El fracaso de la democracia
Donald Trump será presidente por segunda vez en Estados Unidos. Un hombre que ha roto completamente el libro de estilo. Un político pirómano, arrogante y caprichoso, sin escrúpulos, que entiende la política como un show personal y televisivo. Un tipo que pensaba que el COVID no tenía importancia y que se curaba con lejía (una entre sus muchas sonadas lindezas). El niño de papá que no ha leído un libro en su vida y que ha construido su carrera política con la herencia recibida, la telebasura y tragos de Coca-Cola. Trump ejemplifica el fracaso de la democracia y el éxito del ruido.
La izquierda tiene que enfocar de otra manera la inmigración y los temas económicos, apelar a cuestiones que mejoren la vida de los trabajadores. Porque cuando hay penurias las familias cierran los debates ideológicos y quieren soluciones. Es un desastre para la democracia que un personaje como Trump, que solo sobrevive si hay ruido, gane unas elecciones democráticamente. Un hombre que alentó un golpe de Estado cuando perdió las elecciones con Biden en el 2020, vertiendo burdas mentiras y rabiosos pataleos a sus seguidores e ignorando los resultados electorales. Está acusado por ello y a la espera de la sentencia. Una espera que, a partir de ahora, hará como presidente.
Ante este panorama, ante este apocalipsis social, judicial y político, Trump no solo se ha levantado nuevamente, no solo ha salido indemne, sino que ha salido victorioso. El verdugo, que no asume su culpa y responsabilidad, acaba vendiendo su perogrullada, que sufre un lawfare sin precedentes, que sufre una caza de brujas. Y triunfa. Teniendo en contra a demócratas y republicanos. Los demócratas no han sabido rematar a un moribundo político.
Hay muchas lecturas, más allá de lo woke y de las corrientes reaccionarias; la primera y más importante quizás sea que el mundo no está preparado para que gobiernen las mujeres. Un país como Estados Unidos prefiere a un criminal multimillonario, machista y neurótico, que a una mujer trabajadora e independiente, de ascendencia extranjera, que encarna el paradigma del sueño americano. A veces, lo personal, no es político. Y hay que preguntarse por qué. Los demócratas y los partidos de izquierdas deben escrutar por qué estos sujetos estrafalarios, que hacen de la política un sucio combate de boxeo, donde no hay argumentos, ni políticas, y sí un sinfín de exabruptos, están convenciendo a la gente. Con tres puntos claves Trump se ha llevado por delante a los demócratas; el eslogan de "vamos a hacer grande a Estados Unidos de nuevo", la promesa de la prosperidad económica y la mano dura contra la inmigración. Sea como fuere, la victoria de Trump es incontestable. La antipolítica está de moda y DT vuelve a la Casa Blanca.
BS
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