Reflexión particular

Increíble. Hasta que no se dan de bruces contra el día electoral a más de uno se le olvida de qué iba esto. Hundidos en la pachorra y en la ignorancia, de buenas despiertan, y sacan a pasear el carrito de las promesas estériles, los mítines soporíferos. Acceden a las entrevistas siempre negadas, sonríen a más no poder, a amigos y enemigos. Que no quede un segundo sin ocupar con la idea del cambio, dar la brasa sobre la futura iluminación, lo bonito y resplandeciente que quedaría el país si El Partido llegara al gobierno. Nos la dan con queso. Bazofia por bandera.
La jornada de reflexión, en este caso, está para discernir qué es lo que más nos conviene como país, pueblo o ciudad, tener claro de antemano que voy a votar al partido que siempre he votado no vale, cambia el voto si es necesario, no te dejes arrastrar por la ideología, no pases por alto la idiocia en la que muchos candidatos, sean de un lado o de otro, se sumergen. No se trata de cambiar los principios, sino de analizar y escoger por principio.
Supongo que la pantomina resulta inevitable y da viva cuenta del nivel político de nuestro país. Dejándolos del otro lado (la chapucería a estas aturas es ya irremediable), necesitamos políticos responsables, gestores, porque el corazón o la ideología nos pueden llevar a elegir a personas transparentes e incompetentes a partes iguales y que nos traigan la viva ruina. La derecha aplaca las decisiones con dedazos, la mano blanda a la hora de expulsar y mandar a paseo (o a la cárcel) a seguros corruptos, y la reserva no está libre de mentecatos precisamente. Tras la eclosión de Podemos, de Pablo Iglesias, de Ada Colau, o incluso de Albert Rivera, han salido miles de falsos imitadores, arrastrados chupatintas, zoquetes que en muchos casos carecen de la suficiencia necesaria y que por no tener no tienen ni la EGB.
Igual que para acceder a un cargo público es necesario realizar una oposición, los políticos deberían pasar filtros, que acrediten, por si quieren chupar del bote, unos niveles mínimos técnicos e intelectuales, y que estos filtros, de diversa manera, se mantengan en el tiempo, sin vinculación a siglas o apellidos. Esto nos evitaría hecatombes, que los pardillos ocupen puestos en los ayuntamientos, que la política sea más vocacional, más transparente, menos oportunista y alejado del lanbuceo. Lo sé, me gusta soñar de vez en cuando.
Bruno Sánchez
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