El pulso hacia la independencia

           
El pulso hacia la Independencia

Por algún motivo, hablar de política, con algunos sujetos, supone encender al gorila que llevan dentro. Lo sacan como si sangrara a borbotones, a rabiar. Muchos hacen la condena abierta e insensible sobre los nacionalistas/independentistas, con una crueldad inusitada. Y te miran como bicho raro si no tomas postura por su opción de patria, si no tomas partido de ningún tipo. Te conviertes, inmediatamente, en el que está a favor de los “otros”, es decir, de “los terroristas” o de “los catalanes chupópteros”. 

     Me parece deplorable la actitud y el bagaje de ciertos personajes de la prensa retrógrada de este país en torno al problema político actual de Cataluña. Toman el asunto con una falta absoluta de sensibilidad, de manera tabernaria. Bajo un mismo dogma. Las joyitas de sus columnistas, que tachan a los independentistas catalanes (o a los nacionalistas vascos), con un odio inaguantable. Y es que no se trata de romper España, de quererla o no, de ser nacionalista o antinacionalista; se trata de poder elegir, de dejar elegir, en paz, lo que cada uno considere apropiado y oportuno.
El día de la Diada saltaron millones de personas a las calles de Barcelona. Una multitudinaria manifestación que ha sobrepasado los límites de los pasos políticos esperables e imaginalbes, la lógica razonable de este tira y afloja de CiU y el gobierno español. El independentismo catalán, con gran astucia, se ha sumergido en un pantanoso y revoltoso terreno, alentado, seguramente, por las fracturas con la que día tras día la Herida Crisis, y los interminables casos de corrupción, asolan y perturban a la los políticos. Aunque está por ver todas las alcantarillas e intereses de las corrientes independentistas (que las tiene).
España es un hartazgo. Los independentistas han sabido jugar las cartas. Se ha vendido en el ambiente que la independencia podría encauzar un rumbo más certero, lejos de la polvorienta España. Se ha ligado, suciamente, el sentimiento patriótico con el fútbol, con el Barça, con el Madrid, con la selección, con los himnos, con el idioma, con todo aquello que diferencia, para dividir, para conmover al corazón idiota del pueblo. Y de la conjunción de ambos, junto a lemas como “España nos roba”, que crecen en la colectividad borrega, el globo se ha hinchado hasta limites insospechados. Ya no hay retaguardia disponible para la lucha dialéctica. Todo pende del hilo del enfrentamiento. 

Tenemos, por desgracia, a una panda de indeseables en las filas del gobierno, a unos privilegiados que enchufan sus intereses, sus influencias y sus sobresueldos (PP, PSOE, e IU). Todo este fango colabora en la actitud de ruido y de rechazo hacia los "líderes", reyes, yernos, hacia el himno y la bandera. Porque no nos representan. Aunque Cataluña, sobre todo CiU, también tiene ración de escombros para dar y regalar. La porquería es excesiva, mires donde mires. Ninguno consigue tapar las verngüenzas. Ni ofrecen una respuesta.
El 11 de Septiembre del 2012 la manifestación llenó las calles del centro de Barcelona, esa es la realidad. Los independentistas, en la actualidad, no son cuatro gatos como muchos intentan vender. Lo llamativo de este asunto, es que no ha sido la ciudadanía la que ha propiciado las reivindicaciones, sino que ha sido la política, una política elitista de sobresueldos millonarios y de puertas giratorias, la que ha dirigido a la ciudadanía.
Artur Mas se proclamó en capitán general del movimiento, viendo la oportunidad histórica que supone llevar a Cataluña a ese destino, tan incierto, como entrañable para otros. No sabemos si es una estratagema o de verdad se lo cree. En las elecciones, Mas perdió 12 escaños, con respecto a las elecciones anteriores. Se queda con 50. Sigue siendo la primera potencia política de Cataluña, indiscutiblemente. Le sigue, el gran salto, Ezquerra Republicana, con 21; caída libre del PSC, que pasa a 20; ligero aumento del PP, hasta los 19 diputados. ICV (IU) llega hasta los 13 diputados, Ciutadans a 9 y la CUP se estrena con 3.

