Caquistocracia
La segunda toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, con la colaboración y participación directa de Elon Musk, Bezos y otros milmillonarios, dibuja un panorama político preocupante; la embestida a la democracia a golpes de populismo y billetera. La panda oligárquica de amigotes se ha llevado el gato al lodo. Ha ganado unas elecciones democráticamente por aplastamiento, ha convencido a una mayoría de estadounidenses con dos credos; ganar siempre más dinero y los estadounidenses primero. Su ideología es, por tanto, un capitalismo salvaje nacionalista sin refinar.
Pareciera que Trump, más pendiente de las cámaras y los baños de masas que de las políticas reales, no fuera consciente de la mediocridad y podredumbre argumental de sus primeras propuestas (porque de lo dicho a los hechos, no hay trecho, solo decretos deslavazados que son, en muchos casos, anticonstitucionales) con las que mantiene en vilo la atención internacional. Porque Trump se vanagloria de chapotear en la política de la incertidumbre con sus exabruptos. Además, cuenta con la distribución de la barra libre de la plataforma X, en manos de Musk, su brazo derecho en esta segunda legislatura, y con el apoyo del Washington Post, una referencia periodística en el pasado, ahora en manos de Bezos (comprado caprichosamente gracias al imperio que mantiene con Amazon). Y a esto se le suma la alfombra roja que le pone (a un presidente encausado por alimentar a hooligans desfasados con un golpe de Estado hace cuatro años) un medio de comunicación capital en Estados Unidos como es Fox.
Si las segundas partes nunca fueron buenas, la segunda entrada en el despacho oval del inestable, ególatra, vanidoso y antojadizo Trump es sinónimo de preocupación; volverá a gobernar, a subir la apuesta, con su política a través de incendiarios telegramas en X. Todo indica que asistiremos a una versión política más desatada y vehemente, más radical e impulsiva, marcada con una nueva y desconocida actitud imperialista y expansionista. Así lo ha demostrado con su pulso geoestratégico, con sus ocurrencias con Canadá y Groenlandia, con el Canal de Panamá. Trump sigue alardeando con su antipolítica, disparando primero sin preguntar después, con la arrogancia y la casquería como motor, más que del cambio, del desconcierto.
BS
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