Diciembre mundial (II)

La posesión sin peligro no sirve de nada

En una reciente entrevista a Valdano, en el canal argentino Tyc Sports, con respecto al juego mecanizado, automático, robotizado, de control y pase, y más concretamente con la selección española como equipo paradigmático del juego horizontal, el exjugador y periodista argentino afirmaba que España se ahogó, como en Rusia, en el tiki-taka, en los partidos de los mil pases. Un argumento recurrente que también verbalizaba en la apuesta capitulada que ha tenido en YouTube con Álvaro Benito, en Fútbol y vida. Parafraseando al anuncio del famoso coche en el que se explicitaba que la potencia sin control de nada sirve, con España podríamos concluir, visto lo visto en Catar y en los últimos campeonatos, que la posesión sin peligro no sirve de nada. Aunque para ser justo, también habría que tirar del cajón de la memoria y sumarle a ese esquema de derrotas, los logros; un Mundial (2010) y dos Eurocopas (2008 y 2012). Con lo que dejo la interrogación: ¿cuestión de modelo de juego?, ¿de esquema y táctica?, ¿o cuestión de jugadores?

El partidos de octavos con Marruecos fue un espejo casi calcado a lo que sucedió en el 2018, en Rusia y contra Rusia. Algo que ya se atisbó en la segunda parte del España-Japón. Dominio y posesión para nada, para aburrir a los muertos. De nuevo el 4-3-3 quedó en agua de borraja. Los metros finales, como en tantas ocasiones, acababan siendo para España un rondo más al estilo del balonmano, bordeando el área de un lado para otro, de un costado al otro. Marear la perdiz. Sarabia, que se reivindicó en sus cinco minutos disputados, lanzó al palo un balón en el último segundo y fue la ocasión más clara de todo el partido, al final de la prórroga. Y si ese gol hubiera hecho acto de presencia, habríamos tenido unos cuartos apasionantes con Portugal. 

La sensación que dejaron los octavos es que después de controlar el partido con la posesión, Marruecos no pasó demasiados apuros, a excepción del palo de Sarabia. Marruecos tampoco hizo contraataques que intimidaran, pero por algún motivo, el equipo africano se sentía cómodo defendiendo, aguantando la matraca de pases y, seguramente, esperaba su oportunidad, por si cazaba una contra de manera aislada, o si no, parecía conformarse con ver qué pasaba en la tanda de penaltis. Después, con la lotería de los penaltis presente, nos encontramos con un Bono que se gustó en el arco, que intimidó y paró dos penaltis decisivos. España no marcó ningún penalti de los tres penaltis que ejecutó, lo que implica una falta de respuesta en estas lides. Ningún penalti se tiró con soltura. Sarabia tiró su penalti al palo y Bono les paró sin demasiados alardes los penales a Soler y Busquets. Con un cero de tres en una tanda de penaltis lo más normal es que recojas los bártulos y cojas el vuelo de vuelta.

Muchos opinólogos se han echado las manos a la cabeza y consideran que España ha fracasado, porque le ha eliminado un rival históricamente menor y por caer en octavos. Las facturas contra Luis Enrique no tardaron en salir, aunque dudo de que un entrenador le diga a sus jugadores que hagan mil pases en el medio del campo y que no tiren a puerta. Además, la tesitura de tildar de rival menor a Marruecos ya ha saltado por los aires, porque es la gran sorpresa del Mundial, un equipo que encabezó su grupo dejando a Croacia como segunda (otra semifinalista que además apeó a Brasil de seguir peleando por el cetro futbolístico por excelencia de selecciones), eliminando a España y a Portugal, porque estamos ante un equipo semifinalista, con lo que habría que ajustar y calibrar las paladas de basura sobre la selección y sobre Luis Enrique. 

El ciclo del asturiano, entre dimes y diretes, ha llegado a su fin. Ha sido despedido como entrenador porque simple y llanamente Rubiales considera que la selección necesita un cambio de ciclo. Para mí, a la selección le ha faltado carácter, uno o varios Puyoles, que no es fácil de encontrar, porque es algo que podría haber aportado, por ejemplo, Iago Aspas (no necesariamente Ramos), aunque fuera con quince minutos de rebeldía, o con Borja Iglesias, al que se le ve guerrero y tunelador en el campo. Además, el delantero bético, habría aportado centímetros, es un nueve que sabe aguantar la pelota y abrir el campo a los extremos y cuenta con un remate de cabeza espectacular, algo indispensable en partidos que se traban con una defensa de diez, y que junto a Morata y Olmos, podría haber dado otra alternativa de juego. Pero esto es fútbol-ficción. 

