Inexplicable Madrid
El fútbol en el Bernabéu es un quilombo, un lugar en el que la lógica hace crack. Porque el equipo que domina el juego, las ocasiones, el partido, la eliminatoria —llámese PSG, llámese Chelsea, llámese Manchester City—, acaba mordiendo el polvo de una manera inexplicable, como si algún mago hiciera vudú, y el equipo que hasta los instantes finales dominaba el partido a su antojo, se convierte en un muñeco roto, y el Madrid se transforma en un monstruo que lo devora todo y que machaca a base de goles en pocos minutos.
La eliminatoria de semifinales de Champions vuelve a convertirse un hecho paranormal. De nada sirve hablar de táctica, técnica, y posicionamiento en cuatro-tres-tres. El Real Madrid sale victorioso jugando durante ochenta y nueve minutos con un pie y medio en el ataúd, jugando infinitamente peor que el City de Guardiola, que en un partido coherente, iría con un 0-3. Lo mismo que le ocurrió con el PSG, y una situación similar se vivió con el Chelsea. Pero el Madrid, con el desorden por bandera, con jugadas que salen del corazón, de la valentía, de la resistencia, no solo empata la eliminatoria en dos minutos, gracias a dos goles de Rodrygo, sino que en la prórroga, Benzema, de penalti, haría el 3-1; el 6-5 final. Algo que es tan épico como mágico.
En la gran final europea espera un Liverpool titán, que no especula con el juego, y que solo se le han visto las costuras en La Cerámica, que entró en coma en la primera parte de la vuelta, ante un Villarreal que fue a por todas, y que igualó la eliminatoria en 45 minutos. Pero tras el descanso Klopp y compañía volvieron a jugar con colmillo y barrieron a los amarillos en la segunda parte, plasmando un 2-3 (2-5 en el global de la eliminatoria), a favor de los reds.
La Final será otra historia, otro partido, y queda por ver si el club blanco vuelve a romper los guiones, los esquemas, los papeles sobre tácticas, tiros y posesión. En caso contrario dejaría estas remontadas como anécdotas increíbles en la historia madridista y en el baúl de las corazonadas milagrosas de los merengues. Pero si sigue con los aires de grandeza / locura, una nueva victoria le valdrá a los de Ancelotti para laurearse con la decimocuarta y cerrar así un año sobresaliente e inexplicable.
El Liverpool puede respirar tranquilo porque no tendrá que pisar el Bernabéu, un estadio que parece que late y que arrastra al equipo blanco como un tsunami a la victoria —por lo civil, lo criminal, lo mágico—. Aunque algo está lejos de toda duda; otra Champions, al Madrid, no le pillará por sorpresa.
BS
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