Mala Interpretación



      Mala Interpretación


No, no era mi perro quien me lamía la suspendida mano a las dos de la madrugada, su respiración nunca en vida fue tan acelerada. Sobre todo lo supe por la forma de lamer; mi perra nunca fue tan asquerosa. La ventana quizás estuvo abierta. Ahora me hago la muerta. Sabía que no era lo mío.

                                                                      
                                                             La niña de la otra orilla

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