El banquillo ha sido cedido a De la Fuente, encargado de llevar a la Sub-21 y que tiene una plata en los Juegos Olímpicos de Japón. Se pasa la pizarra y las flechas a un sucesor inesperado por nombre, pero que tiene lógica y conocimiento de las canteras inferiores de las distintas selecciones y sabe de primera mano cómo funciona la selección, las categorías y los distintos estamentos. Progenitor futbolístico de Iñaki Sáenz, que tomó la selección las riendas de la selección en su momento con más sombras que luces, pondrá a prueba al equipo nacional en las rondas finales de la Liga de las Naciones, donde el extécnico asturiano, logró dejar al combinado. 

Luis Enrique se despide de su andadura de la selección con una Final en La Liga de las Naciones, en la que perdió contra Francia, perdiendo con un fuera de juego irreconocible, que la FIFA ya encargó de eliminar definitivamente. A ello hay que sumarle unas semifinales de un europeo, perdiendo en las penas máximas contra Italia, a la postre campeona venciendo de nuevo en la tanda de penaltis a Inglaterra, sin olvidar que ha conseguido clasificar a la selección para las semifinales de la Liga de la Naciones del próximo año, y con estos octavos de finales del Mundial de Catar. La selección ha hecho un papel notable con Luis Enrique a los mando, unos registro que se han deslucido por el papel en el Mundial, que ha raspado el suspenso, que se mantendría en el aprobado por los pelos. Pero en las valoraciones hay que poner los recursos, los nombres de los jugadores, y no dejar caer toda la responsabilidad en el entrenador. ¿Se podría haber hecho más? Yo personalmente tengo mis dudas, y es por un motivo claro y patente; la gran parte de los jugadores que han salido en el once titular no son titulares indiscutibles en sus clubes. Las proezas de las Liga de las Naciones y el Europeo, son indiscutible.

Quedan pocos días para que se cierre el Mundial y grandes selecciones se han ido para casa. Alemania no pasó de la fase de grupos; Inglaterra, cayó con dignidad ante una Francia poderosa, que tiene muchos grandes nombres que acompañan al estelar y veloz Mbappé; Portugal, eliminado por Marruecos, en un partido trabado donde un empate habría sido justo, que supo dar la talla a pesar de los revuelos y niñerías de Cristiano Ronaldo, omnipresente en los medios y en boca de todos, que no sabe enfrentarse a su ocaso futbolístico, que patalea constantemente cuando se sienta en el banquillo; Brasil, sin duda el caso más tronante e injusto, un equipo estelar que apuntaba a campeón y que tenía, con Tite, números de campeón, históricos, pero la selección brasileña ha errado en dos partidos puntuales y claves; la Final de la Copa de América del año pasado contra Argentina y la derrota en penaltis contra Croacia en cuartos. Un hecho que ya se ha llevado prácticamente por delante la cabeza de un entrenador que ha tenido unos números extraordinarios, sobresalientes. Quizás haya sido el último Mundial también de Neymar, un jugador que podría haber marcado una época, pero que parece que se va a quedar cerca de todo; cerca de ser el mejor jugador del momento, cerca de ser Balón de Oro, cerca de ganar un Mundial o una Copa América con Brasil, cerca de deslumbrar a todo el mundo futbolístico por unanimidad. Su irregularidad y su nula predisposición defensiva traba los equipos en los que juega, aunque en este caso, en el Mundial, la eliminación ha sido tan injusta como dolorosa. Le penaliza también ser el epicentro de un sinfín de faltas, algo que le ha dejado al margen en muchos partidos importantes. 

Quedan, previsiblemente, para la final, y para alzarse con un nuevo Mundial, una Francia exultante y exuberante, con un Giroud que las enchufa todas, con un Griezmann que juega de diez como casi nunca se le ha visto, con una zona defensiva y mediocampista extremadamente física. Marruecos, por su parte, es un hueso duro de roer, un equipo que está en ebullición, que ha pasado a la historia, y si salva este match point, por qué no soñar con el Mundial. Enfrente, o Marruecos o Francia, esperará la Croacia de Modric, o a la Argentina barrabrava del Messi más histérico que se recuerda. El fútbol le debe un Mundial a Messi, pero el Mundial hay que ganarlo en el césped. Hoy se decide el primer finalista. Veremos qué pasa y si, una vez más, se rompen las estadísticas. Que gane el equipo pequeño tiene mucha más épica. 

BS

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