La hipocresía, si da votos, es menos hipocresía

 Con Rubiales tuvimos el gran punto de inflexión. Aprendimos que la sociedad ya no tolera a los Torrentes de turno y que, ahora mismo, las actitudes machistas, no son graciosas ni entre los corrillos cómplices de hombres deslenguados. Ya no hay complacencia. Con Errejón empieza un segundo capítulo, porque la sociedad feminista ha venido para quedarse; para devolver facturas y cobrar deudas pasadas. Nos hemos quedado en shock porque ha sido un cazador cazado en toda regla —y por toda la farándula perversa con la que abusaba de las mujeres—. Además, ha abierto la caja de Pandora del machismo, de los asuntos pendientes del machismo, y estamos todos a la espera de que salgan más hombres, más políticos, más periodistas, más futbolistas...

Que la sociedad evoluciona, es evidente e imparable. Hace unos años Nevenka tuvo que exiliarse de su ciudad y de su país porque el juicio social que recibió fue inasumible. Ganó el primer caso de acoso sexual, pero ella quedó marcada socialmente. Fue la señalada. Ganó el primer caso de acoso sexual sobre un político importante y marcó un precedente, aunque ella acabó siendo una paria. El político se quedó en Ponferrada, recibió el apoyo de su pueblo, de sus ciudadanos. Se organizaron entonces manifestaciones para reivindicar la figura del exalcalde y para arremeter contra Nevenka de una manera salvaje. Las entrevistas de los participantes de esas manifestaciones están disponibles en internet, podemos ver y escuchar a mujeres y a hombres de Ponferrada cómo sueltan auténticas aberraciones. Este hombre fue acusado, perdió el juicio, pagó una multa leve, calderilla para sus bolsillos, y volvió a presentarse en las siguientes elecciones de Ponferrada, tras salir del PP, con un proyecto político personal con que obtuvo representación. Fue la tercera fuerza política de la ciudad. 

Otro caso que convulsionó a la sociedad, y que provocó un giro de guion del paradigma machista, fue todo lo que ocurrió con el caso de la manada. Pasamos de un juez que fue despedido del juicio porque no vio una violación grupal —sino que vio un show pornográfico, un acto lúdico y consentido— a una jueza, y a todo un país, que vio todo lo contrario. La interpretación del primer juez —que ignoraba a la víctima y que defendía a los verdugos— dio lugar a que los magistrados de todo el país se llevaran las manos a la cabeza y pidieran su cabeza. Se produjo un escándalo social y judicial sin precedentes. Después del despido de este, entró una jueza que sentenció que era una violación en grupo sin consentimiento. 

Este permuta puede parecer un caso baladí, anecdótico, en donde dos jueces cruzan interpretaciones antagónicas sobre un mismo caso. Pero lo que hay detrás de las dos interpretaciones es que en una, en la primera, en la del juez, está la visión del hombre, todo un imaginario machista que da lugar a que acabe dando un veredicto fallido y que habría provocado que cinco personas culpables quedaran en libertad después de cometer una violación. Por tanto, esta cultura machista es una cultura que afecta a los comportamientos judiciales, sociales y sexuales. No es casualidad que el hombre, educado en una cultura que tolera la prostitución —tratar a la mujer como un objeto sexual, una mercancía sexual, a cambio de dinero— y el consumo de la pornografía sin filtros desde una temprana edad, asuma con normalidad en sus relaciones sexuales un rol dominante y que el papel de la mujer quede relegada al de ser una perfecta sumisa —una mujer irreal que está deseosa de complacer al hombre todos sus deseos y órdenes—. Además, en estos entornos sexuales, es frecuente la misoginia, la deshumanización de la mujer y son recurrentes las fantasías en donde un grupo de hombres practican sexo vejatorio y dominante con una mujer. En el documental Generación Porno se exponen varios datos relevantes sobre la adicción y el consumo de pornografía en los hombres que guardan relación con todo lo expuesto anteriormente. Su consumo afecta a la salud sexual y afectiva, a cómo los hombres ven a las mujeres y a las relaciones que mantienen con ellas. Aprenden de lo que consumen y después quieren ponerlo en práctica. ¿Hay una causa-efecto? Las evidencias demuestran que sí; en los últimos años el vídeo con más visualizaciones de las principales webs es una violación grupal recreada. Una de las búsquedas más repetitivas cuando saltó el caso de la manada fue la del propio vídeo de la violación de la manada. Y este consumo, que empieza a los ocho años, provoca que se normalizacen en los hombres prácticas machistas, abusivas y tóxicas. 

