El espejo donde mirarse

Gracias al desencanto de gran parte de la población española, que no acaba de encontrar a un líder capacitado, Vox se ha convertido en la tercera fuerza política. 
La culpa está repartida. Podemos mirar a izquierda y a derecha y encontrarla; la corrupción infinita y avasalladora del bipartidismo; los eternos problemas con Cataluña; el partido de Rivera que se convirtió en una derecha descosida; las incongruencias de Unidas Podemos con sus fracturas internas, las dudas sobre Cataluña, el casoplón...
Podemos tuvo 71 diputados en su momento de máximo apogeo. Dejó en los huesos al PSOE. Entonces los magentas aspiraban a ser la voz del cambio y a conquistar los cielos, a ser la voz de la esperanza, esa que es la que ahora ha pasado a Vox. Y me explico: el roto que le hizo Podemos al PSOE, es el mismo que le ha hecho Ciudadanos (antes), y Vox (ahora), al PP.
Podemos se ha estabilizado, aunque elecciones tras elecciones, pierde fuelle, y se va dejando los votos por el camino. Actualmente cuenta con la mitad de diputados (35) que hace tres años. Habría que matizar, que el acoso mediático que ha sufrido Podemos desde que existe, ha sido algo insólito. No ha tenido ningún otro parangón en la democracia. Y también, que los años pasan factura. Y es que, tanto la maquinaria de la derecha (COPE, El Mundo, ABC...), como la de la izquierda (PRISA), no ha cesado con el fuego a discreción. Pedro Sánchez lo reconoció en Salvados. Una campaña de derribo contra Podemos descomunal, quizás comparable a la que sufrió Felipe González por los medios de la derecha en su momento.
Ese mismo año de esplendor de Podemos, en el 2016, el PP de Rajoy volvió a ganar las elecciones (137 diputados). El PSOE se tambaleaba entre la vida y la muerte, con Pedro Sáchez denostado por los gerifaltes socialistas. Pero Sánchez no se fue, y años después, tras recibir palos y zancadillas, sería elegido Presidente del PSOE y Presidente del Gobierno (por la moción/cara). La historia da muchas vueltas.
Ciudadanos, por ejemplo, antes del batacazo de las pasadas elecciones, consiguió 57 diputados y tuvieron, hace unos años, no demasiados, la vicepresidencia a tiro. Rivera llegó a creer en abril, tras la subida espectacular de votos que obtuvo su proyecto político, que podría ser incluso Presidente del Gobierno de España más pronto que tarde. Ya no era un aspirante, era una realidad. Un presidenciable. Eso creía. Y para ser franco, sus motivos tenía. Nadie ha sabido anticipar la caída de los naranjas, como nadie ha vaticinado la crecida de Vox. Y cuando caes al más negro de los abismos, sin atisbarlo, duele más.
Desde abril, Rivera y su séquito, mantuvieron la misma línea argumental, y prácticamente, nadie se salió del guion; palos a Sánchez, palos a Podemos, y palos con ternura al PP (a Vox ni se le esperaba). Se nublaron, se dieron de sí. Ciudadanos acabó pasando de proyecto "de centro" a partido veleta, bipolar. En sus inicios C's era un partido de izquierda, socialdemócrata. Luego pasó a ser socialdemócrata-liberal, más tarde, solo, liberal. Antes pactaban con el PSOE (en Andalucía lo hicieron con el PSOE de Susana Díaz, e incluso firmaron un acuerdo de gobierno, desde la oposición, a nivel nacional, con Pedro Sánchez), sin tabúes ni tapujos. Posteriormente, entre declaraciones y reivindicaciones vacuas sobre el centro político al que juraban y perjuraban representar ("ni rojos ni azules, españoles"), dejaron de pactar con el PSOE (Dios sabrá por qué) para darle eternamente el sí quiero al PP y a Vox, aunque quisieran desentenderse de este último (así lo hemos visto tanto en Andalucía en el 2018, como en Madrid hace unos meses). Sin olvidar las peleas internas y los abandonos/despidos/marginados (nombres relevantes del propio partido).
La mayoría de los votantes de Vox fueron los que votaron a Ciudadanos en abril. De eso no hay dudas. Eso significa que hay miles de votantes que no se ven representados. Hay un amplio sector de votantes que cambia su voto, que ese voto de partido, fiel, cada vez es menor. Si bien, el bipartidismo tiene, a pesar de los momentos de flaquezas, una base sólida. No es una sorpresa que la España olvidada, la España rural, que está viendo como tiene la última palabra, o que no tiene palabra, y que la prioridad día tras día es Cataluña, esté buscando una nueva política que dé soluciones reales. Vox, por supuesto, no las va a dar. Pero sabemos que hay miles de votantes que ante la situación de bloqueo prefieren darle su voto al personaje esperpéntico, porque quizás no sea tan terrible meter al lobo en el gallinero para ver cómo se revoluciona. 
El voto masivo de Vox es un voto condicionado por lo mal que lo han hecho los demás. España no es fascista ahora por Vox; Vox es el efecto de tanta dejadez e idiocia política (cuatro elecciones generales en los últimos cuatro años, el récord en la UE).  
Entre unos y otros revuelos, a los green hooligans, les ha caído el regalo del cielo. Un regalo que se esfumará. No será perpetuo. Vox tendrá que dar la cara. Ya no vale tirar la piedra y esconder la mano. Abascal ya tiene en el espejo a Rivera, a Ciudadanos, para mirarse.
BS

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