La Ruleta Rusa Disparó en la Undécima



                                                        La Ruleta Rusa Disparó en la Undécima

En Territorio Fútbol nos vemos obligado a virar hacia la final de la Champions entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid en Milán, en San Siro, en el Giuseppe Meazza. El Real Madrid volvió a coronarse por undécima vez, en los penaltis (1-1 [5-3]), tras el empate a uno en los primeros 90 minutos reglamentarios, tras una prórroga en la que no se desequilibró la balanza a favor de ninguno de los contendientes. El Madrid sufrió de lo lindo. Ahora toca el cielo nuevamente.

El fútbol se sirve crudo en estas ocasiones. Todo se ha decidido en una tanda de penaltis, en un cara o cruz. Los penaltis imponen por lo impredecible,  son los once metros los que dibujan la escena. Los penaltis dictan sentencia, glorifican al que le sale cara, al que sale victorioso, y arrinconan en el más profundo rincón del olvido al equipo que pierde, al Atlético ―que por tercera vez se lleva basto―. Ser subcampeón te deja el plato y el día amargo, y mucho más cuando pierdes en los penaltis, y mucho más aún cuando has peleado un partido que podrías haber ganado. El Atlético muere peleando, con dignidad. Eso no se lo pueden arrebatar. La suerte es caprichosa y los penaltis siempre serán una ruleta rusa.

El partido no tuvo mucho fútbol. En las finales los nervios agarrotan las piernas y se pierde mucho ritmo y precisión. El Madrid colocó muy pronto un gol, tras una falta que parecía indiferente, en la que Bale, de espalda a la portería, cabezea desde el punto de penalti, dejando la bola dormida en plena área pequeña, para que, de nuevo, Sergio Ramos, en fuera de juego y agarrado, apenas roce un esférico que acabaría colándose por las piernas de Oblak. El Atlético comenzó espeso el partido. Tras encajar el gol, levantó la cabeza y salió al ataque, con más convicción, a por el partido. Cogieron cuerpo los rojiblancos. En el inicio de la segunda parte Pepe cometió un penalti absurdo y Griezman la estrelló en el larguero. ¡Qué manera de sufrir! Como dice Fito, nunca es lo que pudo haber sido. El empate del Atlético se hizo esperar, llegó con Carrasco que sirvió de revulsivo, le dio oxígeno y verticalida al equipo en la segunda parte en el minuto 80, tras un pase de Juanfran. Después el Atlético y el Madrid intercambiaron golpes, aunque ninguno de los dos sumó otro tanto al marcador. El Madrid bajó el ritmo tras el gol y sacó algún que otro contragolpe cuando se fraguó la oportunidad. El calor y el cansancio también incidieron en el partido y unos cuantos futbolistas acabaron rotos. El empate y la prórroga, era, hasta cierto punto, predecible. El Atlético supo templar en varias fases del partido el juego, aunque le faltó pegada, un último pase de la muerte, peligro real. En la tanda de penaltis los porteros no la olieron. Juanfran lanzó su penalti al palo ―marcó el penalti decisivo frente al PSV en octavosy Cristiano Ronaldo, el quinto lanzador, en el momento clave, logró su tanto, ubicó la undécima en la vitrina madridista (5-3). Y eso fue todo.



                                                                   No Diga Fútbol, Di Messi

El domingo anterior el Barcelona certificó un doblete ―Liga y Copa― conquistando su vigésima octava Copa. Debido a los tripletes y dobletes de los últimos años, de las anteriores campañas, un nuevo doblete sabe a poco, se queda el cuerpo un tanto desangelado. Demasiada rutina. Sabe a poco no realizar un pleno de títulos en una campaña. Cómo han pasado los tiempos por camp Barça, cómo ha virado la película de un equipo que salvaba temporadas ganando la Copa y venciendo al Madrid en los derbis y que se podía pasar varios años con la vitrina intacta. Cómo se ha trastocado el guion para que un doblete, que un Barcelona sin la Champions, un Barcelona sin un triplete, parezca un desengaño, una desilusión, una temporada coja. Eso sí, no hay lugar a las a dudas, la supremacía culé continúa. No diga Barça, di Messi.



