Vistazos (VI)
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Vistazos (VI)
Aguas turbias
España
juega en unas horas con Portugal. Debutará en el Mundial, el evento más añorado del calendario futbolístico, con la moral mermada. Aún quedan los cascotes por el suelo, porque estos últimos días han sido ajetreados; con detonantes y explosivos. Para abreviar: Lopetegui, el entrenador de la Selección, se fue por el sumidero ipso facto. El
culebrón comenzó con un comunicado, a deshora y un tanto deshonesto, del Real Madrid, en que se hacía oficial la
contratación de Julen Lopetegui y se explicitaba que sería el entrenador del Madrid después del
Mundial. A Rubiales, al presidente de la Federación, le empezaron a salir fugas,
goteras y dudas por todas partes. Se le hinchó la vena. Y ganaron los fantasmas, los ruidos. Al día siguiente, después
de las llamadas y las reflexiones, despidió a Lopetegui, por las bravas y Fernando
Hierro fue elegido como precipitado sustituto.
Al final la sensación que queda es que se han puesto la
zancadilla unos a otros y todos han acabado con la cara larga, hinchada, negra. Rubiales considera
una traición imperdonable la decisión tomada por Lopetegui. Lopetegui, que
tiene un currículum impecable con la Selección, en juego y resultados, seguramente, no debería haber
dado pie a que dos días antes de que empezara el Mundial se notificara la
contratación. Pero eso es más asunto del Madrid que de él, aunque es algo que
podían haber evitado con un migaja de sentido común. No era el momento. Probablemente, para Lopetegui, el Madrid supone uno de esos trenes que solo pasan una vez por la vida. Además, es un tren cargado de lingotes, y te da la posibilidad de colocarte en la primera plana del celuloide futbolístico. Rubiales, por su parte, ha cortado por lo insano un proyecto, el
de la Selección de Lopetegui, que estaba rodado, cuadrado, por un asunto, el de la contratación de Lopetegui por el Madrid, que
francamente, se ha exagerado y se ha intoxicado hasta el sinsentido. Además, para más inri, el
equipo quería que Lopetegui siguiera al frente. Por lo demás, no creo que haya más motivación para un futbolista que jugar un mundial.
Motín en el parlamento
Rajoy
no lo vio venir. No es de los que abandona el barco. Su tripulación no parecía que
estuviera por la labor de tirarse/tirarlo por la borda. Mariano no iba a dejar el sillón, a pesar de toda la desolación a la que le arrastra las mareas de
corrupción. Una corrupción que da para un serial, para varios lustros. Mariano no se reconoció en esos papeles de Bárcenas, del ex tesorero
del PP, en aquel sospechoso M. Rajoy. Se hizo el gallego, como en otras tantas ocasiones. No pierde una. Mariano, ya lo conocemos, es más de frases estrujadas, de volantazos verbales, de siesta y puro, de “hacerse”
el tonto, sin que uno sepa muy bien donde se lo está haciendo y donde empieza a serlo... Ha tenido que sufrir el motín en sus carnes, comerse la moción de
censura, resignarse. Después de ver cómo se lo llevaban por delante los
acontecimientos, dejó su cargo como presidente del partido, con un extraño halo
de cansancio, hastío, aburrimiento y apatía, aunque sin demasiado ánimo de
derrota o de revancha. En el PP, ya ha empezado el desfile de cabezas para
darle relevo. Se han abierto las quinielas.
No nos olvidamos de los
espadachines del PP que han estado años vendiendo y publicitando la fórmula siniestra del desvío para que
la palabra “corrupción” acabara señalando, focalizando y significando “casos aislados”.
Pero la sentencia del caso Gürtel deja pocas dudas, las cosas claras; el propio PP es uno de
los acusados, sin medias tintas. Se escenifica de esta manera lo que muchos se
empeñaban en no ver; el PP es y ha sido una mafia en donde el dinero negro se
movía y se mueve con soltura y por arte de magia. La mugre en el partido es endémica, sistémica. Muchas veces me planteo hasta qué punto la política es un reflejo la sociedad a la que representa y viceversa.
El PSOE lo tiene crudo
No
ha pasado una semana con el nuevo gobierno, y, Màxim Huerta, el nuevo ministro
de Cultura y Deporte del PSOE, ha tenido que salir por la puerta de atrás después
de que La Vanguardia publicara que defraudó a Hacienda. La primera en la frente, como suele decirse. La sensación que nos habita es que no salimos de unos ladrones para entrar en otros. Aunque este caso tiene ciertos matices. Huerta dimitió intentando
dejar claro que pagó lo que tuvo que pagar, que no tiene cuentas pendientes con Hacienda y que se ha sentido perseguido por la prensa. El problema es que en estos casos
nadie dice lo que realmente hizo: hice malabares con empresas fantasmas para
llevarme la pasta calentita para casa. También habría que hacer una llamada a
la reflexión panorámica, porque culpabilizamos de por vida, y la prensa, parece que tiene, en ocasiones, ciertas intenciones, para nada casuales, y acaban estigmatizando a ciertos nombres y dejando a otros en el congelador hasta que llegue el momento oportuno.
