Vistazos (VII)
VISTAZOS (VII)
Rosalía y el fuego cruzado
Rosalía ha entrado en el panorama musical con dos discazos. Me despertó
la curiosidad, porque algo debería contener con tanto fuego cruzado. A
mí su estilo no me atrapa demasiado, pero reconozco "el toque", y, le
pese a quien le pese, es el boom musical de estos momentos. "Malamente",
por ejemplo, me parece una auténtica brutalidad. Su música es original,
fresca, rebelde. Y no hay nada como los desfases en la crítica, para
bien y para mal, para darse cuenta de que alguien ha dado con la tecla,
con la clave, con el éxito. Como en todos los escenarios, hay mucho
purista que no atiende a razones, que cree que el flamenco es algo
intocable, cerrado, con lo que no se puede jugar, que se debe hacer
como ellos digan... y sobre todo, quedan muchos bobos envidiosos que se
niegan a reconocer el talento, por ego o por despecho.
Es muy fácil hablar por hablar, sacar espuma por la boca, tirar la piedra y esconder la mano, y pareciera, que en medio de todas las vorágines de las redes sociales, si no escupes sobre los demás, si no pones un comentario más retorcido que el anterior, eres un tipo sin nada que aportar, pasable, aburrido. Gente imbécil siempre la ha habido, y por desgracia, la habrá. Pero la diferencia entre el antes y el ahora, es, que ahora pueden regodearse en su propio fango de miseria y rencores y frutraciones. Se retroalimentan con otros imbéciles que comparten el mismo punto de vista y que tendrán la misma amargaera habitando en el interior de su ser. Porque los que pierden el tiempo en insultar y en entrometerse con los demás, señalando sus defectos, criticando su físico... son seres tóxicos, en definitiva, con vidas intrascendentes. Seguramente, a estos, de pequeño le quitaron el bocata en más de una ocasión. Además, son cobardes por naturaleza, van escondidos en el anonimato, en perfiles falsos. También hay mucho troll, que por hache o por be, le divierte el asunto de convertirse en el cañón de la carne, y que va, más que disparando, dejando comentarios incendiarios, con los que no comulga, para provocar al personal (un personal, que por cierto, muerde el anzuelo como si le fuera la vida en ello). Algún día algún sociólogo estudiará todos los estrafalarios comportamientos que tenemos en internet, el porqué de todo esa oscura y sucia hilaridad. El siglo XXI está hambriento de Freud. Internet es un mundo donde todo el mundo se expone, sobre todo la gente joven, y en donde, cada vez, se empatiza menos. Pero como en todo, volviendo al hueso, siempre hay quienes se salvan, aunque cada vez son menos los que mantienen sus neuronas despierta y sin contaminar, los que quedan al margen de esos debates de besugos.
El problema de las redes sociales, como en todo, es el uso. Y si el uso es el que estamos observando, la raíz del problema radica exclusivamente en nuestra sociedad, no en la parafernalia que pueda vincularse al uso de las redes. Las redes proyectan lo que somos como sociedad, se han convertido en un hervidero en el que culquiera puede tomar la palabra y lanzar su improperio, sin vergüenza alguna. En la vida real, en el cara a cara, los imbéciles y los cobardes saben que su opinión de chichinabo les deja en ridículo, en evidencia, y se abtienen, porque sufrirían las represalias en primera persona. Rosalía tiene al menos la suerte de que hasta la mala publicidad es publicidad; que los perros que ladran, no muerden. Durante los próximos meses, cada paso que dé, cada concierto que presente, será motivo de duelos fraticidas. Eso sí, venderá entradas como churros.
Los vaivenes de los merengues
El fútbol da tantas vueltas y vaivenes como la vida misma, pero a más revoluciones. Todo se agranda y se magnifica. Se pasa del cielo al infierno en décimas de segundo. Y si no, que se lo digan a Lopetegui, al Madrid, al tricampeón de Europa. El técnico vasco se quedó sin el Mundial a dos días vista por aquel fichaje a deshora, después de llevar a la selección por la senda del triunfo y del dominio. Por entonces vivía entre parabienes y coronas de laureles, con periodistas, aficionados, y colegas de profesión. Pero a Rubiales le entraron los picores y las traiciones. Fue despedido. Entró con mal pie desde el minuto cero en el club blanco, con aquella entrada turbulenta, con aquel Madrid en que salieron fugados ZZ y CR. El Madrid estaba en cuarentena. El fichaje de Lopetegui trajo cola, porque fue relegado de la selección al conocerse que había fichado por el Real Madrid cuando tenía un contrato vigente que le vinculaba con la roja. Sin pasar por alto que cogió el timón de un equipo desectructurado, sin actitud, cansado y saciado de ganar, de vuelta. De aquellos vientos, estas tempestades. Ahora, se las está comiendo sin remedio. A toro pasado, todo, es muy fácil de analizar. Este era un previsible desenlace.
