El triunfo de la derecha y la extrema
El triunfo de la derecha y la extrema
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Si para hacer política hay que apelar a los sentimientos, y no a las
ideas, ganará las elecciones el mejor showman, el más teatrero, el que
más enganche y emocione, el que mejor prepare el show, el ilusionista, el más
influencer, el que mejor venda la épica, la que sea, y no el que mejor
ideas exponga. Es muy muy muy sencillo regodearse en un discurso emotivo
hablando de tus abuelos, tus hijos, tu sangre, tu país, tu lucha, tu
bandera y demás, y no decir nada. Esa
película suele tener mucho tirón; éxito sin fisuras. No falla. La política funciona en ese calibre,
desde que existe el hecho político. La política no deja de ser un
engañabobos en el que unos y otros venden sus ideas, como en un
supermercado. Se ofrece el mejor modelo de estado por un módico voto,
sin que se lea detenidamente la letra pequeña, sin que se reflexione
sobre si es o no plausible. Y cuando la gente es manipulable, por las
razones que sea, cuando a la gente le importa más cómo lo dices, que lo
que dices, y la manejas como a un rebaño, como a títeres, esa masa
acaba, ciegamente, aplaudiendo a un mentecato que vende humo. Y lo
convierte en un héroe. Pero cuando, aparte del humo, que venía en el
juego del "y tú más", vende también odio... entonces, tenemos un problema.
Las elecciones en Andalucía tienen múltiples lecturas. La más evidente es que ha ganado la derecha, filtrando y simplificando. Si todo sigue la lógica en los acontecimientos, Moreno, el candidato del PP, será presidente de la Junta, porque es el que tiene más diputados dentro del trinomio de la derecha. La previsible coalición de partidos de derechas, encabezado por el PP, junto a Ciudadanos y Vox, lo hará posible. La derecha, en todo su abanico político, gobernará por primera vez en Andalucía, a tres manos, a tres “bandas”. Vox, un partido con que no contaba nadie, ya está dentro del tablero político. El retroceso de la izquierda es considerable, llamativo, preocupante. Tanto Susana como Teresa Rodríguez se han quedado sin margen de maniobra y van a tener que pelear en la oposición, y tendrán que cambiar el discurso, si no quieren acabar descuadrados de la política andaluza, o de la política nacional.
Las elecciones en Andalucía tienen múltiples lecturas. La más evidente es que ha ganado la derecha, filtrando y simplificando. Si todo sigue la lógica en los acontecimientos, Moreno, el candidato del PP, será presidente de la Junta, porque es el que tiene más diputados dentro del trinomio de la derecha. La previsible coalición de partidos de derechas, encabezado por el PP, junto a Ciudadanos y Vox, lo hará posible. La derecha, en todo su abanico político, gobernará por primera vez en Andalucía, a tres manos, a tres “bandas”. Vox, un partido con que no contaba nadie, ya está dentro del tablero político. El retroceso de la izquierda es considerable, llamativo, preocupante. Tanto Susana como Teresa Rodríguez se han quedado sin margen de maniobra y van a tener que pelear en la oposición, y tendrán que cambiar el discurso, si no quieren acabar descuadrados de la política andaluza, o de la política nacional.
Después
de treinta seis años, el PSOE, que cabalgaba a sus anchas, desde que llegó la democracia, a diestra y siniestra, va
a tener que hacer las maletas y largarse de la Junta. Susana, a pesar del
aparato que tiene estructurado en la comunidad, a pesar del viento a favor, no
ha convencido, aunque ha ganado. El PSOE ha sido el partido más votado y se ha quedado
con treinta tres escaños; pierden catorce con respecto a las últimas elecciones. No sabemos hasta qué punto, la tensión con Pedro Sánchez, y la derrota de Susana en las primarias por hacerse con PSOE, a nivel nacional, le ha pasado factura. También quedan los restos de aquellos lodos, del ERE, de la corrupción. La fuga de votos ha sido más que considerable. Por otro lado, abrir, por fin, las ventanas y agitar
las alfombras del eterno socialismo andaluz era y es una necesidad. No es sano para una democracia que un mismo partido gobierne una ciudad, una comunidad, o un país, por los siglos de los siglos, porque eso da lugar al juego mafioso, al clientelismo, al enchufismo, a la corrución en un sin fin de modos. Los ERE es el ejemplo más paradigmático. Pero el cambio no puede
hacerse a cualquier precio, de cualquier modo. Para empezar, el PP como partido tiene mucho que callar. Y cuidado con la alternativa que
se presenta para con Andalucía, para tumbar al socialismo andaluz, porque no todo vale. Si el cambio de rumbo pasa por partidos hooliganianos, que hablan de reconquistas y de anacronimsos semejantes, hablo, obviamente de Vox, la historia debe replantearse. Si la
limpieza, que debe hacerse, pasa por que Vox tenga voz, mano y voto, y ate y
contamine con su verborrea xenófoba y ultra a las instituciones, es evidente, que
en este caso, más valía lo malo conocido...
