Vistazos (V)

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VISTAZOS (V)
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     One More Time

Donald Trump ―Orange President― volvió a sus desconcertantes andadas. No conocemos aún los alcances y percances de sus Covfefes ni la química extraña que en ellos habita. Quizás, ahí, resida la causa primigénica de todos sus "contratiempos". O.P. se empeña en ser un habitual, para mal, en los noticiarios. Se le calienta la boca y se pierde, por propia voluntad. Tardó lo suyo en darse cuenta de la enorme gilipollez que había dicho, una vez más. "Son malas personas, radicales, por uno y otro lado". Es lo mismo ser fascista que antifascista. El Orange se puso estupendo para criticar la manifestación de los Alt-Right un intento fallido de derecha alternativa, en Charlottesville. Quería espantar a las moscas ―periodistas―, quería ser juez y parte, y un neutro absoluto. Acabó tirando piedras one more time― sobre su propio tejado. Un tejado que está al borde del derrumbe y con problemas de riego.

Los cavernícolas que conforman los Alt-Right son para darles de comer aparte. Debemos remontarnos a la campaña electoral. Estos primates apoyaron a Trump antes de las elecciones. Después llegó la desgracia crepuscular; Donald Trump, para sopresa anodina, ganó las elecciones ―aunque perdió en votos. Y los merluzos se vinieron arrriba. Demasiado arriba.

Una mujer antifascista de 32 años, Heather Heyer, fue asesinada, atropellada, por un energúmeno de 20 años. Hubo 43 heridos en total. El nazi que cometió la atropelía fue detenido. El asunto dista de ser un hecho anecdótico, si  sacamos a colación los últimos tiempos, en donde los abusos policiales a los negros destapa un racismo evidente, latente y reconocible, aún vigente, en la sociedad norteamericana, en las sociedades en general.

(Los Alt-Right, no lo olvidemos, abogan por la supremacia de la raza blanca, porque su raza blanca y pura no acabe contamidada con el resto. Todos sabemos lo que ocurre cuando mezclas tus cromosomas con los de tu hermano o primo. Lo dicho. Idiot Power).

La manifestación programada por los primates que están dentro del enclave del Ku Klux Klan, por muy absurdo que parezca tuvo el visto bueno de las autoridades. Le dejaron las calles a esas escorias racistas y supremacistas para que alardearan sus hitlerianas consignas. No fue prohibida, como dicta la lógica democrática. Pero sí obtuvo una respuesta ciudadana, para impedirla, para boicotearla, para contraatarcala. Para recordarles a esos tarados mentales, a esa panda de imbéciles, que las ciudades son de todos. Ellos son los que sobran porque llevan, desde la falacia política, desde el trilerismo politico, la difusión del odio, de la xenofobia, de la intolerancia.

(Deberían reponer más a menudo American History X). 

Por lo que fuera, para Pato Donald, la manifestación y la contramanifestación eran dos caras de la misma monedas; gente extremista y violenta. Así lo dejó ver en su diario ―Twitter―, en sus declaraciones de gran-hombre-blanco-bravucón-faltón. Le faltó airear, con su gesto altanero de macho alfa, que la muerte de aquella mujer fue un daño colateral. Malas personas, malos ciudadanos, violentos por todas partes. Confunde tocino con velocidad.

Le cayó una lluvia de críticas y de huevos por su tibieza verbal. Algunos asesores le aconsejaron que disipara dudas. Reculó y dijo que los neonazis y los supremacistas son detestables. Pero volvió a darle vida al fuego poco después. Tardó un día en contradecirse, para ser exactos. No es que no se dé cuenta de la película, es que él es un perdonavidas indomable, un millonario acostumbrado a hacer y a decir lo que se le cruza por su renegado cerebro, sin análisis ni regodeos. Es probable que no sepa cocinar un huevo frito y se encuentra pilotando los mandos del país más poderoso del mundo. En fin.

