La Guerra Ha Empezado
La Guerra Ha
Empezado
El motín en el PSOE ya ha estallado. Más de uno se ha quitado la máscara. Los detractores de Sánchez han aprovechado las hojas bajas para sacar las sartenes a pasear y apalear la moribunda cabeza de Pedro Sánchez ―en estos inciertos momentos Secretario Genera del PSOE―. La gota que ha colmado el vaso ha sido la fijación de un Congreso Exprés, sin margen para una alternativa solvente, para darle vía libre, alfombra roja, al liderazgo de Sánchez. Ese era el plan. Pero tras los penosos resultados electorales, los críticos, ante el oportunismo de dicho congreso, han dicho basta.
Los sectores críticos, sin embargo, están viendo la paja en el ojo ajeno y no las quiebras irremediables ―y sus consecuencias― que están provocando. Como si Susana Díaz o cualquier otro “caballo ganador”, pudiera obrar el milagro de hacer renacer al partido de sus cenizas pisoteadas. La elección de un nuevo líder para enfilar y conducir esa tartana, que actualmente es el Partido Socialista, por mucho que se empeñen, no va a colocar al PSOE en las mayorías absolutas de antaño. Utopía que deberían dejar a un lado. Los fracasos del PSOE no están vinculados, únicamente, a su número uno ―como ya desguacé en Más Circo―. No existe una vacuna para curar el descrédito con el que cada mañana se irguen los socialistas. Y no deberían olvidar, aquellos que están preparando la soga en Ferraz, que los militantes socialistas votaron a Pedro Sánchez para capitanear el partido ―la primera vez en la historia— hace dos años. Aunque ese mismo argumento tenía a favor Tomás Gómez, y fue expulsado del PSM, sin miramientos. Por tanto, Sánchez tiene la legitimidad necesaria para seguir al frente del partido, si mira a las bases, si lo considera conveniente. Por otro lado, los resultados desde que está al frente del PSOE, la caída libre de apoyos, el rechazo a la abstención, y ciertas actuaciones autoritarias, no le avalan. Tras cada minuto que se esfuma aumenta la cantidad de enemigos en su contador particular.
Los sectores críticos, sin embargo, están viendo la paja en el ojo ajeno y no las quiebras irremediables ―y sus consecuencias― que están provocando. Como si Susana Díaz o cualquier otro “caballo ganador”, pudiera obrar el milagro de hacer renacer al partido de sus cenizas pisoteadas. La elección de un nuevo líder para enfilar y conducir esa tartana, que actualmente es el Partido Socialista, por mucho que se empeñen, no va a colocar al PSOE en las mayorías absolutas de antaño. Utopía que deberían dejar a un lado. Los fracasos del PSOE no están vinculados, únicamente, a su número uno ―como ya desguacé en Más Circo―. No existe una vacuna para curar el descrédito con el que cada mañana se irguen los socialistas. Y no deberían olvidar, aquellos que están preparando la soga en Ferraz, que los militantes socialistas votaron a Pedro Sánchez para capitanear el partido ―la primera vez en la historia— hace dos años. Aunque ese mismo argumento tenía a favor Tomás Gómez, y fue expulsado del PSM, sin miramientos. Por tanto, Sánchez tiene la legitimidad necesaria para seguir al frente del partido, si mira a las bases, si lo considera conveniente. Por otro lado, los resultados desde que está al frente del PSOE, la caída libre de apoyos, el rechazo a la abstención, y ciertas actuaciones autoritarias, no le avalan. Tras cada minuto que se esfuma aumenta la cantidad de enemigos en su contador particular.
Resulta lamentable que haya tanta liturgia y megáfonos para las venganzas
internas, para la decapitación de Sánchez, y que no queden posos para la reconstrucción.
La transparencia y la variedad de opinión es saludable. Que exista la
pluralidad de verbo y contenido en los partidos políticos, y que se disperse, enriquece
el panorama, a pesar de toda la verdad que esconde ―y encadena― uno de los
eslóganes, tallado a fuego, del mundo de la política, esa de quien se mueve, no sale en la foto ―en donde
se sobreentiende el fatal desenlace para los que divergen y critican―.
El
presidente del Viejo Testamento del PSOE, para bien y para mal, Felipe
González, que suele colocar portadas cada dos o tres meses, ha desvelado, en
una entrevista con Pepa Bueno en la SER, que Sánchez se planteaba la diatriba
de la abstención en una segunda toma de investidura para dejar paso a un
gobierno del PP. Decía González, que se sentía “engañado” por aquellas
palabras, ante el "No es no" de Sánchez a Rajoy. A las voces discordantes que tiraban al dardo envenenado, para forzar la abstención
del PSOE y para dejar gobernar al PP, se sumó Fernández Vara, Susana Díaz, y otros barones, que no veían
viable, como otros tantos socialistas, un gobierno de coalición,
que ha sido catalogado de “gobierno Frankenstein”, en donde el PSOE tomaría la
batuta del país de la mano de Ciudadanos y Podemos. Un escenario un tanto esperpéntico
e iluso, ya que Ciudadanos y Podemos son el tocino y la velocidad; dos cuñados
viendo el fútbol.
Ahora
mismo, diecisiete integrantes de la ejecutiva socialistas han dimitido para
forzar la inhabilitación de Sánchez, para que se dé paso a un reseteo profundo en el
partido. Un movimiento estratégico, dictado a cañonazos y sin vaselina. Por las malas. Esto va a dejar al
partido en una nueva deriva dantesca, en una nueva comisión ejecutiva nacional,
con un Congreso Federal Extraordinario para que voten nuevamente los militantes.
Aunque la ejecutiva quiere derrocar a Sánchez en un Comité Federal, sin filtros, sin que se
pida el voto a los militantes. La tormenta perfecta. Nadie entiende nada. Con
todas las tortas pendientes, se va a focalizar, una vez más, durante semanas,
en el resquebrajado panorama del SOE, en la división entre los socialistas; los que harán trincheras en favor del discutido Pedro Sánchez frente a los que proponen un cambio sin que se sepamos muy bien qué
quieren o qué esperan obtener con tanto ruido.
La guerra ha empezado. Todos los socialistas van perder.
La guerra ha empezado. Todos los socialistas van perder.
B S
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