LeBron: un hombre de récord y de pico y pala
LeBron James se ha convertido esta madrugada en el jugador con más puntos de temporada regular en la NBA. Supera así al mítico pívot Kareem Abdul-Jabbar. El gigante de los Bucks y Lakers, que puso su punto y final parando el contador con 38,387 puntos, tras dominar en los setenta y ochenta, dejó sus pósteres con sus canastas, convirtiéndose en el Rey del Gancho, Sky hook's king, enchufando puntos como martillo pilón, con una particular, triunfal y meteórica carrera en la NBA (seis anillos y seis MVP). Ya es el segundo máximo anotador de la competición. Porque desde hace unas horas, el asaltante, el apodado The King (que también fue el apodo de Kareem), El Elegido, el niño de Akron, ha superado el registro bestial de Kareem. Y aún tiene cuerda para rato.
No ha dictado aún su epitafio baloncestístico, dónde está el punto final de su larga andadura con la pelota naranja. Si el cauce del baloncesto sigue su curso, y LeBron sigue al pie del cañón un par de años, pisando fuerte, aunque mengüe sensiblemente su nivel, es probable que llegue y rebase los cuarenta mil puntos. Una cifra que es simple y llanamente de ciencia ficción.
Tras veinte años en el oficio, cinco anillos en los bolsillos, cuatro MVP y unos contratos megamultimillonarios, LeBron, constata con estos datos espectaculares recogidos durante el camino, que su carrera es de leyenda. LeBron se ha convertido en un jugador increíblemente regular y completo. Posee una visión completa del juego, con solventes estadísticas en el tiro de dos y de tres, buen uno contra uno, matador. Un jugador con una dedicación plena. También sabe taponar y defender cuando toca. Ha sabido evolucionar con los años, y aunque en los últimos años, ya sea por edad, o por la competitividad del equipo, los desgastes y las implicaciones en el juego son menores, él sigue sembrando notables estadísticas. Los treinta puntos por partido es una tradición que no se salta, el pan de cada día. Un jugador que anota, asiste y rebotea. Un jugador que está, sin discusión, entre los cinco mejores jugadores de la historia.
En los Lakers es probable, por la nefasta dinámica del equipo argelino, actualmente fuera de todo (de competir los partidos, de los playoffs, de los anillos), que LeBron consiga grandes logros. Un hecho que a estas alturas le satura la frustración. Por tanto, la pelea por sumar su sexto anillo tendrá esperar y tendrá que ser fuera del equipo californiano (y por edad, tendrá que ser pronto). De hecho, hoy, a pesar de sus treinta ocho puntos, y del homenaje con Kareem pasándole la bola en la escenografía simbólica del logro, el partido se lo ha llevado el equipo rival, Oklahoma City Thunder (130-133), un equipo que sin ningún jugador con escaparate, están por encima de los Lakers en la Liga Regular. Los Lakers, que cuentan en su vestuario con un "Big Three" totalmente desaprovechado, con contratos que son una losa tremenda para el equipo y para hacer posibles movimientos, sobre todo con el caso de Westbrook, que se ha enquistado y que no ha llegado a jugar a un nivel, no sobresaliente, sino notable, y que rara vez supera el suficiente, provocan que la franquicia esté condenada a verlas venir; antepenúltimos en la clasificación del oeste.
LeBron ya ha dejado caer que quiere jugar con su hijo, un chico que estaría en el draft dentro de año y medio y que su nombre, por ahora, apunta a la baja (los últimos puestos de la primera ronda del draft). Sería un hecho simbólico, en cualquier caso. Pero mientras los Lakers dan palos de ciego, con el peor Westbrook y Anthony Davis que se recuerdan, LeBron espera a que el milagro y los mandamases arreglen el tinglado con algún cambio de cromos, hipotecando sus rondas del draft, para hacer del equipo dorado y púrpura un equipo que pelee los partidos. Porque él sigue dando el do de pecho con sus treinta y ocho primaveras.
Quizás LeBron no sea el mejor de la historia, porque Jordan, era otra cosa; cegaba con su juego y final que pisaba, final que ganaba. Pero como con todo, para gusto hay colores. LeBron es un jugador que pasará a la historia en este deporte que llamamos baloncesto. Completo y regular a partes iguales. Una máquina por que no pasa los años. Un monstruo que ha venido a vernos, como nos narra Guille Giménez, para enchufarla.
BS
Comentarios
Publicar un comentario