Cuando te matan en vida

Hay un silencio inquietante e histórico en este país con las violaciones de la iglesia en los centros educativos católicos, con los pederastas que llevan y llevaban sotanas. Por algún razón, los pederastas han visto el hábito en la Iglesia, y esta ha tenido el control de la educación en sus manos. Hay testimonios documentados de violaciones perpetradas por parte de los curas de desde la Edad Media, en las guerras santas. Y por supuesto, existió anteriormente. Pero lo más indignante y preocupante es que este apartado siga bajo la alfombra en las democracias actuales. 

La Iglesia, que se encargó de la educación de este país en los años más oscuros del Siglo XX, todavía gestiona y controla miles de centros, y ante la avalancha de denuncias por las violaciones no quiere dar una respuesta firme y nítida, sino que ofrece mutismo, largas, titubeos. Hablamos, no hay que olvidarlo, de violaciones a niños, violaciones masivas. La institución eclesiástica, por activa y por pasiva, se encargó de tapar hablando con las familias y ocultándolas. Se ha encargado de borrar, perder, traspapelar, todos aquellos casos, porque abrir las miles de causas pendientes de los curas y las violaciones de estos sobre los niños, es un asunto que sigue envuelto en un manto de silencio, en el manto de la vergüenza. Solo el Papa argentino Francisco, Jorge Mario Bergolio, ha empezado la encrucijada imposible de limpiar los trapos sucios del clero en el mundo y en la historia. 

Alejandro Palomas ha publicado hace unos días el libro Esto no se dice (2022). El propio título remite al tabú que conlleva ser víctima de una violación. La obra es un abrirse desde dentro, en donde habla de la violación que sufrió de pequeño a manos de un cura docente en La Salle, en Barcelona. Hace una radiografía de cómo ha sido su vida antes y sobre todo después, después de morir en vida tras sufrir una violación. Es un libro que al propio autor le ha servido como desahogo, como verdad, quizás como terapia, con un remitente muy especial, porque es un libro que dialoga con su madre, que está siempre presente, recientemente fallecida. 

En su radiografía de los abusos, habla de cómo era un niño vulnerable, de cómo en ese colegio de sotanas había runrún sobre determinados curas, y cómo los demás curas, a sabiendas, hicieron la vista gorda. Y cuando los padres pedían explicaciones, por unas violaciones, y es importante ser estrictos con las palabras, el propio centro ni siquiera expulsaba al agresor y aunque parezca increíble, se tapaban las violaciones con la familia, para que el escándalo no saliera de puertas para afuera. Pero ahí no acaba la tortura, porque, en este caso, el cura que lo violó en comenzó a señalarlo en clase, después de las violaciones, y lo humillada, por despecho, después de que lo hubiese violado y después de que el niño se lo contara a su madre. Esta era la educación franquista, esta era la justicia franquista. 

La violación deja a las víctimas secuelas psicológicas y físicas; secuelas que Alejandro Palomas explica en el libro y en las entrevistas. Pero la historia no acaba aquí porque a la hora de exigir justicia, y es algo que recalca a menudo, la actitud política con estos asuntos sigue siendo de tabú, de miedo y de cobardía. 

Recomiendo leer el libro para ver cómo un trauma de este tipo, una violación, es un asunto que deja secuelas de por vida, que está tremendamente vinculado a los suicidios, y que además, como cuenta, la actitud política con la violaciones a menores, y con las violaciones masivas, especialmente en los centros educativos católicos, es indigna. Hace unos meses tuvo una entrevista en Todo es verdad, donde narraba los hechos. En la entrevista de ayer en La Ventana, Alejandro Palomas comenta que es un tema que la gente no quiere escuchar, seguramente porque es un asunto tremendo, y de ahí el título del libro. Aquella violación fue un tabú en su familia y nunca se mencionó, ni por su madre ni por su padre. También, y esto es lo más preocupante, porque nos toca directamente como sociedad, habla de cómo la política no sabe y no supo responder a estas violaciones. El propio escritor comenta en la entrevista en la SER, que la actitud política actual es nula y que El defensor del pueblo, ante la comisión planteada por los abusos de la Iglesia, les dijo a las víctimas que defender los abusos contra la Iglesia es un problema tremendo, que "todo el mundo le da el pésame". Palomas argumenta que este asunto, con los miles de casos, y por la actitud política, es una batalla perdida porque la iglesia es una institución que a día de hoy tiene un enorme poder. "Va a resulta imposible", explicita el propio escritor.

El hecho indiscutible de estas violaciones es que, detrás de estas violaciones, hay vidas destrozadas. Palomas explica en la entrevista en La Ventana cómo los tabúes y los silencios ante las violaciones, ante el hecho de ser una víctima marcada, provocó un sentimiento de culpa terrible que casi nunca acaba, un estigma, y que se repite continuamente en las víctimas que han sufrido abusos sexuales. De ahí los problemas mentales, las depresiones y los suicidios. El propio cura que abusaba de él, después de eyacular dentro, se indignaba y le decía "ves lo que me haces hacer". Una vida destrozada por un hijo de puta que ha vivido una vida digna hasta el final de sus días. Y resulta obligado ver el artículo que el escritor le dedica a su violador, para comprobar que a pesar de los años, y del esfuerzo, desde aquellas violaciones ha sido incapaz de tener una vida normal, relaciones que ha sido incapaz de disfrutar de las relaciones de pareja, del cariño y del sexo, porque las violaciones le han trastornado la vida, su vida social, sexual y relacional. Con una frase que no tiene ambigüedad y que habla del infierno que ha ido pisando frecuentemente desde entonces, desde las violaciones; me han matado en vida. Y pese a todo, ahí sigue luchando, resistiendo, dignificando a las víctimas de abusos y dejando en el ridículo más absoluto a la iglesia, por sus mentiras y ocultamientos; a los políticos, por su incompetencia; y a la sociedad, por responder con silencio, por la vergüenza de verse señalado incluso como víctima. 

BS

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