Tablas



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El último clásico del 2016 no ofreció un gran espectáculo pero la emoción se mantuvo hasta el pitido final. La incertidumbre, a falta de juego, avivaba la llama del interés, dándole cuerpo y calor al lance.

Hubo demasiadas faltas, cortes que congelaban la continuidad del juego. Se abusó del juego estático, quizás por la presión que se carga en los jugadores ante el desorbitante interés que genera estos encuentros. Un partido con el que aún no se resolvía nada, porque estamos a miles de kilómetros de las conclusiones, del final de la liga. La victoria del Madrid habría dejado al Barcelona descolgado, a nueve puntos. Una distancia, un margen con que comenzar a tomar precauciones. El Barça, que jugaba en casa, colgaba de un hilo muy fino; su situación, y la de Luis Enrique, en cierto sentido, estaba señalada, por el incierto rumbo que tomaban en la liga. El encuentro era un examen en que muchos peces gordos de las oficinas presidenciales tomarían nota.

El inicio del partido fue ajetreado, se disputó a base de piernas, faltas y pases sin demasiados riegos. Tras las primeras guerras, el juego se desaceleró. La presión, la táctica, impidieron que hubiera un juego más dinámico. Un tiro de falta de Messi, que atajó sin problemas Keylor Navas, fue de lo poco que tuvo en las manos el Barcelona para romper el marcador. Suárez lo intentó con desmarques, pero caía en fueras de juego, o se quedaba sin espacios para mostrar su habitual contundencia. Las tentativas merengues las coparon dos disparos de Cristiano, y otro de Benzama, que estuvieron lejos del objetivo. Isco supo manejar la partitura, y Messi, como zorro agazapado, parecía reservarse para el momento oportuno, como solo él sabe hacer. El Barça, perdió cierta fidelidad en su juego de toque, le costaba cruzar el medio campo con soltura, trazar los pases con eficacia. La zaga merengue apenas tuvo chances en los que inquietarse. El Madrid, maniobró sin problemas su partido; defensa férrea y contraataque cuando surgía la oportunidad. El empate, para los blancos, era un buen resultado.

En la segunda parte las líneas se abrieron y eso favoreció que el ataque ganara protagonismo en las dos escuadras. Era el juego que le favorecía al Madrid. El Barça no encontraba respuestas, y el Madrid le ganaba fácil las espaldas a la defensa blaugrana. Sin embargo, una falta de Varane en el séptimo minuto, un mini córner, peloteada por el 10, a priori, sin demasiado peligro, propició que el carnívoro Suárez ganara la posición y metiera, lo justo, la cabeza, para rematar a la bola y adelantar al equipo culé. El partido se retorció para los intereses blancos, el ritmo se apaciguó con la entrada de Iniesta, que volvió a desempolvar el balón en el minuto 60, tras dos meses lejos de los estadios. Zidane, quizás por precaución, sentó a Isco, ya que tenía una amarilla a sus espaldas, para darle candado al equipo con Casemiro. También basculó el francés con la delantera, introduciendo a Asensio por un desaparecido Benzema.

Con Iniesta en el campo, el Barça supo calibrar las jugadas y templar el partido; volvió a su ADN. Comenzó a agigantarse, a representar su papel de dueño y señor. De hecho, en el 67, un disparó, con todo a favor, de Neymar, se marchó alto, cuando medio Camp Nou jaleaba el gol. En el 68 Iniesta disparó, un poco escorado, y Carajal desvió la pelota. El Madrid por entonces flaqueaba. El aroma indicaba que se estaba cociendo más el segundo tanto culé que el del empate blanco. Messi tuvo la suya en el 81, la que no suele perdonar, pero cruzó demasiado el esférico.

En los instantes finales, Zidane, le dio la oportunidad a Mariano, después del hat-trick. Luis Enrique sacó a Arda por el portugués Gomes, y quitó a Neymar por Denis Suárez, para ganar estabilidad con la posesión.

El final se abrió, sin que entendiéramos el porqué. El Barça se despreocupó, dio un paso atrás. En el 86, avisó Ramos, con un cabezazo que se va alto. En el 88, el arco de Stegen se salva de nuevo; centro cerrado de Marcelo y cabezazo de Ronaldo, sin impedimentos y sin potencia, que acaba trastabillándose en las piernas de Alba, en córner. El Barça, que estaba dominando desde que anotara el gol, le dio el oxígeno que necesitaba el rival. El Madrid, no se rendía, no tiraba la toalla. Y Sergio Ramos volvió a resucitar a su equipo, anotando en el 90, dejando el frío y la incredulidad en las butacas, a partes iguales. Centro de Modric y cabezazo de Ramos, Ter Stegen palmea el cuero aunque no impide que la bola traspasara la línea de gol. El desconcierto inundó el Camp Nou. De nuevo Sergio Ramos, de nuevo en los segundos finales.

Cuando mejor jugaba el Madrid, el Barça se llevó un premio que no se merecía, golpeando a balón parado. Al final, cuando el Barça saboreaba la victoria, especuló y se llevó el jarro de agua fría, su propia medicina, también a balón parado.

Empate justo, hasta cierto punto. El Madrid flaqueó después del gol de Suárez, pero en términos generales, había fabricado ciertos méritos, para llevarse, al menos, alguna recompensa, no más allá del empate. El club blanco sigue sacando frutos en el caos. Nunca sabremos a qué juega. A pesar de todo, no desconectó cuando las cartas le sacaban bastos. El Barça, con Messi desangelado, solo comprometió al Madrid en partes puntuales de la segunda parte. No sentenció. Tuvo el partido en sus manos, en dos ocasiones; con la jugada de Messi y la de Neymar. Los errores también se pagan, y al final, Ramos, tornó las tablas al marcador, para dejarlo todo como estaba; el Madrid seguirá líder con seis puntos de ventaja.

B S

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