Donde Nadie le Gana a un Pulso



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Donde Nadie le Gana a un Pulso

Toca la armónica como un presidiario sin brazos, y, más que tocar la guitarra, la aporrea, como si fuera un jamón, con escaso tacto. Para colmo, canta muy malamente, su cuello es de escayola. Sin embargo, su verdadera fuerza está en lo otro, en el otro lado, donde nadie le gana a un pulso, en el humo total, donde no se ve. Esa magia que aparece cuando se fusiona, a la perfección, una letra y una melodía ―las más simples de las melodías, en su caso― una sístole que late en el otro lado de las cosas ―a la que todos llegamos como espectadores y que escasos creadores alcanzan―.

La magia incontestable que revolotea allí, en torno a cuatro acordes que repite hasta desgastarlos, construye su leyenda, su fuga interminable. Las grandes estrellitas de todo el orbe se arrodillan ante él; lo piropean más por la aureola de antisistema e incomprendido que por los discos de antaño; más por las controversias que por las certezas. Ellos, se limitan a plagiar sus riffs, a imitar su respiración, su manera tan particular de cantar, sus revoloteos del escaso pentagrama de su voz, sus logrados devaneos de astuto músico callejero, de actitud distanciada y atrayente, su quebradiza resistencia chillona ante los agudos que no son demasiado agudos, sus hablachines frecuentes de cuentista, descolgando, por los bajos, casi susurrando, sílabas por aquí y por allá, como masticando la música; Alicia probando el pastel prohibido, Alicia bebiendo la bebida vetada; un gigante que se encoje, un pequeño saco de huesos que se agiganta. Eso es Dylan. Y no solo eso.

Bob Dylan tiene ese toque de universalidad que lo ha convertido en un mito, y de ahí que haya conseguido el Nobel de Literatura. Un premio con que, más que darle valor a la “obra literaria” de Dylan, se busca relanzar un premio que ha perdido fuelle y portadas en los últimos años. Y de paso, aparte del márquetin que van a remover, deja a las élites de las academias literarias con la cara de pocos amigos, con la cara de perro. Como en los viejos y aún presentes tiempos.

BS


"I want you", by Bob Dylan / Descripción gráfica de una canción de Dyaln en un mundo ficticio (hipótesis de realidad); cuarta toma de I'm not there.




PD:

Escribí gran parte de este artículo después de ver la película I’m not there, hace tres o cuatro siglos. Una película en la que se homenajea la vida y obra de Dylan. Una película autobiográfica, un musical, con buenas intenciones, con una buena plana de actores, que adolece de ritmo y frescura. Ahora se pondrá de moda y reventará. Hoy, el mismo día que le dan el premio, ha muerto el último Nobel italiano, Diario Fo. Toma y daca. Fo fue un tipo desconocido, un guerrillero prudente, que le ha arreado, como pocos, a la política berlusconiana en la que Italia se ha enfangado durante tantos y tantos años. Todo se conecta a su manera.

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