Urdangarín y la infantada
Infantada:
sujeto femenino que goza de ausencia jurídica en cualquier caso dado de
quebradura legal por pertenecer a la insoslayable sangre azul de nuestra
nación. Es decir: puede, bajo mandato constitucional, como cualquier sujeto de
rango real, saltarse a la torera la ley, con derecho a una defensa "justa".
Volvemos a decir: cuenta con la predisposición de su papa rey para hacer un par
de llamaditas, hablar con los abogados oportunos, fiscales, ministros y jueces
necesarios, conmutar la pena, o indultar, cambiar el significado de la palabra
“soborno” por el de “favor personal”. Sonrisilla y apretón de manos, vistas a
un próspero futuro para el sujeto que acepte el juego, ligado a cenas de altos
engranajes, reuniones bajo lámparas majestuosas, e interminables e interminables enchufes.
La
infanta vuelve a estar en el ojo de la sospecha por segunda vez. El gesto
torcido que muestran las fotografías de los periódicos, sus grandes gafas de
sol en impecables días nublados y los noticieros televisivos que buscan la deseada imagen
en movimiento dan viva cuenta del alboroto en el
que le ha confinado su marido. Es cómplice seguro, pero habría que dilucidar
hasta qué punto el hecho de vivir con un ladrón te convierte en sujeto de la misma condición, cuál es el grado de
culpa, y no sería oportuno exagerar o aventurar un castigo penitenciario
para ella por ser quien es. Pero tampoco se debe asumir lo contrario. Para empezar, el hecho de que se abra causa de imputación constata que el juez tiene pruebas para ello.
Según consta en el circo de su abogado, si hubo
algún fraude fue por amor. El argumento de defensa, por esta vez, cuanto menos
es original, el mejor eufemismo encontrado (aplausos desde el graderío). Ante
tal muestra de sensibilidad sólo queda quitarse el sombrero, quitarse el sudor de incrédulo, y mirar atento
antes de que Urdangarín meta la mano donde no debe.
Se
habla de la independencia en la justicia pero poca autonomía vamos a hallar en
un cuerpo judicial que está como está de politizado; los cargos más importantes
se realizan en base al dedo de la bandera política. Aun así, el juez Castro, el
encargado del asunto, tiene la toma de decisión y la palabra sin maniatar
todavía, por el momento.
Si el juez Castro ha visto indicios de imputación es porque tales indicios existen.
El revuelo mediático en torno a si habrá “paseíllo” en Mallorca, como ya le
ocurrió a Urdangarín, sólo cobra sentido en un duelo cruzado de apuestas y venta de revistas. El
hecho significativo no es ni será la declaración de la hija del rey, sino el
fondo, el desfalco del yerno, las tramas fraudulentas, los tejemanejes que han habido
por detrás en goleada. Vivimos en un país plagado de corruptos porque, con todo en la balanza, los chorizos, los escarabajos peloteros, ganan más de lo que pierden.
La
fiesta montada por nuestro ex jugador de balonmano parece no tener final. Una
cosa está clara: nos la ha metido de todos los colores. Lástima que estuviera
en fuera de juego y que diez años después el árbitro se diera cuenta del error
(así es este país). Lástima también por los abucheos y las calles abarrotadas
de insultos, algún escupitajo, algún huevo duro, algún huevo blando, contra su
nombre y americana. Urdangarín sufre mucho, papa Rey no se cuartea la cara por él. Su incomodidad, su cara de cadáver en la declaración tetralizada ante los tribunales, por salvar su honor, es una pieza más de la gran obra dantesca de las cloacas de la política y la monarquía. El balonazo ahora le llega a él justo en las
pelotas. (No olvidemos que 'Pelotazo en la entrepierna' obtuvo el Oscar a la
mejor película en The Simpsons, protagonizado magistralmente por Hans Topo).
A
todo esto, el jefe del Estado Mayor, el capitán general, recalca ante las
cámaras en su monólogo por navidad que la justicia es igual para todos (risas). Pasa por alto el pequeño detalle
de que nunca ha sido igual para todos, que es difícil encontrarla, que anda difusa y taciturna, y mientras tanto, muchos pobres carecen de la economía
necesaria para una "justa" defensa.
Démosle
espacio para que Urdangarín se tome un buen vaso de vino, para que pueda, junto a sus defensores, amontonar las
cajas, borrar los documentos, quemar los papeles y los billetes (las pequeñas
triquiñuelas del día a día), prenderle más fuego si es necesario, hacer volar todo y que él
pueda "quedarse" con nosotros.
Mira
que montar todo este show por unos
míseros miles y miles y miles y miles… de euros.
Eva Castúa
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