Una literatura que muerde



Después de leer Un amor (2020) tuve la necesidad ―y digo bien, “necesidad”, porque me causó una tremenda impresión― de seguir leyendo a Sara Mesa. Al final, después de indagar en los libros que había escrito, y escrutando brevemente temáticas y sinopsis, me decanté por esta obra que es una colección de cuentos; Mala letra (2016). Dejo pendiente para el futuro Cicatriz (2015) y Cara de pan (2018) ―y como el que no quiere la cosa, más libros para la lista interminable de libros pendientes―.

Los cuentos de Mala letra son muy reconocibles, se nota que detrás está la misma pluma, el mismo código, la misma fuerza. Un intento por crear una literatura diferente, penetrante, dura, que muerde. De nuevo, al igual que ocurre con la novela, con Un amor, los cuentos vuelven a recrear escenas de la calle, del día a día, aparentes realidades, y para no hacer spoilers, digamos que todo acaba hundiéndose en las arenas movedizas de lo extraño, en enigmas indescifrables. Todo acaba saliéndose de sí mismo, dándose la vuelta. Sin magia, sin fantasía, sin Iker Jiménez. 

No hay tampoco una distorsión valleinclaniana, como hace el genio gallego con Luces de Bohemia, por ejemplo. No llega a lo grotesco, no hay espejos deformantes. Ni convierte la realidad en otra realidad paralela, en otredad, donde lo real y lo fantástico se funden, como lo haría Cortázar, o el eterno no Nobel, Murakami, sino que narra acontecimientos cotidianos, con personajes cotidianos, en ciudades y calles cotidianas, y ahí, los personajes acaban actuando de un modo errático o son testigos de algo que se digiere con naturalidad, por el personaje, pero que es extraño para el lector, y acaban floreciendo en ellos miedos enterrados, insólitas obsesiones, misterios sin respuestas; Sara Mesa deja finales abiertos, parajes narrativos ambiguos para que crezcan las dudas y las interpretaciones, tramas con cabos sueltos. 

En esta colección de cuentos encontramos una originalidad aplastante, y, como ya ocurriera con Un amor, de nuevo, la excepcional manera de narrar los hechos de nuevo presente. Un narrar que te atrapa, que te engatusa. Lo percibes desde la primera línea, con el primer párrafo, en cada relato. Una narrativa cautivadora que te va llevando de la mano de la sugestión, de la intuición porque a veces es más la atmósfera que flota, la sensación que late, lo que sienten los personajes, o lo que parece que están sintiendo los personajes, que lo que ocurre o ha ocurrido. La realidad es pura fragilidad. 

Destacan numerosos temas en los cuentos, como el papel y el rol de la mujer en la sociedad, la salud mental, el suicidio, la influencia de la educación pasada/franquista, la infancia, la autoridad, las relaciones personales, las relaciones tóxicas, las relaciones de pareja, las relaciones familiares, etc., y, frecuentemente, los temas se entrecruzan magistralmente en los cuentos.

Leer a esta autora ha sido todo un descubrimiento. Seguiré leyéndola, aunque sus propuestas son intensas y necesitan de un lector despierto, activo, y a veces alguna relectura, para aclarar. Te pone a prueba como lector. Pero, con todo, es una autora increíblemente adictiva.

BS

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