Cuando el diablo viene a por ti

      "Ten cuidado cuando estés en lo más alto, porque ahí es cuando el diablo viene a por ti"

Denzel Washington a Will Smith 

(27/03/2022)


     Dentro de unos años, pongamos cincuenta, cuando alguien busque y curiosee sobre películas pasadas, quizás repare y tropiece con alguna de las películas del actor Will Smith. Si busca información, y cliquea en su nombre, lo primero que encontrará no será que fue el actor principal del El príncipe de Bell Air, que fue un exitazo en España, un fenómeno mundial, o el actor que interpretó extraordinariamente el papel principal en En busca de la felicidad, o que ganó un Oscar al Mejor Actor, en el 2022, encarnando al huraño padre de las tenistas Williams en El método Williams. Probablemente se topará con la desafortunada agresión del domingo que quedará como una eterna mancha de aceite que oscurecerá toda su carrera profesional y que habrá de marcar todo lo que le resta de vida. Y esa es ya la imperecedera condena, la multa en la frente que llevará para siempre.

Pasadas cuarenta y ocho horas de la galleta padre, se han vertido miles de opiniones sobre la errónea e injustificable actuación de Will Smith en la gala de los Oscar del pasado domingo con el presentador. Cuando uno vuelve a revisar las imágenes, lo que contemplamos es a un hombre sobrepasado, impulsivo, nervioso, con un fondo oscuro, que no sabe contenerse, que reacciona con violencia sobre una broma del humorista Chris Rock lanzada a su mujer, que poco después utiliza, sentado de nuevo en su butaca, explota y le grita con un lenguaje virulento, exacerbado, vulgar, con odio, enloquecido, "¡saca el nombre de mi mujer de tu puta boca!", que enturbia toda la atmósfera en el Teatro Kodak, en un acto televisado, retransmitido en todo el orbe, y, simplemente, da pena. Will Smith dio pena. Cometió el mayor error de su vida en peor momento posible, en el peor escenario posible, el día en que iba a ser reconocido por su trabajo como actor, el día en que iba a ponerse la guinda como actor, en que iba a marcar en negrita su nombre en el universo cinematográfico. 

No hay debate posible; el tremendo guantazo es una sobrerreacción a una broma de un humorista que juega con los límites del humor,y en ocasiones corrosivo, pero que en esta ocasión iba con el freno de mano. Lanzó la broma incluso con tacto, con cariño, precedida de un "I love you", sobre Jada Pinkett-Smith, la mujer de Will Smith. Una broma que apelaba al aspecto militar de la misma, a hacer la segunda parte de La teniente O'Neil, (protagonizada, por cierto, por una de las divas más sexy del territorio Hollywood, por Demi Moore), porque tenía la cabeza rapada. Hasta ahí la broma, después supimos, que sobre Jada se escondía una enfermedad y un problema de alopecia que le estaba causando estragos. Pero la broma no estaba en ese encuadre. Y parece, también, que entre Chris Rock y Will Smith quedaban asuntos abiertos pendientes. 

La reacción de Will Smith, tan imprevisible como enfurecida, con la bofetada, sí sobrepasa todos los límites, y las lecturas que focaliza al humorista Rock, sobre que fue una broma fuera de lugar sobre la enfermedad de su mujer, sobre la alopecia, es un sinsentido, son exageraciones, y es perder el pie de la fotografía del momento, el contexto de la broma que se produce dentro de un show, de una gala, guionizado, y del pacto que debería haberse mantenido entre un humorista, que está presentando una gala de ese tipo, y los asistentes y nominados. Y nadie mejor que Will Smith, que ha sido un humorista a jornada completa durante muchos tramos de su carrera profesional, sabía que ese era el juego, el organigrama, que debía respetarlo y que su guantazo en ese contexto fue lanzarse una bomba nuclear sobre sí mismo.

La cadena de errores no acabó en el guantazo a Chris Rock. Después de pasar a la historia por agredir al presentador, y de que el presentador aguantara estoicamente casi como si nada, siguiendo con bromas y con tablas y dando paso al Oscar al Mejor Documental (sin que la Academia y los periodistas supieran muy bien qué hacer/decir ante el magnánimo cruce de cara, sobre si aquella era parte pactada del surrealismo de la gala, o no), Will ganó el Oscar y tomó la palabra. Pata entonces, aún presente la atmósfera de confusión, Will Smith sabía que se había destrozado a sí mismo, boicoteando uno de sus momentos más memorables de su carrera, convirtiéndolo en uno de los peores días de su vida. Y, el actor de Philadelfia, volvió a tirarse piedras sobre el fondo del pozo en que se encontraba, y se disparó en los dos pies. 

Cuando recogió el Oscar a Mejor Actor Protagonista, asistimos a un nuevo desenlace extraño; vimos un hombre hundido, recitando frases inconexas, laberínticas, hablando de Dios, del papel que este le ha otorgado, de las faltas de respeto que tiene que aguantar por ser actor, de las sonrisas falsas, de la hipocresía, dándole una mística extraña a cada palabra, a la recogida del premio, todo oscurecido por el guantazo que acaba de dar, llorando a lágrima viva, a lágrima muerta, dejando una frase terrible, de psicópata de libro, con la que parecía justificar el amor a la familia y la violencia previa: "el amor te hace cometer locuras". Una frase con la que parecía justificarse por lo que acaba de ocurrir y con la que no arregló la noche.

Más allá de todas las lecturas, porque a nadie se le escapa que sostuvo una actitud machista, una masculinidad tóxica, reprobable, vergonzante, aunque en las redes, muchos usuarios apelaban a que defendió el honor de su mujer, como en el medievo, la cosa dio para debates sociales y raciales. Algunos periodistas postularon con más o menos trascendencia que detrás de la escena se esconden cuestiones de género o raciales, incendiando hipótesis; ¿este guantazo hubiera sido diferente entre un hombre y una mujer, si el guantazo lo hubiera usado su mujer?, ¿si hubiera ocurrido entre un hombre blanco contra un hombre negro, o viceversa?, junto a un sinfín de narraciones que tratan de explicar el bofetón del siglo. Lo que está claro es que Will Smith estaba, por los motivos que fuera, totalmente superado, y es un hombre perdido que ha cometido un terrible error y que ha perdido perdón, que desde hoy mismo parece que ha asumido su eterna mancha de aceite, que tendrá que aprender a vivir con ella. 

El domingo, en la gala de los Oscar, sentado en una de aquellas butacas, había un hombre que necesitaba paz, que quizás no es feliz. Un hombre psicológicamente devastado, consumido, con el alma enmarañada, un hombre que quizás finge detrás de las cámaras y de los focos y de los flashes, como tantos otros, encarnando el mito del payaso triste, como ya ocurrió con Robin Williams.

De los errores se aprende y Will Smith ha aprendido y debería aprender mucho. Es muy revelador como Denzel Washington, poco antes de recoger la estatuilla, después del guantazo, le soltó una advertencia que suena a epitafio, quién sabe si es el epitafio a su carrera, que probablemente no, que le acompañará también, como todo lo ocurrido en la noche del domingo, como un tatuaje, el resto de su vida: "ten cuidado cuando estés en lo más alto, porque ahí es cuando el diablo viene a por ti". 

BS

Comentarios

Entradas populares