Campanas por bicoca



   Tocaban campanas por bicoca. En un abrir y cerrar Wert pasó de estar fuera de la órbita del equipo de gobierno a subirse en el carromato de la encomiable recompensa, por su labor labrada, con un suculento puesto en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). A París se ha dicho. Coincide con su mujer, que trabaja y reside en la capital francesa también. El azaroso destino. Qué mal pensado es la gente... Su equipo no se olvida de las siglas (para no perder las costumbres). Recibirá una dote mensual de 10.000 euros, lo que significa que ganará más dinerales que cuando laboraba como ministro, que ganará en un mes lo que ganan la mitad de los trabajadores de este varado país (los que tienen la suerte de tener un trabajo al que agarrarse) en un año. Todas las informaciones al respecto se han dado por debajo de la mesa, aprovechando el verano, el calor sofocante, a Rato en un yate de lujo dándose chapuzones de justicia en el Mediterráneo y a Bárcenas probando las mieles en chalés adosados y tomando gin-tonics.


   Suponemos que el paso/empujón al costado de/a Wert se debe, entre otras razones, a la negra atmósfera que lleva a rastras. El chapapote, su nombre. Dijera lo que dijera estaría sentenciado de antemano. Hay varios porqués. Suma el logro de haber conseguido levantar, casi por unanimidad, a todos los eslabones que conforman el sistema educativo en contra de la reforma de la ley educativa del gobierno. Para más inri, el intento de reforma ha caído en sacos rotos desde el principio, se ha dado de bruces con espinosas circunstancias: la austeridad impuesta; los recortes económicos; la implantación obligada del consorcio europeo para las Universidades con el agujereado Plan Bolonia (en donde no ha importado la voz, ni ha habido voto, para las distintas consideraciones de las Universidades, de los profesores y estudiantes); y sobre todo la reforma educativa, la “Ley Wert”, politizada tanto por el gobierno como por los partidos de la oposición. Convierten la educación, una vez más, en un proyecto sin margen, en un arma arrojadiza, en un instrumento para hacer política y que será irreconocible nuevamente cuando la oposición se siente en el sillón presidencial. Esto no es sinónimo de solución, ni mucho menos. Wert ha tenido la lengua afilada y cortante en demasiadas ocasiones, ha sembrado excesivas meteduras de pata con sus aireadas declaraciones, ha mostrado sobradas dosis de soberbia y carencia de sensibilidad. Ajeno a los que viven en situaciones más comprometidas. Todo ganado a pulso, y por supuesto, ya es tarde para saltarse la condena.


   La reforma de la ley de educación de Wert, ‘La ley orgánica para la mejora de la calidad educativa’, tenía aspectos novedosos y flacos auspiciantes. Aparecen las reválidas, rankings y competitividad, que supondrían más controles en la escalera educativa, comenzando en los colegios y siguiendo en  los institutos (primaria, ESO y bachillerato). También se fomenta el ingreso en Formación Profesional para aquellos alumnos catapultados a la ignominia. Los puntos más desfavorables y que más guerras han abierto: entre 65%-75% de los materiales destinados a la educación están bajo el manejo y amparo del Ministerio de educación, es decir, ideológicamente contaminado; se elimina la inmersión lingüística para potenciar el castellano, en detrimento de las lenguas cooficiales; y se aumenta la ratio de alumnos por aula.


   El problema persiste, seguimos dando palos de ciego, paseando por el lodo del sinsentido. No encontramos una actitud conjunta, ni deseo, para proyectar una educación global, plural, abierta. Ni se plantea siquiera. Prefieren pellizcar unos míseros votos que darle remedio al descosido, prefieren soltar cipotadas en las palestras que trabajar por darle solución a uno de los mayores rotos que asola a este país y que es el que más repercutirá en nuestro futuro. Reducimos un debate capital como este a la ideología patatera. Los informes PISA cada año nos advierten y alarman de los penosos resultados que obtienen nuestros estudiantes, que carecen de los conocimientos mínimos necesarios de historia, matemáticas y que a la hora de expresarse por escrito les asola la sequía y no aciertan con las tildes ni de penalti. Por eso me sorprende tanto, que a cada intento de reforma, salgan a la caza, las distintas oposiciones a recriminar punto por punto lo que se plantea sin que haya dado tiempo a asimilar el punto por punto. Y todo se revuelve y se cambia cada cuatro años, cada vez que llegan las elecciones, con el viento del nuevo gobierno, de un lado a otro, con el circo constante de los parlamentarios, haciendo lo imposible por que la educación no deje de dar tumbos.

   Una sociedad ignorante es una sociedad fácil de dirigir, de engañar, de traicionar. Son los cimientos que necesitan "que no se quiten la venda que en cuanto vean los disparates que somos nos mandan a paseo". Y el chollo persiste porque el tonto de turno, presidente del gobierno, de la comunidad autónoma, de la alcaldía, vende humo y luego se sube el sueldo mientras mete la tijera a las sombras de los boletines oficiales del estado.

                                                                                                      Bruno Sánchez

Comentarios

Entradas populares