La Historia no es una opinión



La revisión histórica, en los últimos años, está en boga. Las corrientes feministas, sobre todo, están tratando de urdir, con pleno derecho, una nueva Historia, de reescribirla, con la mujer por bandera, con la mujer visible, reconocida, y que también sea reconocida como un sujeto artístico, social y político, que existe no simplemente a la sombra del hombre o en la sombra del anonimato. También es notorio un auge que busca la recuperación de la historia de los perdedores, la memoria de los derrotados, aquellos que fueron masacrados o borrados del mapa (como la de los pueblos prehispánicos de América o los derrotados en la Guerra Civil española). 

Esto nos lleva a plantearnos el concepto de Historia que, como vemos, cambia con los años. La prueba más evidente de que esta es una disciplina que cambia con el tiempo, que evoluciona, lo podemos escarbar en el típico comentario de que "hay que saber mirar al pasado con los ojos del pasado", o la archiconocida frase de “la Historia la escriben los vencedores”. Esto nos lleva a plantear que la Historia nos da unos argumentos según el enfoque o el prisma político o social con que la miramos. Pero que la Historia tenga un margen de interpretación no quiere decir que sea lo mismo que una opinión (y las opiniones son respetables hasta cierto punto, por otra parte, porque no todas tienen valor).

La comidilla de hace un tiempo en las reuniones del PP, con Casado y compañía, en la que se niega que en España, en 1936, hubiera un Golpe de Estado es una falsedad peligrosa porque quiere falsear la historia y acaba distorsionando la sublevación, a las víctimas y a los verdugos, confundiéndolo todo. Y esto hay que atajarlo sin ambages. Es preciso dejarlo claro porque si no, entramos en la contaminada tendencia de los disparates, en el show televisado de La Gran Mentira (algo que ya utilizaba el nazismo para vender mentiras como verdades). Podemos entrar a debatir sobre si la República en la España del siglo XX estaba siendo un modelo fallido, si aquel Estado sin estructura tenía cimientos para aguantar el gesto torcido de todos los "Ruiz-Mateos" de la época, empresarios y terratenientes, con un poder tremendo, que vivían a espaldas de la legislación y que pagaban salarios de esclavos, por no hablar del poder eclesiástico. Pero, sin lugar a dudas, lo primero en lo que habría que incidir es que en la Segunda República gobernaron progresistas y conservadores, izquierdas y derechas, y que el problema no estaría tanto en la República, que es un modelo de Estado, en el papel, más válido y justo que una monarquía, sino en la situación de hecatombe, económica y social, del país.

La República tuvo frentes abiertos por todas partes porque España era el elefante en la cacharrería dentro de una lavadora centrifugando. Y para ser precisos con los hechos, el problema real no eran las elecciones democráticas, eran los problemas sociales, las revueltas, y sobre todo, el levantamiento tras elecciones del 36. Una sublevación por parte de militares y conservadores que fue apoyado en las sombras y en las luces por el conglomerado de partidos que pierde las elecciones, el Frente Nacional, que se rebela contra la unión de partidos de izquierdas, contra el Frente Popular, y que se salda con tres años de Guerra Civil y cuarenta años de dictadura, dejando una represión sin final, dejando a miles de rojos por las cunetas, dejando los años más negros del país del Siglo XX, con campos de concentración incluidos. Un país que se quedó sin libertad, con militares con una mano de hierro, y la otra corrupta, en el gobierno, y con los curas como adalides de la educación, del espíritu y de la moral (fueron durante esos oscuros años una secta pederasta sin control). 

Mientras los republicanos, la ILE, y Ortega y Gasset añoraban un país más europeo, menos cateto, que pudiera mirar de tú a tú a la república francesa, con una élite cultural y científica consolidada (Generación del 27, por dejar la nota), aquí, nos quedamos con un país triste, pulverulento, nacionalcatólico, lleno de santos y cruces, y pobre hasta doler.

BS

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