El ‘Atlántico’ de Xoel López

Novedoso y trovador,
bajo cumbres de cantautor y viejos robles de roquero perdido, Xoel López, nos
ofrece un nuevo tallo que crece con mesura, nutriéndose de espacios y
registros. Habrá que esperar si es paréntesis, inicio, o simplemente
experimento. Yo me inclino a pensar que tratamos la segunda opción; no es un
paso en falso, entre otras cosas, porque ya se ha quemado todo con Deluxe
(botella, en borracho, vacía).
Atlántico
surge en el año 2012. Disco resbaladizo para los que esperaban más Deluxe, pero
rico rico, como diría Arguiñano, para
los que simplemente queríamos dejar pasar las canciones, los minutos. Transmite
buenas atmósferas. Para dirigirse al disco hay que poner los ojos en modo actitud contemplativa predispuesta,
calmada. El disfrute llega solo junto al grato bailoteo de los sentidos. Bien
podría ser el primero en solitario si no fuera porque Deluxe siempre fue un
proyecto personal, más Xoel que otra cosa, con cimientos consolidados tras la
infinidad de discos y bolos, y por la calidad. A pesar del cambio, es
perceptible el reflejo de su etapa musical pasada en este nuevo viraje.
Las
canciones nos traen recuerdos, historias, pinturas y retratos. Apreciable es el toque laminado de profundidad y nostalgia, la
cuidadosa sensibilidad. Resultado final de una batallada e intensa nueva
búsqueda.
A continuación voy a
dar un enfoque personalista de corto alcance sobre el rastro que dejan en mí algunas
canciones de este disco:

En “Caballero”
asistimos a una representación, una historia alegre y entretenida de desprecio;
un Caballero que no se daba cuenta de su ceguera, y que por su ego, por su
tontuna, se olvida de una preciosa mujer, menospreciando su amor (quizás peque de ñoño, pero es lo más preciso y conciso). La pierde por
inútil, básicamente. “Buenos Aires” suena puro, a verdad, seguramente una deuda
por pagar, un viaje que le clavó adentro, y por lo que se ve, deberle una
canción a Buenos Aires, a Argentina, no es inhabitual. Habrá que no tener
cuidado e ir a verla.
La nostalgia, el recuerdo, el final, el rastro del
océano, de lo perecedero, de lo que viene y de lo que se va llega con “Tierra”,
una canción total, una canción que va aparte, que se mueve en otra esfera, que se clava tan adentro que uno ni se plantea pelear por
quitarse el anzuelo. La letra te inunda: …si
esta canción se acaba / que acabe el mundo para todos... todos somos nada / sin las palabras dime que nos queda... Si
hay que quedarse atrapado por esta canción, que sea. Fue uno de los singles del
disco, y su videoclip, me parece entrañable, como buen aficionado a las
maratones. Si hubiera que apostar por el tema del disco, mi apuesta va con todo
y con total convicción. Una auténtica genialidad. Es el tema.
Cierra el disco “El
asaltante de estaciones”, que por lo menos a mí, me resulta amena y me atrapa,
y el cambio final, perfecto. Xoel nos deja un final espléndido, un muy buen
sabor de boca.
Es en definitiva un
buen disco al que puntúo con un 6,5. Nos encontramos con un primer intento, más
folclórico, más guitarra española, una construcción amable, con lugares
auditivos interesantes. Flojea quizás un poco en las letras, que al menos para
mí, no acaban de ser enganchables, no se quedan deambulando, merodeando por el
coco. Las canciones se mantienen dentro de una lógica pausada, medida, previsible,
pocos sobresaltos, poco sorprendente, ergo
hace que pierda un poquito de magia. Con todo, merece la pena tener el disco Atlántico siempre cerquita, a
disposición, su sonido es humano, reconocible, le da una pincelada vital de
color allá por donde suene. Merece la pena perderse en sus acordes de vez en cuando.
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