Los huesos del dictador
Los huesos del dictador
A día de hoy, aún no sabemos con certeza cuándo saldrán
los huesos del dictador del Valle de los Caídos
A día de hoy, aún no sabemos con certeza cuándo saldrán
los huesos del dictador del Valle de los Caídos
Para
empezar, los huesos del dictador ocupa en mi lista de preocupaciones un lugar
muy poco destacado, porque, entre otras cosas, la losa de dos
toneladas los tendrá siempre a buen recaudo. No podrá levantar la cabeza,
aunque se lo proponga.
Seguramente,
el culebrón sobre la exhumación de Franco tiene aún varios capítulos pendientes
antes de que veamos el punto final. Si es que lo vemos. No me extrañaría que Netflix esté haciendo un serial. Tal y como está el
patio, si llegamos a abril, a las elecciones, y nos damos de bruces con un giro
a la derecha en el gobierno, este asunto puede quedarse perfectamente en el
congelador, para la posteridad. El tira y afloja actual sobre el gobierno del PSOE y la familia Franco es un cuento de nunca acabar, aunque a Sánchez le ha entrado
la prisa y parece que quiere llevarse este match point, definitivamente, por delante,
ya que será un punto histórico para el socialismo si consigue desterrarlo.
Llevamos
una tira importante de años con la exhumación a las espaldas. Y entre un
tiempo muerto y otro, el muerto sigue en el Valle de los caídos, indulgente. El
gobierno de Pedro Sánchez ya dejó caer hace unas semanas que está todo listo para
sentencia, hasta el detalle más ínfimo. En principio, la familia
Franco tenía quince días para proponer un destino factible, nada de la Catedral de la Almudena, o locuras por el estilo, y si no ofrecía un destino sensato, si no había otra absurda vuelta de
tuerca, los huesos saldrían definitivamente exhumados, y caso cerrado. Sin embargo, los nuevos enredos y sobresaltos han hecho aparición y el desenlace se aleja del punto final.
Los
adalides de los huesos del dictador, son, en primer lugar, como era previsible,
la familia Franco, que no descarta que vuelva a recurrir en el supremo y que la
situación se demore dos meses más. Después, entran en juego la Fundación
Francisco Franco y el prior y del Valle, que ha dejado medianamente clara su
postura. Este último ha dicho, con sus santos cojones, que el dictador no va a moverse
un milímetro del Valle. Incluso tienen a favor al juez Yusti. Lo que era difícil de imaginar es que hubiera una cascada de demandas en contra de que se lleve a cabo la exhumación.
Vivimos
en una realidad extraña y majadera. Primera conclusión: Franco ha muerto, sí, pero su equipo de zombis
va a dar patadas hasta el último segundo.
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"Franco fue un golpista, un dictador que desoló a su país, con campos de concentración incluidos. Una figura de la España más rancia, intolerante, cerrada (...) que condenó al país a cuarenta años de oscuridad, censura y sotanas"
Lo
más lamentable de toda esta parafernalia histriónica que se está montando no es
que la familia Franco, los priores, los curas, y las catervas de la derecha
rancia franquista, estén poniendo los palos en la ruedas, para que el asunto
descarrile, porque eso era un escenario previsible. Lo más lamentable es que constatemos
que hay una parte importante de la sociedad española y de los medios que lo secunda.
Los
intentos del gobierno por sacar de una vez al dictador, en los medios conservadores, por decir algo, se están
retrasmitiendo como si fuera un antojo desatinado del PSOE, un chantaje de la
izquierda. Y por inercia o inacción, existe una sarta de españoles que está viendo
los movimientos de la exhumación con una fría distancia, como si no fuera con
ellos, como si la exhumación de un dictador, que cena en la mesa de la historia
con Hitler y Mussolini, fuera una simple anécdota.
Segunda
conclusión: quién no conoce la historia, está condenada a repetirla, o, a hacer con ella ciencia ficción.
Habría
que recordarles a todos los que tratan de vender que los huesos del dictador
merecen descansar en paz, que gracias al dictador tenemos en las cunetas a los
abuelos de un sinfín de familias que no tienen respaldo ni consuelo. Esto
para empezar. ¿El dictador puede descansar en paz, pero los fusilados no? ¿Cómo es esto? El traslado de los huesos del dictador, de todas maneras, no es un acto de
venganza, es un acto de justicia democrática, de civismo.
Si
queremos construir un país digno, deberíamos empezar por lo básico, poniendo
los puntos sobre las íes, dejando claro las perspectivas, las injusticias de la
historia, dejando claro quien las cometió, quien no, y diferenciar entre los que lucharon por una República, por la democracia, a
pesar de todas sus imperfecciones, que las hubo (y que de aquellos polvos, la
Guerra Civil), y quienes lucharon por la dictadura, por el nacionalismo, por la
censura, por la cruz y la represión.
Que
unos falangistas desfasados, que unos curas renegados, que los nietos del
dictador, en definitiva, los de la cruzada, nos marquen las rutas sobre lo que le conviene o no a nuestro país,
sobre lo que debemos hacer o no con los huesos de un dictador, con lo que se
debe hacer con un monumental monumento lleno de simbolismo franquista, es,
simplemente, una gilipollez mundial. Estos embobados de la vida no son
inocentes aunque parezcan idotas.
Los reaccionados le achacan al gobierno miles y miles de fallas. Consideran que Sánchez está desviando la atención de los temas importantes, que no tiene respuesta al paro y a la economía, que con esto de los huesos del dictador está haciendo el ridículo, que es solo una cortina de humo con la que ofrecer comidillas y charlatanerías varias, y sobre todo, un asunto con que contentar a la izquierda más extremista, con que dejarle su batalla ganada histórica. Y vestidos de esta guisa, pretenden revestir a Franco como a un muerto más, al que debemos respetar, que el pasado es pasado, que hay que cerrar las heridas. Y no.
