Un miniensayo para reivindicar los libros

El librito de Valle, Leer para sentir mejor, es un miniensayo a cuatro lenguas (castellano, gallego, euskera y catalán), que consta de dos capítulos, por lo que podemos leerlo perfectamente de una sentada en una plácida tarde lectora. Plantea que los libros son pilares culturales que nos sostienen, que nos hacen mejores, que contribuyen inequívocamente a cultivar el intelecto de las sociedades y, por ende, a que estas mejoren.

Entra en el recorrido histórico (desde la escritura cuneiforme, pasando por los papiros hasta llegar a los abecedarios y la imprenta), en rincones retóricos y conceptuales (no nacemos, nos nacen; la escritura es un arte y un trabajo individual, solitario, sin embargo, es imposible crear una cultura sólida con la palabra escrita sin editoriales, sin apoyo institucional, porque, entre otros motivos, todos somos seres sociales y políticos). La parte historiográfica sobre los devenires del libro tiene dos referencias que sobresalen nítidamente con luces de neón: Pequeña historia del libro, de Sousa, y, el reciente y aclamado, El infinito en un junco, de Vallejo.

Los libros, en definitiva, son recipientes para recolectar el saber y para combatir la desmemoria. Un hecho que corrobora incisivamente el autor en este miniensayo. Debemos vindicar la lectura, por tanto, porque se trata de la más sana estrategia con que darle un certero sentido y futuro a la historia de la humanidad ("la persona que no conoce la historia está condenada a repartirla"). Del mismo modo, los libros también son herramientas perennes que avalan y protegen la palabra libertad, nuestra libertad. Porque sin libros y sin lectores nuestra sociedad sería más oscura, más decadente, más ignorante, maleable y manejable, y por tanto, tendría menos capacidad para discernir lo que le conviene de lo que no, tendría menos capacidad de análisis para evaluar con criterio los hechos y acciones que asaltan el día a día y para actuar en consecuencia.

No hace falta, como en dictaduras presentes o de anteayer, o como en países en donde la religión lo aplasta todo, prohibir y quemar libros. Basta, como airea certeramente Brandbury, con que los hombres dejen de interesarse por ellos en busca del necio materialismo, del último móvil con el visible logo, de la última serie impuesta de medio pelo de Netflix, o del próximo partido de fútbol de millonarios contra millonarios en el que miles de gargantas ponen su corazón y su billetera en juego.

BS

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