Más Circo

           
Más Circo

En el circo de la política nacional vamos que no paramos, al desenfreno absoluto. En Galicia, el PP liderado por Feijóo, que se daba viajecitos en yates de lujo con la crème de la crème de la mafia del narcotráfico gallego, y a pesar de los casos de corrupción que salpican al PP en todo el país, ha obtenido mayoría absoluta 41 (de 75). Un aplauso para ellos, para los votantes. Además, los populares, resisten en el País Vasco con 9 escaños (de 75), uno menos que en las elecciones del 2012, que les dejan con un buen sabor de boca si atendemos a las circunstancias.

Por lo demás, las virutas. Podemos se consolida; es el primer partido de la oposición en Galicia con En Marea, y constata su fuerza en el País Vasco, aunque pierde fuelle en comparación con los resultados de las nacionales del 26J. A efectos reales, los resultados les sirven de poco a los de magenta porque no podrán intervenir con sus postulados políticos. La aplastante victoria del PP en Galicia y el gran resultado del PNV en el País Vasco dejan a la izquierda sin margen de maniobra, como viene siendo costumbre.

Al que se le ha atragantado el pastel dominical ha sido al PSOE que se queda con la cara de circunstancia en Galicia, donde queda como tercera fuerza política, y sobre todo, en el País Vasco, donde pierde siete escaños y se queda con la misma representación que el PP. Un batacazo histórico. La lectura que ha realizado gran parte de la opinión ha sido señalar a Pedro Sánchez como responsable de todos los males y de la caída libre de los últimos años. Muchos presidentes regionales y barones históricos han cuestionado el liderazgo de Sánchez y han indagado ahí, en la herida, sin que entendamos muy bien lo que replantean para el futuro, como si el supuesto plan B ―cortinas de humo― pudiera solventar en algo la hemorragia de desconfianza que sufren. Pero la caída socialista no viene de hoy. Comenzó con el descrédito, con la pésima gestión y los hachazos de los últimos años del gobierno de Zapatero, que golpeó duramente el ADN del partido socialista  ―eso sí, por imposición europea― y defraudó a sus votantes. Luego, con tales antecedentes, quedó Rubalcaba al frente del timón, del barco, al que todo el mundo bombardeaba. El hundimiento era inevitable. Y cuando creíamos que no se podía caer más bajo, nos equivocamos. Llegó Sánchez, que se estrenó con varios dedazos ―quitando a Tomás Gómez primero del PSM, y después, con los cambios en el orden de las listas de las elecciones, sin venir a cuento, relegando, entre otros, a su archienemigo Madina―. Sánchez lideró al PSOE en muy mala hora, cuando irrumpe Podemos, huracanando y asaltando varios feudos históricos del socialismo en España ―y con menor repercusión el partido de Rivera, Ciudadanos― dejando al partido socialista bajo mínimos. El desinfle del PSOE no es simplemente una cuestión de política interna, sino que es también una consecuencia de una concepción de política general, de ámbito nacional, del hastío de gran parte de la sociedad por el bipartidismo. Dudo mucho de que la solución del PSOE se encuentre en un cambio de nombres, y eso, me temo, lo saben los socialistas que patalean y que oyen llover aunque no saben dónde.

El PSOE ha sido el partido más perjudicado por la fiebre del movimiento 15M, por los que clamaban por una limpieza y un cambio en las instituciones políticas, por los aires de regeneración, por las ganas de cambio. La izquierda suele replantearse más los conceptos, por eso Podemos existe, por eso los de Iglesias conforman uno de los principales actores de la nueva política. El estado de reflexión que se cercena en la izquierda escasea en la derecha, que se presenta siempre unida y monolítica, pase lo que pase ―a pesar de las voces discordantes que son solapadas dentro del mismo partido―. Leal hasta la estupidez. Lo que más descuadra es que el PP, con una corrupción masiva, y con los viejos aranceles encima de una política casposa y elitista, no han asumido los golpes de sus fraudes, sus caras largas, sus gestiones. Habría que añadir que no todos los del PP son corruptos, pero se han sucedido desfalcos y pasarelas de enchironados como para replantearse, al menos, el voto de confianza. El PSOE también tiene sus cloacas, y aún cuelga del ERE de Andaucía ―región en la que sigue gobernando―. Con todo, el PSOE sigue siendo el partido más fácil de lapidar, y el primer partido de la oposición.

Resulta escalofriante, que tras los años de gobierno de Rajoy ―el desgaste que eso supone, más que nada por las goteras visibles a años luz― no hallemos músculo en la izquierda para derrocarlo. Si algo hemos aprendido con los de Rajoy, es que mientras más robas, más votos recibes. Mientras tanto los socialistas se reparten la leña… entre ellos mismos. Los votantes de la izquierda, de la socialdemocracia, se dividen entre un PSOE en guerra y un Podemos que no acaba de convencer y de movilizar al grueso de la sociedad. No hay asalto al cielo. Y si giramos a la derecha del espectro político, vemos cómo se frotan las manos los silloneros. Sin hacer nada, lo hacen todo.

B S

Comentarios

  1. Buena reflexión amigo. Freijoo ya tiene otra excusa para descorchar otra botellita de cava en el yate, Iglesias sigue con su palito removiendo la caca para ver cuanto huele, Sanchez sigue encerrado en el baño sin querer hablar, aunque de vez en cuando se le oye toser, y Rajoy agacha la cabeza como un buen "mortadelo" ante los barcenas que pululan por Génova. Un autentico aqui no hay quien viva version reality.

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