El perfil bueno

 El documental de Sabina, Sintiéndolo mucho (2022), es un documental hecho por un amigo y un admirador. El perfil que sale es siempre el perfil bueno. El Sabina personaje que se obsesiona con los versos, que le canta a la vida, a la nocturnidad, y que se fuma un cigarro y se bebe un whisky hasta dormido. El bohemio, el trovador. Pero la persona, Joaquín Sabina, apenas sale en el plano.

Quince años ha estado Fernando León mirando a Sabina de cerca y dejando que se explaye en la comodidad de un sofá, en el cobijo de las cervezas de los amigos, en la impaciencia letal de los camerinos y en su cuadrilátero de periferia particular, mirando de tú a tú, a los versos. Rastrea por momentos en el pasado, en las lejanas raíces, en Úbeda, en los trenes que van hacia el norte —nunca a Extremadura—. Pero pocas historias nos cuenta de Londres, de las penurias y sinsabores, de los discos que han marcado su trayectoria, de las giras interminables o de las mujeres que le dejaron cicatrices —salvo Jimena, su mujer actual, que sale a veces en los márgenes—.

Habría estado bien indagar y escurrirse en su vida anterior de rock, cocaína, putas y desencuentros. Porque tuvo marcados y luminosos desencuentros con Serrat, con Fito Páez, y recientemente con su guitarrista y mano derecha —que separaron sus caminos después de cuarenta años de contienda—, Pancho Varona. Y quedaba en el frigorífico un interesante pastel por cortar; qué relación tuvo y tiene con sus hijas.

El director no quiso apretarle un poco las tuercas. Y no por ello tendría que haber entrado en un discurso amarillista, superfluo o sensacionalista. ¿Cómo es la vida familiar de un gigante de la música que además es padre?, ¿cómo han sido los años de aventuras de un cantautor, venido a rock, con lista de espera, probablemente, de grupis? En una entrevista con Wyoming, por ejemplo, en La azotea de Wyoming, se abre en canal y muestra su perfil chulesco, machista, sin ambages, que aprueba la idea de disfrutar pagando por los placeres con las mujeres, y alardeando además de ello. En una de sus canciones más míticas, "Contigo", por tirar del repertorio, habla abiertamente de la infidelidad, de cómo esta aparece en una relación estancada en la cotidianidad de los días iguales, de las contradicciones. Es indudable que los devaneos lastraron sus relaciones y de que su actitud vital no compaginaba con una típica vida de pareja y fidelidad. También podría haberle dado más tralla al lugar que ocupa en la cultura y su ubicación entre los literatos, a los libros de poesía que escribió o a sus implicaciones políticas —tan volátiles a veces—. Algunas menciones a Almudena Grandes, García Montero, e incluso más espacio a Leiva, su productor y co-compositor de unos años a esta parte, o a Benjamín Prado, con el que escribe mano a mano desde hace años. 

Creo que el documental tenía enormes posibilidades de haber dado más de sí. Entiendo que Fernando León quisiera dejar fuera la vida polémica y pasada, ser un ejemplar anfitrión, dejarse demandar por lo políticamente correcto y dejar los charcos para quien los quiera. Sale alguna angustia trágica y algún golpe de lleno que le da la vida y el Winzink. Pero el director, o Sabina, lo tenía claro; quería darnos al personaje, al genio, con sus brillos y sin sus sombras; a un Sabina poeta y bohemio, perdido y encontrado entre versos, copas, toros y sonrisas.

BS

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