Más allá de lo convencional: 'Rayuela', de Julio Cortázar

 

Más allá de lo convencional: Rayuela, de Julio Cortázar

Cortázar fue un escritor que rompió moldes. Sus cuentos, sus novelas y sus historias esconden siempre un inesperado y enrevesado pacto con el lector. Cortázar le exigía al lector que fuera activo, que la lectura cobrara otra dimensión por la actitud protagonista del lector. Como si lo que leyera lo estuviera escribiendo al mismo tiempo. Jugaba con el otro lado de las cosas, el otro lado de la vida, la interpretación oculta de los hechos y del lector, con los enigmas con los que nos chocamos a veces en la vida y que pasan desapercibidos. "Casa tomada", "Axolotl", "El perseguidor", "No se culpe a nadie" o Rayuela, son muestras prototípicas de su diferente y enigmática escritura. La realidad para Cortázar es un pedazo de goma eva.

La novela Rayuela es un perfecto epítome del juego cortazariano para con el lector, para esa metalectura. Agrupa elementos experimentales, que bate con una escritura automática y surrealista. Un totum revolutum literario. Cada página deambula por la música, el jazz, el alcohol, el humo del tabaco y las calles de París. Una bohemia parisina que, todo hay que decirlo, se le va de la mano a los personajes. Aquí, el juego cortazariano lo lleva a su máximo exponente. El propio escritor comentó en la maravillosa entrevista con Joaquín Soler Serrano en TVE, en A fondo, que Rayuela la escribió y terminó en unas condiciones físicas y vitales deplorables; no comía ni dormía, solo escribía impulsivamente, como poseído. Y creo sinceramente que el libro esconde una mezcla de inspiración, adrenalina e improvisación, como los solos de saxofón, dentro del pentagrama del jazz, de Charlie Parker, del músico con que tanto se deleitaba el ilustre latinoamericano. 

Para muchos lectores Rayuela es una obra de arte incontestable y para otros un montón de palabrería recargada, abstracta y sin sentido. Las dos posibles lecturas que propone el autor van de la mano de un argumento etéreo; narrativa, poesía y ensayo se entremezclan. La obra presenta muchas piezas argumentales que no encajan, multitud de divagaciones que rompen continuamente la trama, la verosimilitud. Porque es el lector el que tiene que cuadrar el círculo de la historia; el lector tiene la responsabilidad de construir, de alguna manera, la propia obra. Un reto que conlleva trabajo extra como lector. Algo que tiene, como mínimo, un punto de genialidad desde la perspectiva del escritor hispano. 

El autor argentino se atrevió a llevar la literatura más allá de lo convencional, a revolucionar la estructura clásica de la novela. Dos lecturas del mismo libro; la lineal y la salteada. De ahí la jugada con la rayuela en el título. Destartaló los conceptos básicos de introducción, desarrollo y desenlace / conclusión de la trama. Un hecho que dejó a la narrativa de mediados del siglo veinte boquiabierta. 

BS

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