La política del disparate

 La política del disparate 

Hay varios disparates terribles con el genocidio que está perpetrando Israel con Palestina. La víctima sigue siendo, a ojos de muchos, a ojos de Israel, la culpable, el verdugo. Cuando Netanyahu equipara el grito de "Free Palestine" con el de "Heil Hitler", no es simplemente una propaganda demencial, sin sentido, sino que es un delirio que corrobora la pérdida absoluta del juicio, de la razón, de este sujeto maquiavélico. Y cuando es imposible razonar, es imposible dialogar, llegar a un acuerdo. Inventa y ficciona un relato ajeno a la realidad para justificar su política de guerra y su guerra como política. La neurosis ha llegado a tal punto, que Netanyahu ha perdido toda la humanidad que quizás algún día tuvo; es cada día más bárbaro, cínico, déspota. Hemos asistido a una paradoja histórica inconcebible; Netanyahu es un tirano que se ha convertido, sin saberlo, en Hitler.

Al Estado sionista le importa poco o nada lo que diga el resto del mundo porque tiene el argumento más simple de la era moderna para tapar todas las críticas; todos los que critican a Israel por el genocidio y los crímenes de guerra son unos nazis. A diferencia de Rusia, que fue un país apestado y marginado desde el minuto uno de la invasión a Ucrania, Israel bombardea y hace vida normal en todos los acontecimientos internacionales deportivos y culturales. Se sobreentiende que, políticamente, es uno más de occidente y una extensión en Oriente Medio de Estados Unidos. Y este es un gran fracaso para Europa y para los países occidentales que han vendido todos esos cuentos de que la democracia es el pilar fundamental de los países libres y del estado del bienestar. Una hipocresía sin fisuras; todo el arsenal de sanciones que se puso en marcha aceleradamente contra Rusia, no están, a pesar de las atrocidades, para con Israel. 

Contamos con una conclusión terriblemente incómoda; el único país democrático de Oriente Medio es el único que está cometiendo un genocidio. Israel lleva año y medio bombardeando Gaza. A este abuso, hay que sumarle la guerra sucia histórica de Israel sobre Palestina; décadas de asentamientos en Cisjordania, en los barrios y ciudades palestinos; el boicot sistemático a la entrada de los alimentos y medicinas en la franja; apagones de luz, cortes de agua; la imposibilidad de salir de la franja, a pesar de los bombardeos... El Gobierno de Hitler, perdón, de Netanyahu, ha llegado a tal nivel de ceguera y odio, que ha naturalizado el genocidio, matar a civiles cada día. La excusa perfecta de Hamás (formación a la que Israel financió durante años para desestabilizar a Palestina) y el acto terrorista del siete de octubre, le ha servido a Israel para tener su anhelada carta blanca, planificar un exterminio. Y mientras el genocidio campa a sus anchas, con la incapacidad de Europa para pararlo, el resto del mundo contempla por televisión los escombros y los lloros de los palestinos.

Los que están bombardeando Gaza son los nietos del Holocausto. Israel podrá borrar a los palestinos del mapa, pero no podrá borrarlos de la historia. Y un genocidio queda grabado a fuego en las víctimas y en los verdugos. 

BS

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