Después de las últimas tortuosas semanas, del reciente vapuleo en el Camp Nou, por 5-1, por otra manita histórica, le han puesto punto y final a su etapa como técnico del Madrid. Deja el Madrid noveno, a siete puntos del líder, del Barça. Un balance desastroso. Poner toda la carga de la culpa en el entrenador es de completo iluso. Eximir a los jugadores merengues de su responsabilidad, es la primera falta flagrante. El fútbol tiene ese punto de cinismo; ganan los jugadores, siempre, y si se pierde, bye bye entrenador. El Madrid hace tiempo que no es un equipo de fútbol. Y la culpa no parece que sea de Lopetegui, exclusivamente.
Es muy fácil hablar por hablar, sacar espuma por la boca, tirar la piedra y esconder la mano, y pareciera, que en medio de todas las vorágines de las redes sociales, si no escupes sobre los demás, si no pones un comentario más retorcido que el anterior, eres un tipo sin nada que aportar, pasable, aburrido. Gente imbécil siempre la ha habido, y por desgracia, la habrá. Pero la diferencia entre el antes y el ahora, es, que ahora pueden regodearse en su propio fango de miseria y rencores y frutraciones. Se retroalimentan con otros imbéciles que comparten el mismo punto de vista y que tendrán la misma amargaera habitando en el interior de su ser. Porque los que pierden el tiempo en insultar y en entrometerse con los demás, señalando sus defectos, criticando su físico... son seres tóxicos, en definitiva, con vidas intrascendentes. Seguramente, a estos, de pequeño le quitaron el bocata en más de una ocasión. Además, son cobardes por naturaleza, van escondidos en el anonimato, en perfiles falsos. También hay mucho troll, que por hache o por be, le divierte el asunto de convertirse en el cañón de la carne, y que va, más que disparando, dejando comentarios incendiarios, con los que no comulga, para provocar al personal (un personal, que por cierto, muerde el anzuelo como si le fuera la vida en ello). Algún día algún sociólogo estudiará todos los estrafalarios comportamientos que tenemos en internet, el porqué de todo esa oscura y sucia hilaridad. El siglo XXI está hambriento de Freud. Internet es un mundo donde todo el mundo se expone, sobre todo la gente joven, y en donde, cada vez, se empatiza menos. Pero como en todo, volviendo al hueso, siempre hay quienes se salvan, aunque cada vez son menos los que mantienen sus neuronas despierta y sin contaminar, los que quedan al margen de esos debates de besugos.
El problema de las redes sociales, como en todo, es el uso. Y si el uso es el que estamos observando, la raíz del problema radica exclusivamente en nuestra sociedad, no en la parafernalia que pueda vincularse al uso de las redes. Las redes proyectan lo que somos como sociedad, se han convertido en un hervidero en el que culquiera puede tomar la palabra y lanzar su improperio, sin vergüenza alguna. En la vida real, en el cara a cara, los imbéciles y los cobardes saben que su opinión de chichinabo les deja en ridículo, en evidencia, y se abtienen, porque sufrirían las represalias en primera persona. Rosalía tiene al menos la suerte de que hasta la mala publicidad es publicidad; que los perros que ladran, no muerden. Durante los próximos meses, cada paso que dé, cada concierto que presente, será motivo de duelos fraticidas. Eso sí, venderá entradas como churros.
Los vaivenes de los merengues
El fútbol da tantas vueltas y vaivenes como la vida misma, pero a más revoluciones. Todo se agranda y se magnifica. Se pasa del cielo al infierno en décimas de segundo. Y si no, que se lo digan a Lopetegui, al Madrid, al tricampeón de Europa. El técnico vasco se quedó sin el Mundial a dos días vista por aquel fichaje a deshora, después de llevar a la selección por la senda del triunfo y del dominio. Por entonces vivía entre parabienes y coronas de laureles, con periodistas, aficionados, y colegas de profesión. Pero a Rubiales le entraron los picores y las traiciones. Fue despedido. Entró con mal pie desde el minuto cero en el club blanco, con aquella entrada turbulenta, con aquel Madrid en que salieron fugados ZZ y CR. El Madrid estaba en cuarentena. El fichaje de Lopetegui trajo cola, porque fue relegado de la selección al conocerse que había fichado por el Real Madrid cuando tenía un contrato vigente que le vinculaba con la roja. Sin pasar por alto que cogió el timón de un equipo desectructurado, sin actitud, cansado y saciado de ganar, de vuelta. De aquellos vientos, estas tempestades. Ahora, se las está comiendo sin remedio. A toro pasado, todo, es muy fácil de analizar. Este era un previsible desenlace.