                                                     La Lógica de los Hechos


La liga de fútbol española acabó confirmando la lógica de los hechos ―aunque con más emoción de la que se dictaba hace dos meses―, la continuidad de la hegemonía del Barça de Leonel Messi, que suma siete títulos ligeros en la última década. El Madrid apretó las tuercas hasta el final pero el Barça solventó sus cruces holgadamente. No hubo presión que valga. El plantel de Luis Enrique supo redimirse del mes horrible, del nefasto abril, en el que naufragaron, repentina y descalabradamente, tras caer derrotado ―los golpes psicológicos― en el Camp Nou frente al Real Madrid. Luego se enredaron en varios encuentros sencillos. Les costó levantar cabeza. Despertaron a tiempo para desviar las dudas y apaciguar los runrunes. No dejaron en ningún momento el liderato. Eso sí, a los culés se les quedó la cara de otro con la Champions, con el Atlético de Madrid, que los apeó. Luis Suárez, además, se ha convertido en el máximo artillero europeo, con 40 tantos en la liga, y 59 en la campaña. Consigue por segunda vez la bota de oro.

El arreón ―sustantivo que aún no reconoce la RAE― final de los merengues, las doce victorias consecutivas del Real Madrid, no fueron suficientes para paliar una irregularidad de juego y resultados, que no es achacable únicamente a Benítez. El Madrid, el equipo manejado y maniatado por el multimillonario Florentino, en panorámica, lleva una década bastante aciaga, con un irrisorio botín, siempre a la sombra de los blaugranas ―tres ligas de diez, en la última década, una de las últimas ocho―. Salva el prestigio con la Champions, que le sirve para no acabar la temporada en blanco, para aplacar los ruidos y las especulaciones ―hasta más ver―. La Champions sigue siendo fetiche, la competición en la que el equipo blanco forja y agranda su leyenda. Florentino seguirá cruzando los dedos, viviendo al borde del ataque de nervios. Zidane se asegura además su continuidad, merecidamente. El francés cogió a un Madrid dormitado, y ha logrado, en seis meses, una nueva Champions. Todo sea dicho.

El Atlético acabó la temporada guerreando la liga hasta la penúltima jornada. Vuelve a ser subcampeón de la Champions, que no es nada fácil. Su ajuste de cuentas particular con la historia queda pendiente. Los colchoneros siguen creciendo, mal acostumbrando a un equipo que vive entre malos tragos y glorias.

Por abajo, por la quema del descenso a segunda división, el Sporting fue el gran afortunado, acabó salvándose in extremis ante un Villarreal blandito, que no hizo honor a su cuarta plaza lograda, y que dejó la responsabilidad en los rojiblancos; el Getafe, que dependía de sí mismo, no hizo los deberes, cayó en el Benito Villamarín, el día que tenía ganar, ante un Betis que no se jugaba nada y que corrió como pocas veces ha corrido esta temporada; el Rayo ganó y descendió, necesitaba de las derrotas o los empates de sus adversarios, para seguir respirando en primera, demasiada casuística en contra para que le cuadraran las cuentas a Paco Jémez.



                                                       Sevilla, Pentacampeón de la UEFA League

El éxito también arribó en la capital hispalense. El Sevilla consiguió su quinta UEFA Europa League ―la tercera consecutiva―. Le ha cogido gusto a la cometición. Y el dato no es baladí o superfluo. El título le da acceso a la Champions para la próxima temporada ―y para alegrar la saca del club ostensiblemente―. El Sevilla volverá a pisar la competición cinco estrellas del fútbol mundial, volverá, como ya hiciera esta temporada, a ser un protagonista más en el torneo más exigente que existe en el continente. Allí donde se destila fútbol en estado puro. Además, fue un decente subcampeón de Copa ante el Barcelona. Firma una gran temporada el equipo de Unai. Gran ciclo para los de Nervión, para un equipo que tiene que reestructurar su plantilla cada año, y que a pesar de las trabas, lleva años brillando, espléndido, sin decaer.

B.S.

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