Ante su bajeza moral y ante la incapacidad manifiesta para diferenciar entre nazis y antifascistas, varios miembros de su equipo de gobierno le han dado el portazo definitivo, han dimito ante el conglomerado de estupideces que le asola al Trump. 

Y así es el Orange Clown, un vacilón, un prepotente, un monologuista fanfarrón metido a político que amenaza cada tarde, en Twitter, después del donuts y de la coca-cola, con montar un berenjenal, ya sea bajo la amenaza de misiles balísticos y bombas por cierto, ha encontrado en Kim Jong-un su alter ego/mini yo―, ya sea hablando sin pensar lo que dice.


     La Penúltima Sacudida

El atentado de Barcelona volvió a sacudirnos, a dejar en un bucle sin retorno los informativos. No existe ciudad, por muy militarizada que se encuentre, que pueda librarse de esta pesada lacra, de un atentado. Se necesita poca cosa para sembrar el caos; uno o varios descerebrados, una furgoneta, una bomba casera, un coche, una pistola, una navaja... Hay demasiada gente con demasiada ira. Los malos están confundidos entre los buenos.

Hace unos meses salió en Jot Down una interesantísima entrevista en donde Clare M. Gillis repasaba su vida como periodista freelance, en varios países árabes. Estuvo trabajando bajo la sombra de las revoluciones árabes. Revoluciones que en la mayoría de los casos acabaron en papel mojado, en castillos de arenas. La periodista americana no se corta la lengua. No solo cuenta sus experiencias, indaga, opina y reflexiona, también, en los factores políticos que se esconden detrás de las revoluciones árabes y de su fracaso paulatino. Uno de los asuntos que destacada son las intromisiones de Estados Unidos, de occidente, que con su ingenua, dañida y falsa labor, han incendiado varios países de oriente con guerras absurdas e interesadas. Países que luego han sido abandonados, dejados a la deriva, sin nadie al timón. Cuando el remedio es peor que la enfermedad. Un hecho que ha dado lugar a la radicalización de grupos y subgrupos, bajo sofismos religiosos que son tomados como ideario. Todo ello ha desembocado en el EI, en el ISIS. Por no hablar de las fuentes de financiación… Pero, sin duda, el factor más crucial y determinante, es que Estados Unidos en particular, y occidente en general, quieren, y han querido convertir a los países de oriente en democracias, pero bajo los parámetros propios de los occidentales. Han dejado a los países islámicos sin posibilidades para conciliar su propia democracia.

El terrorismo no es tan solo un asunto que surja, exclusivamente, de la desigualdad, por lo menos en este último caso. Una cosa está clara: nadie nace odiando. Como en todos los apartados de la vida, somos lo que hemos aprendido, lo que hemos vivido. Quien vive con el odio, sembrará odio, plasmará odio, será odio. Con todo, somos más los que estamos al otro lado. Este no será el último atentado. Nos queda dos opciones: vivir libres, como hasta ahora hemos vivido, o el recorte de libertades en pro de “la seguridad”, que ellos, en algún momento plantearán. Más de uno se está frotando las manos con la segunda opción. No nos olvidemos que mueren más mujeres a manos de los hombres que del terrorismo. Conviene tratar lo ocurrido en su justa medida.

El terrorismo no es simplemente un asunto económico o social. Sí influye decisivamente los entornos marginales, la falta de oportunidades. Cuando no tienes motivos para vivir, los motivos para morir, para inmolarse, se incrementan. Cuando se llenan de ira, cualquier dogma, cualquier excusa, suplanta la realidad.

El mundo está lleno de contradicciones, de tensiones, de distintas realidades; hay pobres y ricos, hay esclavos y consumistas, hay mansiones con piscinas y chabolas sin luz ni agua. El mundo es un lugar injusto. Pero somos nosotros, siempre, los que tenmos que decidir nuestro futuro, no el miedo. No podemos resignarnos a que sean los terroristas los que dirijan, definan y recorten nuestras libertades, a vivir atrincherados, porque entonces sí que estaremos perdiendo la batalla. Le estaríamos dando sentido a su guerra.

B S

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