Después de las últimas tortuosas semanas, del reciente vapuleo en el Camp Nou, por 5-1, por otra manita histórica, le han puesto punto y final a su etapa como técnico del Madrid. Deja el Madrid noveno, a siete puntos del líder, del Barça. Un balance desastroso. Poner toda la carga de la culpa en el entrenador es de completo iluso. Eximir a los jugadores merengues de su responsabilidad, es la primera falta flagrante. El fútbol tiene ese punto de cinismo; ganan los jugadores, siempre, y si se pierde, bye bye entrenador. El Madrid hace tiempo que no es un equipo de fútbol. Y la culpa no parece que sea de Lopetegui, exclusivamente.
Hace
tan solo cuatro meses que el técnico, o lo que queda de él, comenzó a calentar
el banquillo blanco. Lo presentaron por la puerta grande, con un bombo
excesivo, revanchista, como una víctima inocente al que le cortaron la cabeza
por fichar por el equipo blanco. Confesó que aquel día era el "más feliz de su vida". El Madrid no comenzó mal la pretemporada con
él, tuvo alguna que otra irregularidad, propia de los primeros compases. La
máquina desafinaba, pero poco a poco fue cogiendo cuerpo y tono. El primer traspié
de envergadura, el primer asalto de importancia, llegó con el Atlético, con que
perdieron la Súper Copa de Europa. El equipo rindió en los
primeros encuentros de Liga y Champions. Nadie se acordaba de Cristiano.
Mentira. Se acordaban pero salían al paso periodistas y demás dicharacheros
para comentar y garabatear que el Madrid, que este Madrid, sin él, era incluso más equipo, que jugaba
como colectivo y era menos individualista. La trayectoria de Lopetegui iba
por la senda correcta, creciendo. Hasta que se fue por el sumidero. Hasta que el Sevilla
le pintó la cara y le enchufó un 3-0, que pudo ser un 5-0, perfectamente, si el
Sevilla hubiera tenido más ganas de sangre, en el Pizjuán. Luego llegaron patinazos
impropios, más Madrid de brazos bajados; le pasó por encima el CSKA de Moscú, en la Champions, también el Alavés,
en uno de esos típicos partidos soporíferos (que con Zidane, se salvaban in extremis), e
incluso, puestos a dar la sorpresa, le sobrepasó hasta el Levante, que le ganó la
partida, por 1-2, en el Bernabéu. Por aquel entonces ya hubo sonido de viento y
pañuelos en la grada y miraditas al palco. Lopetegui, no sabemos si por cabezonería, por fe, o porque
sí, creía que podía levantar y reconducir la situación de su equipo. Y la verdad es que era un planteamiento difícil de creer. Además, hace
días que desde Florentineza le habían dejado claro que la puerta de salida está abierta, que
no le ven capacitado para dirigir al club, un club que posee ocho de los once mejores jugadores de toda Europa. Era cuestión de tiempo que los caminos se bifurcaran. La situación se ha acelerado
porque el 5-1 del Barça es inasumible, humillante. El gentleman Valverde, sin Messi, con la mordiente de
Luis Suárez (que se llevó un hat-trick, como el que no quiere la cosa), le ha clavado la puñalada definitiva.
Los problemas para los de Chamartín no van a frenarse en seco. No hay mercado para recreaciones, y Conte, que parece el candidato que los medio priorizan, quizás no cuaje, porque es un tipo con exigencias, que no se guarda ni una, y lo peor de todo, es, que es uno de esos tipos que se puede llevar por delante al presidente, uno de los que no se arrodillan.
Los problemas para los de Chamartín no van a frenarse en seco. No hay mercado para recreaciones, y Conte, que parece el candidato que los medio priorizan, quizás no cuaje, porque es un tipo con exigencias, que no se guarda ni una, y lo peor de todo, es, que es uno de esos tipos que se puede llevar por delante al presidente, uno de los que no se arrodillan.
Lo
más grave de todo, es que el problema no va a terminar con un cambio de entrenador, ni incluso con un fichaje estelar. El Madrid tiene un problema de equipo, de estructura. El Madrid es un equipo endiosado, irregular (que sí, que con cuatro Champions a las espaldas, pero
ya tenía partidos malos y regular con Zidane), y que es un equipo, que por
diversas razones, se vuelve ingobernable. De hecho, la prueba más evidente de que es
un equipo irregular se palpa en las últimas Ligas; el Madrid solo tiene dos de
las diez últimas. La Champions ha maquillado los fracasos en Liga y Copa. Ahora ha salido a relucir, ahora, en las horas bajas, que el Madrid tiene
una cara B, que es un equipo que carece de espíritu, de sacrificio, que juega
sin disciplina, sin defensa. Lopetegui va a ser una de las primeras víctimas de
este equipo que no tiene remedio a corto-medio plazo. Pero no va a ser la última.
Solari, mientras se arreglan y se cosen las heridas, será el entrenador provisional.
BS
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