Para España, poco después, a la llaga se le sumó otro dedo: el resultado de las elecciones en el País Vasco. El término varía: de "independentismo" pasamos a "nacionalismo". El PNV consigue de nuevo la victoria y el gobierno, ajustadamente. Pero la sorpresa cae en las manos de la coalición abertzale de Bildu, que arrasa (no se puede negar la evidencia), quedando a corta distancia del todo-lo-gobierno PNV (que ha estado conduciendo a su antojo el poder en Euskadi desde la entrada de la democracia). Al PNV no hay quien le baje del sillón. No deja de ser paradójico que la única legislatura en la que no gobierna el PNV, lo hiciera el PSOE, con la mano "amiga" del PP. Fue el primer y único gobierno no nacionalista. Que el último gobierno fuera PSOE-PP nos muestra, también, la idiosincrasia de la política. Pese a todo, el País Vasco, a pesar de las ventajas fiscales, goza de una estabilidad política robusta, sólida y estable, con una tasa de paro, que baja, por mucho, la media nacional.


Tras las elecciones en Cataluña, CIU y Ezquerra se dan la mano y plantean “la ruta hacia la soberanía”, con un referéndum bajo el brazo para abrir boca, que se encuentra aún en proceso de germinación y que nos recuerda inevitablemente al fallido intento de Ibarretxe. El referéndum catalán recibió el rechazo abierto de casi los partidos no independentistas partícipes en Cataluña al principio, aunque tras ser limado obtuvo el apoyo de ICV, que se mantiene en una postura neutral y ambigua. 

El texto salió aprobado con el apoyo de las dos terceras partes del parlamento catalán, con una pluralidad de partidos muy amplia. En la votación cinco socialistas se ausentaron por motivos ideológicos, rompiendo la disciplina de voto pactada por el PSC, que era la de votar en contra del texto soberanista. A ellos, a los disidentes, se les vino encima el chaparrón sucesivo de los medios de comunicación y una multa por saltarse a la torera la decisión común de partido. Lo que deja al descubierto que la liberad individual en política está coartada; quien se mueve, no sale en la foto. El resultado de la votación: 85 diputados a favor, 41 en contra, y 2 abstenciones.


Rajoy rezando para que Artur Mas sea su amigo
El PSOE, por su parte, no logra ponerse de acuerdo, no saben si quieren ser federales, o si apostar por un federalismo asimétrico, o si dejar las autonomías como están... Para algunos socialistas es la hora de un Estado Federal, es la hora de darle un relevo también a la monarquía, y ofrecer movimientos “progresistas”; otros miembros se agarran al clavo ardiendo y defienden la idea de una España unida y bien anclada en la Constitución (una actitud conservadora, que poco o nada tiene que ver con una mentalidad socialista y progresista). Se mantiene, pese a las diferencias, un discurso, más o menos, unificado (por lo menos de cara al público), en la que no admite una España sin Cataluña.
España se encuentra sumida en una catástrofe política y social. Está hundiéndose sin remedio en un descrédito absoluto. La democracia, la sociedad, evoluciona y la política está para gestionar y solucionar los problemas; si Cataluña o el País Vasco no se sienten integrados dentro del Estado español habrá que ver los motivos, sus causas, ver las soluciones, no negarse día y noche, no vetar sistemáticamente todas las propuestas que lleguen. Los problemas de la democracia se resuelven con democracia.
Que haya ideas diversas no quiere decir que tengan que estar en constante enfrentamiento. Actualmente, tanto en el País Vasco, como en Cataluña, el movimiento nacionalista / independentista tiene una holgada ventaja, y puede aumentar en el futuro. También hay una posicón económica que lo favorece (siempre son las regiones ricas las que quieren desvincularse de las pobres). Si el apoyo nacionalista se convierte en el discurso político de una mayoría más que absoluta, pongamos, por ejemplo, del 80%, qué haremos ¿seguiremos imponiendo la Constitución?, ¿a la fuerza? Lo único evidente es que sin diálogo es imposible formar un proyecto común. 

BS

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