Los reaccionados le achacan al gobierno miles y miles de fallas. Consideran que Sánchez está desviando la atención de los temas importantes, que no tiene respuesta al paro y a la economía, que con esto de los huesos del dictador está haciendo el ridículo, que es solo una cortina de humo con la que ofrecer comidillas y charlatanerías varias, y sobre todo, un asunto con que contentar a la izquierda más extremista, con que dejarle su batalla ganada histórica. Y vestidos de esta guisa, pretenden revestir a Franco como a un muerto más, al que debemos respetar, que el pasado es pasado, que hay que cerrar las heridas. Y no.
No
sabemos muy bien de dónde están saliendo estos grupúsculos, con qué clase de poyete
se han desnucado la cabeza —por la vergüenza ajena, más que nada—. Todos
aquellos que creen que esto de Franco es un tema que solo provoca división, que
hay que mirar al futuro y preocuparse del presente de España y de los españoles,
están ahondando en las heridas y dejando la piel en carne viva, porque, paradójicamente, son los primeros que critican que
exista una ley sobre la Memoria Histórica para que cada familia busque por las
cunetas, por donde sea posible, a sus antepasados. Y yo me pregunto, ¿darle la oportunidad a las personas para que busquen a sus abuelos, o a sus padres, es reabrir las heridas?
Los que defienden los huesos, la dictadura franquista, entran en una espiral de ignorancia, y acaban incluso dando discursos en donde se posicionan como adalides de moralidad, de democracia, de civismo. No se les
tuerce el gesto ysse les de sale la espuma por la boca vociferando las mil y una miserias de Maduro en Venezuela,
de Fidel en Cuba, de Stalin, y demás ejemplos dictatoriales. Pero a la caterva franquista, por lo que sea, se le
olvida, se le pasa por alto, que Franco fue un golpista, un dictador que desoló a su país, con campos de concentración incluidos. Una figura de la España
más rancia, intolerante, cerrada, negra.
No todas las opiniones son válidas. No se puede relativizar y trivializar la historia, jugar con ella y marearla. La historia puede ser rebatible, cada uno tiene un punto de vista, una opinión. Pero uno no puede opinar sin fundamento. A no ser que seas un imbécil. Hay quien no quiere abrir los ojos a la historia. Franco no ganó en unas elecciones, se impuso por la fuerza, tras la victoria del Frente Popular (la izquierda), y asaltó a una República legítima, democrática, igualitaria, con sufragio universal. A la Segunda República se le pueden sacar muchos peros, por supuesto, pero no creo que un golpe de estado, una Guerra Civil, arrasar un país y sentenciar a la mitad de tus ciudadanos, sea, precisamente, arreglar las cosas. Los que tratan de ver la historia como una revancha, como una pelea entre las dos Españas, deberían empezar por aclarar los sucesos de la Guerra Civil, y sobre todo, sus antecedentes, para que seamos concientes del quién es quién.
No todas las opiniones son válidas. No se puede relativizar y trivializar la historia, jugar con ella y marearla. La historia puede ser rebatible, cada uno tiene un punto de vista, una opinión. Pero uno no puede opinar sin fundamento. A no ser que seas un imbécil. Hay quien no quiere abrir los ojos a la historia. Franco no ganó en unas elecciones, se impuso por la fuerza, tras la victoria del Frente Popular (la izquierda), y asaltó a una República legítima, democrática, igualitaria, con sufragio universal. A la Segunda República se le pueden sacar muchos peros, por supuesto, pero no creo que un golpe de estado, una Guerra Civil, arrasar un país y sentenciar a la mitad de tus ciudadanos, sea, precisamente, arreglar las cosas. Los que tratan de ver la historia como una revancha, como una pelea entre las dos Españas, deberían empezar por aclarar los sucesos de la Guerra Civil, y sobre todo, sus antecedentes, para que seamos concientes del quién es quién.
En definitiva, si
de verdad vivimos en una democracia, si de verdad queremos cerrar las heridas,
el dictador debe estar fuera de la cualquier esfera pública y el Valle de la
Vergüenza debe de dejar de existir tal y como lo conocemos. No podemos tener un
rincón en nuestro país en donde año tras año se reivindica la dictadura, donde
se reúnen y encuentran franquistas nostálgicos que quieren alabar y rememorar una ideología
que va en contra de los valores democráticos. En primer lugar porque vivir en
una democracia conlleva el respeto a los demás, y por consiguiente, Franco, el
dictador, supone una contradicción tajante con eso, una falta de respeto flagrante para
la sociedad democrática. En segundo lugar, porque con el dictador no estamos hablando de un muerto cualquiera,
estamos hablando de alguien que condenó al país a cuarenta años de oscuridad,
censura y sotanas. Con sus restos en ese mausoleo, le estamos faltando el
respeto de manera mayúscula a la democracia, a los que lucharon por la
libertad, a todos aquellos a los que les destrozaron la vida por pensar diferente.
Que
estemos en el siglo XXI y que los huesos de uno de los personajes que más
infausto recuerdo nos ha dejado sigan teniendo su lugar de peregrinación para velorio
y festividad de los fachas, es, simplemente, una monstruosidad. Pero más
monstruoso es que una gran parte de la sociedad española salga a la palestra a defender al caudillo, que no
vea ningún tipo de inconveniente o problemática con lo que el
dictador ha representado y representa. Esto solo tiene una lectura, solo tiene una
explicación; tenemos una parte de la sociedad infectada, sin memoria.
Que
un dictador esté en un mausoleo es una profanación a la democracia.
B S
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