede agradecerle sus creaciones, sus discos. Devolverle el aplauso por lo que fue y es, despedirle como se merece por toda la felicidad que nos ha dado con su música, era, simplemente, un asunto de merecida justicia. 

BS

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