Empezamos a condenar de por vida. Evidentemente, todo esto ocurre porque los casos de corrupción son
interminables y ya no te fías de la sombra de ningún político, por muy buenas intenciones que intente vender. Las estafas son el lugar común de un sinfín de políticos. Nos sobrevuela un tema capital de fondo, profundo, ético y moral; es difícil convertirse, de la noche a la mañana, en el adalid de la honestidad y la pureza, que es la jugada que intenta recrear el PSOE, cuando tus ministros han jugado sucio en el pasado. Ese es el diagnóstico más evidente, el que salta a la vista. Si hay un sinónimo para la palabra "política" es, sin duda, "hipocresía".
Entre palos y sobresaltos, Pedro Sánchez, renació, nuevamente, de la nada, para
encabezar una nueva moción de censura con el resto de partidos de la oposición. Esta vez sí se han cuadrado los números. Dos días después, juró el cargo de
Presidente del Gobierno, con un equipo de gobierno puramente socialista, con un
porcentaje de ministras espectacular. Un equipo de gobierno que es una
declaración de intenciones, y que, ante todo, es un equipo que goza de muy
buena prestaciones, de cara al escaparate y la galería. Un equipo mass media, feminista, y también, oportunista. Realizando una valoración global sobresalen varios
interrogantes: ¿Qué pretende hacer el PSOE con tan pocos diputados? ¿Por qué no
ha involucrado a miembros de los demás partidos de la oposición? Porque no
tiene sentido que formar un gobierno sin contar con los demás partidos de la
posición cuando tienes 70 diputados, cuando para llevar a cabo tu moción de
censura has necesitado del resto de partidos de la oposición. Se ha
desvinculado de Podemos, IU y del resto, y se ha enrocado en sí mismo, en sus
siglas, en su ombligo. La primera lectura que podríamos desenredar es que al PSOE lo único que
le interesa es gobernar cueste lo que cueste y le pese a quien le pese. Podemos
palpar como se le cae la máscara al PSOE, que no quiere hacer un gobierno con
una mayoría parlamentaria, con un gobierno estable, sino que simplemente está
empeñado en publicitarse, ser presidente el tiempo que haga falta, porque haga
lo que haga, ya está en la primera línea de la parrilla, como
una alternativa futura de gobierno. No era el desenlace que pedía este drama, en este momento, en este país que solo sabe parchaear los problemas. Para empezar, los presupuestos del 2019 están atados,
gracias al PP y al PNV. Y las elecciones, a priori, se plantean para el 2020. Pero si el PSOE se empeña en remar solo y sin una dirección fijada, en este periodo de encrucijada política,
lo más probable es que se vuelvan a adelantar elecciones. El PP y
Ciudadanos casi ocupan el 50% del arco parlamentario, de los diputados. El PSOE no puede tomar medidas, ni maniobrar, sin los demás partidos. Lo tiene crudo. Y lo peor de todo, es que no parece darse cuenta.
La decimotercera Champions y el adiós de Zidane
En
la época del mejor Barça de la historia, de Messi, resulta que el Madrid, que vive en una irregularidad aplastante, en La Liga y en La Copa, se lleva, otra vez,
la Champions, como el que no quiere la cosa. Salva las eliminatorias jugando
partidos horribles, favorecido por una serie de avatares dignas de estudio, de ciencia ficción. Tiene un equipo que
no juega como equipo, que no controla los partidos, pero, obviamente, es un equipo rebosante de talentos
individuales, que aisladamente, en el juego de contraataque, de fútbol directo, de fútbol espectáculo,
que sustenta el Madrid, pueden asolar a cualquier rival si tienen el día.
