La tumba del bipartidismo
El cara a cara de ayer Sánchez-Rajoy evidenció una sucia trifulca, a deshora, en donde ganó el agrio sabor a derrota que se asienta desde hace tiempo en los contendientes de un bipartidismo que se esfuma. Para empezar, a nadie le interesa un debate a dos en la situación política actual, con dos caras que representan una realidad ―la del bipartidismo― que les sobrepasa, que manotean perdidos en busca del último milagro, de un mísero trozo de madera que les impida hundirse en ese océano de podredumbre al que le estamos arrinconando ―sobre todo al PSOE― por incompetentes y caras duras. Ambos adolecen de la frescura, limpieza y transparencia que necesitamos.
Sánchez jugó sus cartas con precipitación, no supo medir los tiempos, estuvo demasiado ansioso por sacar a Bárcenas y a la corrupción, por asociarse la lucha de clases, la palabra izquierda. Perdió el rumbo de la credibilidad con tanta vocinglería. Sánchez llevó el discurso a la bronca, al fango, desenvainó más la navaja que las ideas. La arrogancia y violencia verbal propició el desenfoque del líder socialista, que para nada sentó visos, apariencias, de estar capacitado para ser un buen presidente, ni siquiera hizo honor a sus antepasados ―Rubalcaba, Zapatero o González―. Ayer, Sánchez, salió con el machete entre los dientes, sin miramientos, y exhibió la desesperación de alguien al que no le importa los modos, sino el fin. Eso hizo que su pasada de frenada fuera quizá lo único reseñable en un debate infumable. La factura la recogerá el 20D.
Rajoy, confidebte de Bárcenas, que seguramente esperaba una tregua del señor Sánchez, fue prudente y defensivo en los primeros instantes. Intentó camuflarse en su disfraz de samaritano para hacernos vender un mensaje demasiado recalentado, que España va bien. Rajoy, de carácter siestero, tuvo que ajustarme al ritmo de los insultos tras presenciar los guantazos de Guillermo Tell hijo, de Sánchez. Contrarrestó como pudo las ofensivas, los primeros planos ―que le hacían flaco favor― hasta que Sánchez explicitó la falta de honradez del presidente, tras poner sobre la mesa la íntima relación del PP con la corrupción (innegable), el caso Bárcenas, los mensajes que el presidente compartió con él, para dejar después anotaciones sobre el elevado sueldo del presidente. Rajoy entonces tuvo que bajar al barro para recordarle, con rencor y compasión, que perderá las elecciones, que su partido ha bebido de las mismas aguas contaminadas de la corrupción, y que era un ruin, mezquino y miserable. Ese fue el nivel, la altura.
El PSOE cojea de los mismos defectos que el PP, y es muy fácil arrojar bazofia desde las partes implicadas porque tienen recámara de sobra para el abordaje. Por eso hay que dejarlos en el banquillo en las próximas elecciones
Seguramente, ya es tarde para tomar notas, pero tanto Rajoy como Sánchez olvidaron que si algo no necesitamos es la sobrasada de “y tú más” con la que nos quisieron deleitar los candidatos anoche. Los dos partidos insignias de la democracia se ven abrumados por los hechos y la pérdida de apoyo, descatalogados. Se enfrentaron en un último pulso en el que según las encuesta de A3M, tras finalizar “la tertulia”, la opción más votada fue que ninguno de los dos la había ganado. Fin de la cita. Sánchez obtendrá el 20D el peor resultado de la historia socialista. Quizá deba dimitir, aunque eso no impida que el barco del puño y la rosa siga hundiéndose. Rajoy intentará quedar como el cabeza de cartel que le auguran los pronósticos, con una pérdida de apoyo notable, y contará con muy pocos amigos en el parlamento para proyectar su política. La tumba del bipartidismo está cavada.
Bruno Sánchez
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