Pauloncesto
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Monstruoso mate de Pau |
En el
deporte no todo es ganar, sigue siendo crucial el
cómo. Deseo, ganas, ambición.
Las horas de
entreno y cabeza,
estar lúcido en
el insomnio, en
el derrumbe. Lo
que nadie ve
cuando se baja el
telón y se
apagan los focos.
Asumir las derrotas,
aprender, mejorar, subir,
leer y hacer lectura
y una vez
ahí, lograr la
cima que todos
daban por inalcanzable,
y mirar más
arriba aún. Conjeturarse el
sueño, la utopía,
la casualidad, la chistera, como
en la vida.
Formar un equipo, un
grupo, una familia,
todos para uno.
Sentir cada golpe,
sentir cada arañazo,
cada salto, cada manotazo
por el lance,
cada robo, rebote,
cada palmeo con
la punta de
los dedos, cada
pase, cada tiro
libre, cada triple,
dribling, bloqueo, sentirlo
como propio. Como
si no hubiera
otra oportunidad. Darlo
todo y un
puñado más, franquear
lo establecido, apretar
los dientes, como
en un combate de
boxeo, establecer la épica.
Los destellos se
muestran en muy
pocos elegidos, en contadas
ocasiones. Cuando pones
todo esto en
el parqué no
importa si al
final te desmantela
la derrota. Algún día cambiarás la historia.
Algunos
solo aplauden, se
enaltecen, fanfarronean con
la banderan y
con la tierra
prometida cuando sopla viento
a favor. Serán
los mismos que
tendrán ración doble
de olvido y
silbidos cuando todo se
tuerza. Entonces el
icono pasa a
acabado. Sobran pollos
sin cabezas. Lo
vemos cuando un quinto
puesto es inexistente,
o unos cuartos
de final carecen
de valor. Ellos
no conciben lo
que escribo. Ayer
la selección española
de baloncesto consiguió
su tercer europeo
ante una desinflada Lituania.
Eran buenos si
no lo hubieran
hecho. España 80-63
Lituania, fue el marcador final.
El
baloncesto nos enseñó
la grandeza que
esconde como deporte.
Para ser el
mejor hay que ser
el mejor equipo,
mantener la cabeza
fría, la inteligencia
abierta, saber correr
y parar, descifrar
el mejor pase
y romper las
barajas, inventar, sacrificarse
hasta el último
segundo. Ser conscientes
de la dificultad,
abrirse a la
posibilidad de que
lo quimérico nos
puede hacer saltar
por los aires. Mil
pedazos. Existen seres
fuera de lo común, talentos
en bruto que
marcan la diferencia.
Sobresalen y hacen
colosal aun a
grandes equipos. Ayer,
uno de esos seres salió
a la cancha con
el dorsal 4,
un tal Pau
Gasol, treinta cinco
años. Enchufó 25
puntos como tal
cosa en la
final, 40 puntos
para la historia
en semifinales. Puedes
abrir el paraguas
ante la lluvia,
de poco sirve si
llega el diluvio.
El pabellón de
Lille con 27.000
aficionados sabe de
lo que hablo.
No sirvieron los pitos, ni las
redes defensivas, porque tras
cada tiro de Gasol solo quedaba
mutismo. Quien calla otorga.
La
final careció de
lance, el combinado
de Scariolo ajustó
los engranajes, la concentración,
la intensidad defensiva, y las anotaciones entraban con
insistencia y regularidad.
El equipo lituano
no se ubicó,
con pérdidas absurdas de
balones, juego espeso,
desacierto de cara
al aro. Los
palos se repartieron
y se dejaron en
semifinales. El partido
clave, tambores de
guerra, uno de
esos partidos en
donde presenciamos imprevisibles
cambios de guion, sobresaltos,
pitos y melodías. Francia pudo haber ganado la
batalla, el pulso.
Aquel partido resultó
ser un superlativo.
Ahí sí tocó
bajar a la
mina, picar piedra, sudar,
morir. Francia partía
como favorita con
un cuadro de
jugadores impresionantes, con varios NBA,
invicto, con talentos
en estado de
ebullición. España sembraba
dudas, vaivenes. Los franceses
llegaron a ponerse
incluso 11 arriba
en el último
cuarto, a falta
de escasos minutos
para el final
del partido, cuando
casi nadie creía
en la remontada,
cuando nadie daba
un duro por
ellos. Los pronósticos
no siempre se
cumplen, a veces
dinamita. El equipo
francés quizás lo
vio claro, fácil,
se relajaron, disminuyeron,
y un gigante
llamado Pau Gasol
se puso a dar una clase de
baloncesto.
El
equipo gasoliano no
bajó los brazos,
Parker estuvo difuminado,
y Pau clavaba
canasta tras canasta, una
detrás de otra.
Martillo pilón. El
equipo encendió más
la intensidad, había
fe en la remontada. Llull y Sergio Rodríguez
sumaban también con entradas a cuchillo y lanzamientos desde el perímetro,
templando, comandando.Pau y los
suyos fueron recortando
diferencias, punto a
punto, palmo a
palmo, piedra a
piedra, cabeza y corazón. El
catalán desbordó Lille con
los increíbles 40
puntos, martirizando, siendo
el epicentro para
que la selección
se pusiera por
delante. Tuvimos que
esperar al final
de la prórroga
para presenciar el
último mate de Gasol,
como guinda. El
definitivo jaque mate para
ese partido trabado y
archivado ya para el recuerdo, para la historia.
Dentro
de unos años será
inevitable verle colgar
las botas. Nos acordaremos
de él mucho después,
diremos “yo vi
jugar a esa
leyenda”. Porque no volveremos
a ver a otro
jugador como Pau Gasol.
No es una
pena, es una
suerte. Solo nos
queda observar su
baloncesto, disfrutarlo, aplaudir y deleitarse.
Epílogo
La
selección española volvió
a conseguir un
oro en un
Europeo de baloncesto,
y van tres (2009,
2011 y 2015),
que se suman
a dos platas
(2003, 2007) y
un bronce (2001).
Además, en la vitrina reposan un
mundial histórico (Japón, 2006),
y dos platas
olímpicas (2008 y
2012, frente a Estados
Unidos, donde se
rozó el milagro).
La raíz de todos estos éxitos bebe
de aquella generación que
ganaró el mundial
sub-19 en 1999
frente a Estados
Unidos (y que
ya ganaría un año antes
el europeo sub-18). De ahí partieron Gasol, Navarro, Reyes… a los
que se le unieron nombres como Rudy, Ricky, Calderón,
Garbajosa… Han logrado quince años de gloria.
B. S.
B. S.
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