Y lo tuvieron, una vez más. El 3-1 contra el Liverpool no admite demasiadas discusiones. La espectacular chilena de Bale pasará a la historia. Las pifias de Kyrius, el
portero del Liverpol, también. El primer gol de Benzema y el tercero de Bale, son capítulo aparte; Kyrius se lo puso en bandeja al equipo blanco. Lo de Ramos con Salah, ese enganchón que acabo con el egipcio fuera de juego, roto, con el hombro destrozado, no significó, ni siquiera, amarilla. Después, el partido fue incotestablemente merengue. Hay algo épico en el idilio del Madrid con la Champions, están destinados a encontrarse, a que acabemos soltando esa máxima de que "el fútbol son once contra once, pero la Champions, siempre la gana el Real Madrid". Y cómo no, para desvirtuarlo todo un poquito, después del triunfa, un CR7 pataleoso, que volvió a demostrar que es un niño repelennte, sin tacto, ególatra, histriónico. Se llenó la boca de sí mismo, cometando lindeces como que "la Champions League debería llamarse CR7 Champions League". No le bastón con un auroepuerto y un busto de bronce horripilante. Quiere más. No se puede ser más imbécil. Como si lo más importante en la vida fuera ganar Champions, marcar musculitos, y meter goles. Y no, CR7, lo más importante en la vida es ser buena persona, aunque sueñe moña. Dejó caer que se largará del Real Madrid. Para colmo, el doblete de Bale, y la chilena de este, le han dejado en un segundo plano, celoso, corroído de envidia. Le faltó reincidir en aquella frase llena de filosofía vital "soy guapo, rico y buen futbolista", pero se contuvo, porque hasta la imbecilidad, tiene un límite.
Días después de la decimotercera, para mal de males, cuando todo parecía volver a su cauce, en el Madrid, Zidane, por sorpresa, se presenta en una rueda de prensa y dice que deja el Real Madrid, como un señor, como cuando se fue de jugador. Siente que es el momento adecuado. Alegó que ya no sabe motivar a sus jugadores. Dejó al Madrid un tanto huérfano, porque el banquillo del Real Madrid es un banquillo que quema demasiado, en donde si hay algo que falta, es paciencia. Zidane había conseguido tranquilizar a la institución más laureada de Europa. Lopetegui va a sentarse en un banquillo que solo admite la victoria. Pese a todo, el equipo blanco acabó salvando el año, in extremis, dejando vivo y coleando su hegemonía blanca en la Champions. Y al mismo tiempo, dejó la temporada de Barça, el doblete, como una anécdota irreverente, en la sombra. El Madrid sustenta un dominio que sobrepasa lo esperable, lo inimaginable, con cuatro de los últimos cinco títulos europeos, con tres orejonas consecutivas.
El Barça solo pinchó este año un partido, contra la Roma. Le costó la Champions. Volvió a desaparecer del torneo más importe del fútbol continental y asistió atónico a las hazañas de su máximo rival. El año, además, deja un hueco irremplazable para los culés y para los amantes del fútbol en general. Un hueco que no es solo futbolístico; Iniesta se marcha a Japón, y con él, se acaba su magia para los blaugranas. El Camp Nou se queda sin un centrocampista de dibujos animados. Tendrá que acostumbrarse a ver otro fútbol, un fútbol sin tantos quilates. Dentro de unos años, el mejor Barcelona de la historia, seguramente el mejor equipo de la historia del fútbol, cerrará su capítulo. Del plantel histórico del sextete, solo quedan Busquet, Piqué y Messi.
Días después de la decimotercera, para mal de males, cuando todo parecía volver a su cauce, en el Madrid, Zidane, por sorpresa, se presenta en una rueda de prensa y dice que deja el Real Madrid, como un señor, como cuando se fue de jugador. Siente que es el momento adecuado. Alegó que ya no sabe motivar a sus jugadores. Dejó al Madrid un tanto huérfano, porque el banquillo del Real Madrid es un banquillo que quema demasiado, en donde si hay algo que falta, es paciencia. Zidane había conseguido tranquilizar a la institución más laureada de Europa. Lopetegui va a sentarse en un banquillo que solo admite la victoria. Pese a todo, el equipo blanco acabó salvando el año, in extremis, dejando vivo y coleando su hegemonía blanca en la Champions. Y al mismo tiempo, dejó la temporada de Barça, el doblete, como una anécdota irreverente, en la sombra. El Madrid sustenta un dominio que sobrepasa lo esperable, lo inimaginable, con cuatro de los últimos cinco títulos europeos, con tres orejonas consecutivas.
El Barça solo pinchó este año un partido, contra la Roma. Le costó la Champions. Volvió a desaparecer del torneo más importe del fútbol continental y asistió atónico a las hazañas de su máximo rival. El año, además, deja un hueco irremplazable para los culés y para los amantes del fútbol en general. Un hueco que no es solo futbolístico; Iniesta se marcha a Japón, y con él, se acaba su magia para los blaugranas. El Camp Nou se queda sin un centrocampista de dibujos animados. Tendrá que acostumbrarse a ver otro fútbol, un fútbol sin tantos quilates. Dentro de unos años, el mejor Barcelona de la historia, seguramente el mejor equipo de la historia del fútbol, cerrará su capítulo. Del plantel histórico del sextete, solo quedan Busquet, Piqué y Messi.
BS
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