Hace unos años la cultura más depravada, sexualmente hablando, de los hombres, en muchos casos se limitaba al mundo prostibulario, con hombres que compraban a las mujeres para su uso, abuso y disfrute. Después, en sus casas, mantenían la decencia, el respeto y civismo. Ahora, la cultura sexual que deriva de esta y de la pornografía, da lugar a que los hombres sigan teniendo una sexualidad machista, desigual, distorsionada y enajenada, porque se han educado en un individualismo que anula el deseo, la reciprocidad, el afecto y el cariño de la otra persona; confunden ficción y realidad, e incluso un juez ve, claramente, en un vídeo, tras una denuncia por violación grupal de una mujer, un hecho lúdico, y consentido, y no una violación.

Que dos jueces no vean que en el vídeo de la manada hay una violación grupal, es la consecuencia de la normalización de la pornografía, del machismo, y este es también judicial —porque es cultural—. La segunda jueza que se encarga del caso mostró varias capacidades que el primer juez obvió; inteligencia emocional y sensibilidad. Vio la agresión, le dio credibilidad a la víctima —que lo denunció—, empatizó con la víctima, con su sufrimiento, y entendió todo el contexto tan violento que sufrió esa mujer. La jueza sí tuvo en cuenta que la joven estaba ebria, que estaba en una posición vulnerable y manipulable, rodeada de cinco hombres, completamente sometida. Los cinco hombres generaron un contexto de dominio —un dominio que es físico y psicológico— para realizar una agresión sexual. Si un juez no entiende que ese contexto es un contexto intimidatorio y abusivo, que da lugar a que la víctima esté totalmente coartada, maniatada, sin decisión, tenemos un serio problema. Porque esto solamente tiene un nombre; violación. Es más, si el primer juez hubiera tenido una hija con la misma edad, o la víctima hubiera sido su hija, o él hubiera sido la víctima, su interpretación de los hechos habría sido muy distinta, porque habría comprendido toda la parte emocional del caso; cómo de destrozada queda una persona tras sufrir una violación, el calvario en que se sume una persona después de sufrir una violación grupal. Y no se le habría ocurrido decir semejante gilipollez como la que soltó —no habría hallado por ningún lado los adjetivos "lúdico" ni "consentido"—.

Como toda acción recibe una reacción, no hay que olvidarse de que partidos como Vox, y algunos sectores del PP,  que están en contra de llamar violencia de género a estos casos, son unos hipócritas. Están asumiendo un discurso feminista que nunca apoyaron y criticando a Sumar por la gestión de las acusaciones. Ni Vox, y ni a veces el PP, se avergüenzan de tildar de violencia familiar —u otro eufemismo del estilo— a las mujeres que son asesinadas por las manos de los hombres. Ni Vox ni el PP tienen protocolos para defender a las víctimas de acoso dentro de sus propios partidos. Además, nunca apoyan las políticas feministas, ni salen a sus manifestaciones y reivindicaciones, porque consideran que es terreno político de la izquierda y es terreno demagógico. Sin embargo, ahora todos se suben al carro del apuñalamiento de cadáver, porque saben que un caso como el de Errejón es muy jugoso políticamente. Porque la hipocresía, si da votos, es menos hipocresía.

BS

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