El
Partido Popular de Moreno ha salvado los muebles. Han conseguido 26 escaños. Un resultado bastante mediocre, si echamos la vista atrás, con lo conseguido en años anteriores. Han
perdido siete escaños, comparándolos con los resultados de las últimas
elecciones andaluzas. Pero es una victoria por el potencial que genera. Moreno, al que se le ve buen talante y un carácter afable,
sin corrupción a la vista (aún), es un tipo limitado, sin demasiado vocabulario,
con las ideas patronizadas y con el argumentario de un pez globo; mucha
verborrea y poca consistencia. Ha protagonizado alguna que otra escena que ha dado vergüenza ajena durante la campaña (la escena con la vaca). Sin embargo, su partido, el PP, con Casado al timón, es la segunda fuerza política en la comunidad. A pesar de todos
los malos derroteros y de todas las sombras de las corrupciones, siguen en la diatriba política. Moreno obstenta un puesto
privilegiado y eso le da cierta ventaja para convertirse en el próximo
presidente de la Junta. Tendrá que hacerlo hipotecándose a Ciudadanos, sobre todo, y a Vox. Su
discurso, que se ha basado en hablar de los problemas de Cataluña más que en
los de Andalucía, en comentar las debilidades de Pedro Sánchez con su gobierno en minoría, y en tachar de
chavista y “podemita” a la coalición Adelante Andalucía, le ha dejado un panorama halagüeño. Y no olvidemos que el PP viene de quedarse en los huesos en las pasadas elecciones catalanas. Con todo, Casado no ha tardado en tirarse flores, en proclamarse ganador y validado, olvidándose de que se está convirtiendo a marchar forzadas, en el nuevo Aznar, en un personaje patán.
Ciudadanos
duplica fuerza y aumenta en doce escaños su representación, con respecto a las
últimas elecciones; se quedan con veintiún escaños. Los de Rivera, los de
Marín, los de Arrimadas, han hecho una compaña valiente, con toda la carne en
el asador, con todos los pesos pesados del partido. Ciudadanos se está situando en un punto intermedio entre PP y PSOE
y eso le está facilitando las cosas. Tienen la llave del parlamento andaluz. No pierde la coherencia, no trastoca su discurso, aunque ideologicamente no se sabe muy bien por dónde van a tirar. Tienen varios mensajes inquebrantables y reiterativos, sobre la unidad, sobre la constitución, sobre la idea del país. Sus apoyos suben como la espuma. Ya ganaron en Cataluña, en el escenario más incendiario. Marín va a presentar su candidatura para gobernar Andalucia de la mano del PP y del PSOE, aunque es un intento ilusorio, más propagando que otra cosa. También ha tirado, durante la campaña, de los clichés contra el independentismo, contra Podemos, que si Venezuela y demás. Sale gratis hablar, distorsionar. Sin embargo, el ascenso del partido naranja es una evidencia, y Rivera es firme candidato
para proclamarse como alternativa política en las próximas elecciones nacionales, si siguen
con los buenos aires.
