A Koeman le parte el Rayo



Koeman ya está fuera del club de su vida. El eterno número 2 que le dio la gloria a los culé en Wembley con aquel misil en la final desde fuera del área, en aquel equipo que sobresalió en Europa con la batuta de la leyenda Johan Cruyff, tendrá que hacer las maletas, y quién sabe si tras esta odisea vendrá su retirada de los banquillos, porque el trago ha sido largo, amargo, traumático. 

Koeman llegó a un equipo en caída libre y se despide de un equipo en caída libre y sin Messi. Además, después del cambio de directiva, tras la espantada de Bartomeu y la aparición pancartista de Laporta, su nombre quedó relegado, en el limbo. Koeman no entraba en los planes de Laporta. Pero los problemas económicos y la escasez de entrenadores atractivos para el frágil proyecto que actualmente representa el F. C. Barcelona dieron con los huesos de Ronald Koeman en el banquillo del Camp Nou una temporada más, por resignación. Aunque hay una cuestión que es irrefutable, que deja en un segundo plano las tiranteces de Koeman con Laporta; los malos resultados del Barça son incuestionables; el Barcelona está noveno en La Liga y con pie y medio fuera de la Champions. Cuando un equipo se hunde al primero que arrojan por la borda es al entrenador. 

El técnico holandés ha intentado dotar de carácter a un club en zozobra, ha intentado, probablemente, recuperar la senda de la vieja escuela, ser fiel a la escuela holandesa, emular a aquel tipo contradictorio y saturado de personalidad que se alimentaba a base de chupa-chups y cigarrillos en el banquillo. Johan consiguió poner en orden y concierto a aquel elenco de jugadores, a aquel equipo triunfal que fue tildado como Dream Team, si bien, su discípulo no ha podido parecerse al 14, al que en el banco ha sido maestro de tantos. Koeman no ha tenido equipo para hacer un fútbol vistoso con el 4-3-3, porque el Barça posee un déficit de talento brutal, y con lo que ha tenido no ha conseguido los resultados. Queda un gran charco de duda para la posteridad porque sus jugadores, con él, con Setién, y con Valverde, no se han implicado en el césped. No todo es un asunto de entrenadores. Las derrotas en el Barcelona se han vuelto habituales e insoportables, y con Koeman se han sobrepasando todos los límites; sus jugadores eran los instrumentistas de la orquesta del desconcierto. 

Koeman, jugador clave, pieza indispensable para levantar la primera Champions de la historia barcelonista, leyenda viva, se marcha con una Copa, en un año incierto, de reconstrucción, de turbulencias. Algo que recuerda a su denostado año en el Valencia, donde a pesar de ganar la Copa, sufrió el coqueteo con el descenso y duelos de opiniones encontradas con los pesos pesados del vestuario. Ya no soplan los vientos de éxito en el campo blaugrana y este Barça no está por la labor de resurgir de sus cenizas. El Barça ha pasado del Dream Team de Messi, y de los fantasmas de Iniesta y compañía, al Dream Teen, a una jugada de márquetin, a una apuesta por la juventud, por la fe y la futorología, porque está por ver que los Ansu Fati, Pedri, Puig y Gavi consigan levantar dignamente el proyecto blaugrana, un proyecto que cada partido que pasa se desangra. El Barça se cae a cachos. Y es que en el último partido de liga, después de diecinueve años, el Rayo de Vallecas, en un partido a todas luces igualado, se ha llevado los tres puntos con un gol de El Tigre Falcao (que con cinco metros de espacio, te clava un gol). El equipo rayista fue más intenso y tuvo más corazón, y al Barça, perro flaco, todo pulgas, no le sale nada, no enchufa ni los penaltis y los momentos de desidia, que son pocos, lo condenan (el gol de Falcao viene precedido de un lapsus impropio de Busquet).

Koeman cierra su etapa como entrenador después de intentar hacer algo con un equipo zombificado, sin Messi, y que como el propio Busquet ha dejado claro en la rueda de prensa de ayer, tras la derrota ante el Rayo, a este Barça le faltan mucha intensidad y fútbol, es una mala versión de sí mismo, un equipo sin coraje, sin piernas y sin cabeza. El holandés no ha sido capaz de cambiar la dinámica negativa del Barcelona en la que se está enredando y envenenando en los últimos años. Un asunto que no es un problema del presente, sino que en el pasado más cercano, incluyendo la última etapa de Valverde, con sus batacazos en la Champions, que le acabaron condenando, y la opción a la desesperada de un revulsivo en Quique Setién, que no sirvió, fueron los últimos desdichados antes de la llegada del más desdichado, porque Koeman no tuvo la mano amiga de Laporta en ningún momento. Y habría que poner el foco en los jugadores; porque tres entrenadores se han ido por la puerta de atrás con partidos que evidencia un problema de actitud, como la remotanda del Livepool en semifinales o el histórico 2-8 del Bayern. En esos partidos los jugadores vieron la vida pasar y poco o nada puede hacer un entrenador. 

Koeman se subió al barco culé sin brújula, en un naufragio inevitable, cuando solo quedaban los violinistas en el camarote. El Barça está a la deriva. Koeman dijo sí a un proyecto que hacía aguas, a un club tremendamente endeudado, sin posibilidades de fichajes, con una reconstrucción que se atraganta. Y habrá que empezar a ser claros y a barajar las cuestiones y ponerlas encima de la mesa; preguntarse si el nivel deportivo que están mostrando estos jugadores es salvable por otro entrenador, o si, otro entrenador, será, simplemente, un entrenador más que irá directo al desguace, porque los entrenadores son engullidos por el banquillo culé. 

Bartomeu dimitió hace justo un año, y la posterior entrada de Laporta ha venido precedida por su rechazo claro y rotundo a Koeman y a su juego defensivo y práctico, que poco o nada tenía que ver con la alegría de los últimos años y el tiki-taka ofensivo del 4-3-3. Además, esta temporada se quedó sin Messi, y con Desc. Y si hace cuatro días Laporta y el equipo directivo y deportivo refrendaban al técnico holandés, alabando la valentía de coger el timón del barco en sus horas más bajas, hoy, después de la derrota ante el Rayo y con una posición muy delicada en Champions, sumado al noveno puesto con la que actualmente se posicionan en La Liga, sin olvidar que perdieron El Clásico con el Madrid en el Camp Nou el domingo, a Laporta no le quedaba alternativa. Cuando aparece una de estas tormentas perfectas de resultados negativos, todos los dedos señalan al mismo sujeto; al entrenador. Y Laporta ha decidido cortar por lo sano. Aunque las excusas ya no pueden estirarse más; el próximo que saldrá salpicado y señalado, si a Xavi no le salen los partidos, será él.

BS

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