Nadal contra Nadal
El partido de semifinales de India Wells, entre Nadal y Alcaraz, fue una final anticipada, una pelea a cara de perro. El maestro contra el alumno, la leyenda contra la realidad. Una pugna entre dos generaciones; una que generación que asoma, que despunta; otra que baila y saborea las últimas canciones, que se resiste a dejar el rock n' roll, porque aún tiene fuerza y cabeza para manejar el solo de raqueta, porque todavía sale airoso de las vicisitudes de la pista y enhebra un juego resiliente y victorioso como nadie.
El partido tuvo un enemigo inesperado; el viento. Unas ráfagas de aire descomunales que removían los arenales del desierto californiano y que amenazaron seriamente con aplazar el partido. Pero los ramalazos del viento no impidieron que ayer asistiéramos a un cambio generacional en toda regla. Como ya ocurriera con un joven e imberbe Nadal cuando apeó a Carlos Moyá en 2008 del torneo de Madrás, con una entereza insultante, Alcaraz dominó muchos tramos del partido, sabía llevar la iniciativa, y Nadal era incapaz de dominarlo.
No mentiría si dijese que Nadal jugó contra Nadal. Que Nadal ganó un partido que pudo perder con pundonor, porque Alcaraz tuvo oportunidades para hacerlo. Fue un partido muy equilibrado, con un resultado engañoso (6-4, 4-6, 6-3). Y Nadal, después de tantear a su adversario, pasó a jugar un tenis tremendamente agresivo, directo, sin rallies, arriesgando, llevando su tenis al límite, recortando la duración de los puntos, las carreras y los desgastes. Así llegó a la final del torneo ATP 1000.
Nadal ganó un nuevo partido imposible ante un paisano que sube como un meteorito en el ranking ATP, que es otro guerrero de la raqueta, y que, al igual que Nadal, tiene más vidas que un gato. Nadal jugó contra un hueso, contra un jugador que es su clon, su plagio; un jugador que corre, que lo devuelve todo; un jugador que es un muro, hecho de garra, coraje y valentía. Alcaraz, en estos momentos, saca a la palestra un tenis más completo, posee un saque descomunal, tiene una derecha que bombardea, y además, un revés que aplasta cualquier respuesta posible. Además, Alcaraz, defiende fantásticamente desde el final de la pista, sabe cuando subir a la red, cuando ganar centímetros de pista, sabe utilizar y masacrar con las dejadas en el momento oportuno, sabe tapar la red, atacar y defender con globos, paralelas y cruzadas. Su tenis es rápido, fuerte y saber leer e intuir el juego. Todo ello con una punta de velocidad terrible, con una técnica exquisita, que aún está por pulir.
El tenista murciano, de tan solo dieciocho años, no desentona entre los más grandes. Porque ya es uno de ellos. Y ayer, más allá del resultado, Alcaraz jugó un partidazo y dejó a Nadal con la cara torcida durante muchos compases del partido, y al público, boquiabierto. "¿De dónde ha salido esta maravilla de tenista?" parecía preguntarse el graderío atónito entre vítores y aplausos. Pudo haber ganado el partido, y nadie se tiraría las manos a la cabeza. Y de hecho, cualquiera que haya visto el duelo entre el presente y futuro del tenis español, habrá notado que Alcaraz tenía más solvencia en el saque, y que Nadal sigue guardando a un guerrero dentro de sí, que nunca se da por vencido, y un apabullante oficio. Ganar, ganar y ganar. Oficio, oficio y oficio. Hay que recalcarlo y hay que darle el mérito extraordinario a lo que ha hecho Nadal y a lo que sigue haciendo. Ha sacado puntos de debajo de la nada. Y eso es lo que le ha hecho grande y lo que le sigue haciendo grande.
Alcaraz tiene tiempo para ser un número uno. Le falta temple, oficio y manejar el frío, manejar una buena lectura del juego, paciencia. Elementos, todos ellos, que Nadal lleva marcado a fuego por dentro. Alcaraz tiene un talón de Aquiles; los errores no forzados, que se le van de las manos. Es la asignatura pendiente. Cosas de juventud. Nadal, actualmente, con menos argumentos, pero con una madurez tenista aplastante, con oficio, hizo del control, de la cabeza, de la psicología, su caballo de Troya. Pero Alcaraz ha venido para quedarse. Y para ganarse el futuro más cercano.
Pero sinceramente, hoy se ha visto que Carlos Alcaraz puede ganarle a cualquiera, que es un jugador que no tiene techo y que el futuro es suyo. Nadal, mientras las piernas aguanten, seguirá peleando cada bola, y ganando partidos increíbles. El de hoy lo era, frente a un adversario gigante e inesperado, frente a un oculto número uno de la ATP, frente a Carlos Alcaraz. Y, Nadal, como ha hecho siempre, saca los laureles contra viento y marea. Por eso es y será un jugador irrepetible.
BS
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