Adelante
Andalucía se queda con diecisiete escaños. Han perdido tres diputados. No sabemos
hasta qué punto la alianza de izquierdas, entre IU y Podemos, les está saliendo
rentable, sobre todo a los de Podemos, que son los más perjudicados, si
comparamos los potenciales de ambos partidos. IU era un partido residual y sin
margen de mejora. Podemos, por momentos, ha sido un motor de cambio creíble y ha influido decisivamente en algunas ciudades y comunidades. Creo, sinceramente, que Podemos, al unirse a IU ha pasado de ser un partido que presentaba un proyecto transversal, global, nuevo, atractivo y socialdemócrata, a convertirse, con ciertas salvedades, en IU2, en otro proyecto caduco más de izquierda. Aún no hemos visto, al proyecto de Vistalegre, en quinta. Ha
conquistado las principales ciudades del país. Pero eso no es consuelo. Podemos era un proyecto ilusionante
que se está oxidando a marchas forzadas. En Cataluña, en las pasadas elecciones, no tuvo empuje. Los años hacen mella, han dejado de
estar en la cresta de la ola. El proyecto de Podemos se está convirtiendo en el
proyecto de Pablo Iglesias, que ha hecho un partido a su medida y a desintegrado a grandes nombres, como a Errejón, que era un gran activo y que ha quedado relegao, torpemente, en un capítulo b del proyecto magenta, como candidato a la comunidad de Madrid (un salvoconducto tras perder en las primarias con Iglesias). Podemos se está quedando sin fuelle, sin músculo,
sin grandeza. Hace unos meses se planteaba que Podemos podría ser partido de
gobierno y Pablo Iglesias presidente. No sabemos si Podemos ha llegado a su
punto más álgido, si ha tocado tope, y todo lo que deviene de la inercia de los últimos
años, es esta cuesta abajo de aquellos posos de grandeza y de ilusión, que apunta a que acabará disipándose en un mar de
dudas y desesperanza. Tampoco sabemos hasta qué punto, la publicidad visceral que se cierne sobre Podemos, y los
señalamientos de chavistas, dictatoriales, Venezuela y Venezuela y demás circo del absurdo y blablablás,
están deteriorando a sus votantes, a los votantes, minando la moral y la confianza. Algo que, por otra parte, es
una completa incongruencia si partimos de que el principal cabecilla de toda
esa parafernalia es el PP, el partido político más corrupto de la histoira de España, con una lista sin fin de ladrones y encarcelados.
Vox
entra en el panorama político con fuerza. Un partido que defiende el
centralismo, el nacionalismo exacerbado en blanco y negro, y que divide y violenta
a los ciudadanos contra las minorías y contra los proyectos progresivos y
sociales. Por las razones que sea, va a tener parte del mango de la sartén de la
política andaluza. Con un programa político garabateado y sin apoyos de ningún tipo, han conseguido doce diputados. Vox es una minoría escindida del PP de Rajoy que postulaban por una política más nacional, católica y conservadora. Tanto el PP como Ciudadanos van a estar dispuestos a
compartir plantel con ellos, porque si no, no salen las cuentas. Para empezar, el juez
sevillano que lidera el proyecto en Andalucía de Vox, cuenta con un oscuro y turbio
pasado. Y Abascal, quien lidera el proyecto, es un emigrado del PP. De nuevo tiene poco. A pesar de los penosos resultados obtenidos durante los últimos tres
años, del ridículo discurso que defiende, que es un discurso que desintegra, les ha salido a cuenta. Seguramente se han llevado las manos a la
cabeza... como tantos otros.
No es seguro que este espectro, que esta fotografía de la política andaluza, que este resultado, sea extrapolable a unas hipóteticas elecciones en clave nacional. Hace unas semanas, el CIS, que últimamente no acierta ni de penalti, le daba al PSOE la presidencia con mayoría holgada, que no absoluta. Ciudadanos sigue creciendo; no es descabellado que sea la "gran sorpresa" de las próximas elecciones, tomando los antecedentes. Podemos confirma que es un partido estancado, aunque importante, a tener en cuenta; pero no vino para eso. Será la muleta del PSOE, si Sánchez obtiene un buen resultado. Porque ya nadie sabe si el PSOE sigue en crisis, si se está reconstruyendo, si Pedro Sáncehz aguantará y tendrá calibre para liderar el próximo gobierno. El PP tiene aún latiendo las heridas de la corrupción aunque aguanta bien los golpes, sigue teniendo un caudal de votos importantes, y eso dice también mucho de sus votantes. Vox, eso sí, ya tiene su primera batalla salvada y pasa de ser un espectador a ser un actor. Por ahora su fuego y su gasolina es un mal menor, una rareza extremista. Está por ver si el día de mañana consiguen tener una influencia mayor en la política de este país. Podemos hacer balance, principalmente, con dos puntos de vista; que este partido es y será un residuo marginal, como está ocurriendo en el entorno de los países europeos, o, que cobre fuerza y pujanza y llegue a ser decisivo en la política del país, como así lo ha conseguido Le Pen, por ejemplo, en Francia. Ella no llegó a gobernar el país, aunque estuvo cerca y cuenta con unos apoyos notables. Todo tiene un porqué. El tiempo lo aclarará todo, para bien o para mal, y la historia nos ha enseñado que las grandes desgracias y autoritarismos han necesitado de hombres sin escrúpulos.
BS
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